por Herbert Mujica Rojas
21-4-2009
Postulados, crónicas y ensayos ateos*
3-5-2006
Prólogo
Quien pretenda encontrar la clásica y aburrida reflexión filosófica en
Postulados, crónicas y ensayos ateos de José Maúrtua, pierde el
tiempo, malgasta su paciencia, discurre por senderos equivocados. Es
todo lo contrario. A su pluma afilada, une un carácter combativo y
presenta testimonios sensibles que le tocaron vivir y le hicieron, con
el devenir de los años, pensar y repensar cuanto pasó para arribar a
conclusiones polémicas y que van –o pueden- generar múltiples ronchas.
Sobre todo en aquellos a quienes reconocemos como cucufatos, esa
palurda clase de imbéciles acríticos cuyos postulados religiosos son
intocables y pétreos.
La putrefacción de la vida peruana se verifica también en la renuncia,
abominable y cobarde, que han hecho las colectividades políticas y
sociales a proponer caminos y avenidas, edificios ideológicos,
patrones éticos o planes de gobierno que incluyan a las mayorías. La
chatura ambiente es de tal grado que los comicios devienen en un
parche a una malhadada democracia. Por antinómico que parezca, las
elecciones en Perú consagran el dominio de ciertas oligarquías que,
como cualquier oligarquía, representan a cenáculos, minorías
insolentes, racistas y anti-cholas. Si para el prócer cubano José
Martí, el sufragio era la revolución, en cambio, en Perú, constituye
una tapadera. A lo más, un linimento o una frotación. El dolor
persiste en el rostro amargo de millones que nunca conocerán de un
proyecto de vida nacional porque unos cuantos pandilleros les niegan
esa posibilidad.
Algunos grupos bajan a niveles abisales, pero otros suben hacia
expectativas de mando en la sociedad. Se organizan en torno a no pocas
supercherías. Pero la Iglesia Católica, en particular, "ve al
principio con desconfianza, la superstición (porque los únicos que
deben manejar la superstición son ellos). Ob. cit. p. 75. Y, agrega
contundente Maúrtua: "Nuestros hijos no deberían crecer rodeados de
supercherías y mitos". (ob. cit. p. 79). Entre esas nefastas
agrupaciones se encuentra el Sodalicio de Vida Cristiana, núcleo
fanático liderado por Luis Fernando Figari.
Años atrás escribí: "Hay sectas cuyo accionar provoca un profundo daño
en la sociedad, lo cual aún no ha sido materia del estudio
imprescindible de quienes se jactan de "analistas" y "exégetas" de la
realidad social. Por el flagrante desconocimiento del problema
sectario en el Perú tenemos la obligación de promover el abordaje de
esta problemática entre los periodistas, sociólogos, antropólogos,
médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados y demás profesionales
involucrados y comprometidos con el desarrollo democrático del país y
dispuestos a condenar cualquier acto que viole los derechos humanos de
toda persona y, en especial, su derecho a la libertad de
consciencia.", El Sodalitium en crisis, Herbert Mujica Rojas, 2002.
¡Precisamente, Maúrtua aborda el tema del Sodalicio y analiza no pocas
de sus expresiones públicas, las mismas que desmenuza con rigurosidad
implacable! Es obvio que también el autor será, de ahora en adelante,
y con más frecuencia, blanco de las iras de los sectarios sodálites
que no dudan en recurrir al insulto, al ataque inmoral, a toda clase
de arma subalterna con el avieso propósito de descalificar al crítico.
Pero la grita del rebaño puede poco cuando hay razones y simple, como
honesto, sentido común. Y como el Pausanias mítico, José Maúrtua podrá
espetar a sus bullangueros oponentes: ¡peguen, pero escuchen!
