Ni las derechas, ni las izquierdas
por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com
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17-6-2022
“¿Cómo no te voy a
querer…?” En doscientos años de fundación republicana, no hemos construido
republicanos. En dos largos siglos de existencia de la República, no hemos
formado ciudadanos. En dos centurias de vida republicana, todavía seguimos
siendo cuasi ciudadanos, inurbanos tenaces, muchedumbres sin ideales de país,
gentíos sin convicciones democráticas.
Es decir, somos
multitudes con laptops, pero, sin ideas republicanas; masas con celulares, pero
sin nociones ciudadanas; colectividades amantes de la tecnología, pero carentes
de conceptos democráticos.
Consecuentemente,
no entendemos que la república es la construcción de los ciudadanos, no sabemos
que la ciudadanía es el resultado de la educación, ignoramos que la democracia
no es buena ni mala por naturaleza propia, sino, depende del grado de cultura
que tengamos cada uno de nosotros. Pues, el simple desconocimiento de estos
básicos asuntos, hace que nuestras reacciones sean puramente instintivas,
nuestras decisiones no sean sino estrictamente inconscientes y nuestras
aspiraciones no pasen de ser meramente ventrales.
Precisamente por
eso, desde hace ya casi un año, el Perú, país nuestro, camina día tras día por
la cornisa del abismo. La insensatez que albergamos hasta el delirio, la
sobriedad de la que padecemos desde siempre y la hidalguía de la que carecemos
como siempre, han hecho que ahora estemos sufriendo de una inestabilidad
económica avisada y de una incertidumbre política anunciada, aunque
instintivamente y al unísono sigamos gritando: “¡Cómo no te voy a querer…!”
Pues, a pesar de
que sabíamos casi con total exactitud que ninguno de los dos candidatos que
había logrado pasar a la segunda vuelta en la última contienda electoral,
ofrecía garantías para gobernar, no supimos asumir otras decisiones, tampoco
nos atrevimos a idear determinaciones distintas, mucho menos osamos plantear
otras salidas.
Es decir, no nos
importó que el primero padeciera de nesciencia y la segunda careciera de
decencia. Y, pese a que la propia Constitución nos sugería apelar al Artículo 184, nos hicimos los soberanos
remolones. Hasta nuestros pocos políticos de talla, nuestros rarísimos juristas
de reputación, nuestros contadísimos periodistas de prestigio y nuestros
poquísimos intelectuales de renombre, no se atrevieron a proponer esa salida
constitucional. Pues, todos ellos, evitaron sugerir o plantear otra alternativa
distinta de la que estaba por consumarse. Por tanto, aquél que ahora ocupa el
sillón presidencial, y que está empecinado en hacer del Perú un país imposible,
es simplemente, el hombre que resultó de todas nuestras negligencias,
indolencias y apatías.
Aunque en el fondo,
si es que lo vemos con agudeza y lo tomamos con inteligencia, no nos debe de
caber ni la menor duda para aceptar como una necesidad casi histórica, todo lo
que está sucediendo en el país. Puesto que, sin quererlo ni proponérselo, y
además, sin ningún pudor, rubor ni vergüenza, la izquierda peruana ha terminado
desnudándose ante nuestros azorados ojos.
Pues, ese
archipiélago de izquierdas que antes representaba el futuro no muy lejano y la
esperanza más próxima de la mitad del país, ahora ha dejado de ser una
alternativa. Ha terminado peor que la propia derecha, transmutado en simple
cueva de cuatreros, escondite de malhechores, refugio de incipientes, paraje de
buscadores de nombradía, y en el mejor de los casos, albergue de medianías.
La cruda y dura
realidad ha acabado de demostrarnos que la solución de los eternos males de los
que padece el país, ya no depende de las derechas, ni de las izquierdas,
tampoco de los centristas, mucho menos de los comunistas, sino, de la ciudadanía. Pero, no de ésa que es
pasiva, nominal e indolente, sino de aquélla, construida con la fuerza de la
educación, formada con el rigor de la escuela, desarrollada con la severidad
del sano juicio. Esa ciudadanía concebida en su significado atributivo y
funcional. Es decir: la ciudadanía entendida como cualidad. Aquella de la que
hoy carecemos, y que ahora debemos empezar a construir con urgencia.