Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
23-11-2025
¿Qué conserva un conservador en el Perú?
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¿Qué conserva un
conservador en el Perú? se preguntaba reflexivamente Andrés Townsend Ezcurra. Y a continuación ensayaba algunas respuestas:
¿el sistema de injusticia en que pocos, muy pocos, son muy ricos, y muchos, muy
muchos, son demasiado pobres?, ¿la tradición entreguista de preferir a los
extranjeros antes que educar al pueblo soberano, pero ignaro, en los ideales de
nacionalidad, patria y destino común?, ¿el designio del fracaso en que nos
hundió una casta dirigente en 1879? o ¿la obsecuencia vendepatria de quienes
tienen hoy los resortes del gobierno y regalan el país vía concesiones o
privatizaciones?
Los peruanos bamba,
aquellos que usan el nombre del Perú para el maquillaje de sus inversiones y
riquezas, pero que siguen siendo profundamente anti-cholos porque se sienten
distintos por el color de su piel o por la estulticia de considerarse turistas
en un país de gente cobriza, desprecian al país que los vio nacer.
No inspiran confianza los
conservadores, porque ellos tampoco la merecen. Conocen Sao Paulo, Nueva York,
Viena y Moscú, para no hablar de Londres, Bonn o Tokio, pero jamás han pisado
con franqueza de peruano de a pie, Ayacucho, Madre de Dios, ni siquiera el
Cusco escondido más allá de las ruinas del pasado milenario inca y preínca.
Las últimas décadas han
contemplado la ofensiva conservadora, profundamente reaccionaria, que glorifica
hasta la náusea el advenimiento de los españoles y que exhibe su primera estafa
con el engaño a Atahualpa.
Más que eso: ¡toman las
calles al modo de guardia lumpen urbana y se denominan Resistencia o adefesios
por el estilo! Pero claro, tienen patente de corso, rara vez son detenidos y
sus tropelías son agresivas no solo en las calles, especialmente en redes sociales.
Esos conservadores son los
que condujeron la república a negocios rentistas y no siempre muy santos.
Aliándose hasta con el diablo, del sur o del norte, para llevar a cabo la
sistemática expoliación que ha sido la vida peruana desde 1821.
Perdieron guerras los
conservadores, porque jamás combatieron con honra sino empujaron a pelear a
otros. Ayer eran los terratenientes, hoy son los tecnócratas cuya mejor
habilidad consiste en conceder todo lo que puedan, empeñando al país a
cualquier régimen que les asegure viajes, patrimonio y liderazgo. ¡Nada ha
cambiado!
Básicamente, los
conservadores fracasaron porque, por ausencia de sentido nacional y
nacionalista, jamás comprendieron que el peruano genuino no es el impostado
sino el que está en la tierra, en el Ande, en la tesonera lucha diaria contra
la naturaleza en un país de mil y un geografías.
Nunca entendieron o
aquilataron, los conservadores, que la educación era –y es- la gran llave para
abrir las compuertas de la creatividad de un pueblo que disciplinado es capaz
de ganar todas sus contiendas. ¡He allí el gran divorcio de los conservadores
con el Perú profundo!
Conviene al país tener un
ala conservadora o moderada para que defienda sus puntos de vista pero en
términos de un gran debate, rico en ideas, contrapuestas o en las antípodas,
pero debe ser el brillo polémico y el choque de pareceres, el que dé nacimiento
a los nuevos horizontes.
Pero los conservadores
deben educar sus comportamientos públicos y suprimir ese falso orgullo del cual
quieren jactarse como promotores de una inversión que llega por inercia porque
así es el capital.
Luego que procuren
convencer con ideas al pueblo, para que le dé sus votos. Su pasivo es muy
grande: son los que crearon esta republiqueta y este mamarracho de país. Y son,
además, sus más célebres personeros, los grandes estafadores, ladrones y
criminales de la historia del Perú.
A su vez, la oposición
tiene que escalar los atavismos inmediatistas de lemas y morisquetas para
comprender la gravedad sustancial de una lucha por los más pobres. He allí la
cuestión imprescindible: la lid no es pose ni grita, sí realidad fragorosa y pugnaz.
Un ejercicio nacional
debía construir el sense of belonging (sensación de pertenecer) a un solo
cuerpo nacional a los peruanos, para que las metas comunes lleguen con el
fundamental e irrenunciable respaldo de los millones de hombres y mujeres que
tienen derecho a vivir bien, en paz y en la búsqueda de un país libre, culto y
digno.
Recordemos con don Manuel
González Prada:
“Mas nada debe
sorprendernos en un país donde la corrupción corre a chorro continuo, donde se
vive en verdadera bancarrota moral, donde los hombres se han convertido no sólo
en mercenarios sino en mercaderías sujetas a las fluctuaciones de la oferta y
la demanda. Una conciencia se vende y se revende hoy en el Perú, como se vende
y se revende un caballo, un automóvil o un mueble. Admira que en las
cotizaciones de
Y nos referimos
particularmente a Lima que en el organismo nacional ejerce la función de núcleo
purulento. Aquí nacen para cundir en toda
¡Atentos a la historia;
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame
y tácito de hablar a media voz!

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