Discurre el libro por capítulos sabrosos con mucho ají. Escribe sobre
los misterios para la religión; describe con agudeza el horror que fue
el Tribunal de la Inquisición; no ahorra reflexiones y críticas muy
duras al Concordato, tratado internacional que no ha ratificado ningún
Congreso –y no lo ha hecho porque ¡jamás! lo ha discutido, siquiera;
vierte muy interesantes consideraciones sobre el tradicional culto al
Señor de los Milagros y brilla cuando desentraña, desempolva y
desenmascara consideraciones católicas sobre las mujeres a las que
reputa casi de objetos destinados a parir y a ¡obedecer!.
Probablemente describir el contenido del libro de Maúrtua sea más bien
cometido de un índice minucioso. Procuro tan sólo subrayar algunos de
los picos intelectuales que Maúrtua entrega en forma de opiniones muy
polémicas y hasta discutibles. En eso radica la riqueza –y ferocidad-
del texto. No presume, no podría hacerlo sin caer en esencial
contradicción, poseer la verdad inconcusa, Maúrtua. Lo que sí hace es
romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz que clamaba el
maestro Manuel González Prada y ¡con qué bríos! A muchos puede herir
en sus susceptibilidades más íntimas o creencias acendradas e
irreflexivamente aceptadas por decenios. De repente faltó una
linterna, una antorcha, para mejor ver el camino y no aceptar de forma
tan amable, ideas y conceptos que, como dice Maúrtua, tienen mucho de
ilógico y supersticioso y poco de real y científico.
En Perú la forma reemplaza al fondo. Lo epidérmico siempre sobre lo
fundamental. Lo cosmético es ley y la realidad padecimiento o tortura.
Vivimos una falsa democracia con políticos talla "ultra-small"
–Maúrtua dixit-; discurrimos por la cortesía que amaga puñales de
odios eternos y desprecios cuya premisa es el color de la piel; los
"decentes" se escandalizan con cualquiera que no tenga linaje,
apellido o rostro más o menos "occidental". Salvo el hecho, tan común
en estos últimos años, de aquél a quien designan con gran antipatía
"new rich". También para este grado del escalafón hay un afectado y
teatral desdén porque no "pertenecen" por derecho de casta a la
"sociedad". Son muy pocos los que se atreven a decirle pan, al pan; y
vino, al vino. Entre esos, con voz singular, bronca y musicalmente
ensamblada, adviene –o mejor dicho, continúa- José Maúrtua con
Postulados, crónicas y ensayos ateos.
Y enfrentarse con los cucufatos ya integrados a las sectas tiene un
precio muy grande. Juegan aquellos una baza cuasi infalible: la
mayoría del pueblo peruano es católica. No hay duda y Maúrtua no se
olvida de consignar en cómo se produjo y materializó ese vil engaño
colectivo que justificó masacres, expoliaciones, destrucción, lágrimas
y muerte de quienes eran dueños soberanos de estos reinos hasta el
proceso de la cruel y genocida conquista capitaneada por el porquerizo
de Trujillo de Extremadura, Francisco Pizarro y sus compinches.
Entonces, José acomete con dureza y sabe de qué habla porque da su
testimonio. Nadie se lo contó. El fue protagonista de sucesos que
están revestidos de religiosidad cuando en realidad no son más que
vulgares comisiones proselitistas y de captura y lavado de cerebros.
Ha poco mi hijo pasó por el rito de la confirmación. Todo el año
habíase estado preparando para el acontecimiento. Sus "asesores" eran
miembros del Sodalicio de Vida Cristiana y estos se encargaron de
agredir sutilmente a todos los candidatos a través de "retiros",
"trabajos voluntarios", etc. No pocas veces me fueron referidas
anécdotas desagradables en que estos "asesores" insultaban duramente a
los educandos sólo porque "no cumplían" las instrucciones. En varias
oportunidades me relató Alonso, así se llama, cómo es que percibía una
hostilidad marcada contra él. Comentó entre sus reflexiones: "¿sabrán
ellos de ti?". La respuesta era inequívoca. Y la venganza contra un
adolescente de 16 años, un acto cruel, inmoral, profundamente
anti-cristiano. Maúrtua cuenta detalles de cómo le quisieron
adoctrinar y enrolar en proyectos sectarios y cómo es que esa
experiencia persiste en su memoria. ¡Lo que es peor! Decenas de
colegios y sus cómplices e irresponsables asociaciones de padres de
familia, admiten que los sectarios sodálites se hagan cargo de estos
ritos y de toda su preparación previa. ¿No es posible entender que se
está regalando candidatos al lavado cerebral y al ataque directo
contra la célula familiar, objetivo fundamental y número uno de las
sectas?
