Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
18-1-2021
¡Alanismo enterró al Apra!
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Más de tres décadas y media destruyendo al partido-escuela
que fuera el Apra no podían dejar de producir los aberrantes resultados que
todo el país contempla: un colectivo político sin masas, huérfano de presencia
nacional, incapaz de articular hasta un pronunciamiento decente y de alto fuste
y enjuiciamiento. La cereza del pastel ha sido el retiro de la señora Vílchez a
la competencia de abril del 2021 y cuyo horizonte era menos que microscópico,
más chico aún que el 2.8% del comicio parlamentario de hace poco.
Y hay fautores, con nombre y apellido, riquezas deshonestas
incluidas, a quienes se debe el muy anémico favor que demolió al Apra: los
alanistas. Con el señor Alan García excluido por mano propia, sólo quedan sus
muy mediocres seguidores y también los embozados, esos que hoy claman porque
todo ya pasó y que hay que perdonar. ¿Qué fácil no? Expoliadores profesionales
nunca han podido explicar de dónde tanta exhibición de bienes, viajes,
posesiones materiales. Decía Ricardo Palma: cura que no tiene cerería, de dónde
pecata mía, si no es de la sacristía.
El pueblo, más sabio que todos los sabios, anticipaba desde
años atrás, su voto de castigo que ocurrió en las elecciones para alcalde en
Trujillo cuando el Apra perdió su icónico dominio. Como en un dominó fatídico
cayeron todas las piezas del otrora Sólido Norte. La corrupción moral
devastadora había incubado demonios y fructificado en miserables rateros.
Los alanistas, viejos y jóvenes, pretenden ahora ser parte
de una “reconstrucción” de la que fueron demoledores inequívocos. En realidad
debían irse todos y los que crearon el problema, jamás podrán ser parte, nunca
más, de una construcción que ayudaron a tumbar desde sus cimientos. Quien
siembra vientos, cosecha tempestades.
Los alanistas ahora se camuflan porque tienen vergüenza que
les digan alanistas. Impulsan campañas inmediatistas y ridículas en redes
sociales, alaban a Trump, se juntan a momias indigestas de lo más rancio y
reaccionario del espectro político del Perú y forman parte del más profundo cogollo
inmoral de bajeza a que puede llegar la acción depredadora.
Quien crea que será fácil desalojar a los alanistas, se
equivoca. Hay muchos bienes inmuebles y rentas de ingresos diarios que los cacos
se resisten a perder o dejar de atesorar para fines inconfesables. De eso han
vivido no pocos. Hasta las propiedades, por ejemplo, sitas en la Av. Alfonso
Ugarte, están a nombre de terceros o cuartos.
Ni las dictaduras más fieras o perseguidoras pudieron lograr
la debacle moral y real que sufre el Apra.
¿Hay alguna luz al fondo del túnel? Algunos dicen que sí.
Otros están cansados, vencidos y se refugian en la desesperanza. Tanta
historia, mártires, lucha, pasión, fe, entusiasmo a niveles cuasi religiosos,
para llegar a morir desvencijados por culpa de unos hampones.
Gozan con esta hecatombe quienes anhelan la muerte
definitiva del Apra. Aparte de las termitas alanistas, los adversarios saben
bien que un Apra fuerte y rediviva, empezaría a ganarles las plazas y calles
como antaño.
Nadie sabe a estas alturas si resucitar al Apra es una
quimera o un sueño imposible.
Los que no medramos con migajas mal obtenidas en dos
gobiernos pésimos para el pueblo y fabulosos para los que cortan el jamón en el
Perú, quienes conocimos a los viejos líderes, comenzando con Haya de la Torre y
honramos sus enseñanzas y hemos estudiado críticamente pasajes discutibles de
la historia partidaria, sólo queda la voz de lucha y reto contra los mercaderes
del templo a quienes hay que sacar a latigazo limpio.
Amén.