La secta Sodalicio de Vida Cristiana tiene múltiples expresiones
escritas y reales sobre cómo metódicamente enfilan sus baterías contra
el núcleo familiar. De ese modo producen desapego y alientan la
división. Hay padres que debieron resignarse a la pérdida en vida de
sus hijos; hijos que desconocieron a sus padres y son instrumentos
ciegos y fanáticos de la secta. Conozco al menos tres casos. No sólo
en Perú, también en Argentina y ha poco en España. ¿Qué hacen las
autoridades frente a brotes epidémicos que dañan la salud mental de la
gente? ¡Hasta hoy poco o nada!
"Ya lo dijo César Hildebrandt, en un genial, premonitor y crudo editorial:
"Detrás de toda dictadura hay, en el fondo, una apropiación ilícita"
(-y el totalitarismo sodálite se apodera de las mentes de nuestros
hijos-). En efecto, cada sátrapa que en el mundo ha sido -de izquierda
o de derecha- ha creído siempre que el mundo donde nació le pertenece
y que sus prójimos nacieron para súbditos y su propia voz sólo para
dar órdenes. ¿De dónde vienen esa visión demente y esa voracidad?
¿Cómo se puede ser tan ridículo? ¿De qué fibra están hechos esos egos
elefantiásicos? Primero se promete el paraíso. Después se apela al
infierno para construir el paraíso. Y como se apela al infierno, los
enemigos, que nunca fueron pocos, aumentan. Y como aumentan, crece el
infierno. Y al crecer el infierno la hostilidad amenaza al tirano cada
vez más. Por lo que ya no es posible salir en paz del poder que se
capturó como a una presa.". Al final -como le pasó a Franco, como le
sucedió a Pinochet- el sátrapa creerá que su obra es inamovible y su
contrato social insuperable. ¡Pobres diablos! Lo primero que les pasa
cuando mueren es que hay un suspiro de alivio. Luego viene el olvido
sañudo y el justiprecio. Y ellos que se creían mega valores, terminan
costando lo que fueron, abortos de la voluntad, casos psiquiátricos,
un surtido de vicios. Todos terminan, metafóricamente, en aquel
palacio patriarcal donde las vacas se pasean entre cortinas
desgarradas. Todos tienen un Macondo en el alma y una bananera en el
designio. En resumen, no hay nada peor que alguien que se tome
demasiado en serio. De allí al crimen solo media una utopía, un sueño
de felicidad para los otros, un carisma." El Sodalitium en crisis,
2002.
En estos días en que, por irrecusable insistencia de José Maúrtua,
"confeccionaba" este prólogo aconteció un acto de intolerancia
grotesco y antidemocrático: César Hildebrandt fue echado de un canal
de televisión, el 2 para ser más precisos y que es propiedad del
empresario israelí Baruch Ivcher. En momentos en que la aspirante
reaccionaria, Lourdes Flores, mujer de clase media acomodada,
conservadora a ultranza y apoyada por todos los tentáculos del poder
real que detentan las transnacionales, no las tiene todas consigo, sus
amigos le hacen un favorcito: ¡botan a Hildebrandt cancelándole su
programa de las 11 pm.! Frente al hecho que comporta el guillotinado
del único programa independiente, las fuerzas totalitarias en todos
los medios e instituciones ¡guardan oprobioso silencio! ¡No importa
que el pueblo ya no pueda ver otros puntos de vista porque la
monocorde grisura vuelve a imperar como en los peores días del
delincuencial fujimorismo! ¡Precisamente, en uno de estos callejones
oscuros actuó impunemente, con cinismo y descaro, nada más y nada
menos que el Cuervo Mayor de la Cofradía, el cardenal Juan Luis
Cipriani! Ni siquiera, porque lo dice múltiples veces, José Maúrtua es
capaz de negar que en Perú tenemos al autor de una encíclica: "Los
derechos humanos son una cojudez" celebérrima línea de pensamiento del
gonfalonero del Opus Dei, otra de las sectas más poderosas al interior
–y exterior- de la Iglesia Católica.
¿Qué tienen que ver los hipos totalitarios con el libro de José
Maúrtua? Mi modesta impresión es que mucho. Maúrtua golpea sin
misericordia a los grupos sectarios que son por definición,
totalitarios. Escribe en medio de una sociedad pacata que no reniega
de anteojeras para calificar con dureza el mal actuar de curas,
sacerdotes, laicos y para-laicos, disfrazados de ovejas, cuando son
eximios maestros en el arte del engaño, del timo, del lavado de
cerebro y florecen al amparo de las oscuridades más tenebrosas y se
camuflan cuando advienen los vientos alisios de la democracia.
Expertos como son durante más de 500 años, juegan a la posibilidad de
no ser escrutados porque hay bolsones de estupidez congénita en
hombres y mujeres cuya vida transcurre en caminos miopes: de la cuna
al colegio; del colegio al matrimonio (si hay suerte, alguna carrera
universitaria) y con la procreación, la factura de candidatos a todos
los múltiples ritos eclesiásticos que atan y sojuzgan a los cristianos
a moldes resobados pero sumamente engrilletadores. En contra de eso,
con el látigo empuñado, se erige con valiente y audaz pluma urticante,
José Maúrtua.
Podrán sus críticos decirle cuanto les venga en gana. Ciertamente, la
recomendación básica es que lean lo que él pone en blanco y negro.
Hablar de oídas o porque a algún imbécil se le ocurrió éste u otro
"argumento" es del peor gusto y de la más absoluta carencia de
rigurosidad científica. Aunque todo lo que se refiera a la lógica y a
la ciencia, den al trasto, en no pocas oportunidades, a muchas
supercherías en las que se basan creencias y ritos imposibles de
comprobar en la realidad. Meticuloso como es, Maúrtua, se encarga de
recordar, por si alguien lo "olvida", que él expone razones, hechos y
esquemas y que invita a la polémica, al cruce de sables, a la disputa
leal y con argumentos. La grita es bulla inane y asemeja al mugir
congénito de las reses que no tienen más que un idioma monocorde para
la expresión animal de sus disfuerzos.
Como se sabe con certeza de qué pata cojean los enemigos, hemos
decidido, a la par que la edición impresa, hacer circular por cientos
de miles, la versión electrónica de Postulados, crónicas y ensayos
ateos. De este modo las pezuñas totalitarias del sectarismo católico
tendrán mucho más trabajo para desaparecer cualquier rastro del
meritorio trabajo de José Maúrtua. Da gusto y sumo placer, casi un
deleite, pergeñar unas pocas líneas de mascarón de proa. Por un lado
hay una identificación amical muy fraterna con José Maúrtua. También
la solidaridad que nace de la lucha común. Ciertamente una similitud
cuando nos divertimos con la innegable mediocridad de que hacen gala
los sectarios. Para ellos, con el desprecio más íntimo, un saludo. En
ellos y por su contumacia irredenta, como fanatismo acrítico, un libro
torna en estilete y su lectura motivo de reflexión aunque se arribe a
discrepancias que son parte de la democracia.
Tarde de verano caliente; elan de espíritus libres; espoleo de
voluntades victoriosas; acicate del triunfo de la razón porque los
revolucionarios, los libres, los humildes y por ello ricos, somos los
que estamos al lado de los más pobres y con ellos y por ellos, estas
muy modestas palabras liminares.
*José Maúrtua j_maurtua@yahoo.com tuvo la generosidad de solicitarme
algunas líneas, como las que anteceden, para prologar su libro
Postulados, crónicas y ensayos ateos, Lima, Gutenberg, mayo-2006
(Herbert Mujica Rojas)
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