El
maestro Pedemonte*: músico del pueblo en la guerra y en la paz
por Juan Carlos Flórez
Granda; jcflorezg@yahoo.com
3-11-2017
Director SEHCAP
Manuel Pedemonte Carrillo fue uno de esos personajes que por
circunstancias extremas ponen a prueba su moral y convicciones hasta llegar a
actos de heroicidad.
Nacido en Pisco en 1854, a los doce años tuvo su primera prueba de
fuego en el combate del 2 de mayo de 1866. Músico de profesión, integró durante
la guerra contra Chile, el grupo de la banda de música del Batallón Ica. Su
carácter siempre fue humilde y sereno pero con esa vena de artista que le
permitía destacar en su oficio.
Ya el titular a una entrevista realizada en el diario “La Crónica”
a finales de la primera década del siglo XX, rezaba de esta forma:
“Conversando con el Maestro
Pedemonte. El Decano de Nuestros Músicos Militares.
La ingratitud que no se explica. Recordemos a
nuestros veteranos.
Una acción de estímulo
que se impone”.
Cuando su fama se convertía silenciosamente en parte de una
leyenda popular por su acción en la guerra, Pedemonte, con sabia serenidad
respondía:
“Lo de mis servicios en
el ejército y lo de mi acción en la guerra no tienen nada de ejemplar. Lo que
sí creo es que no debería olvidarse la nación de sus buenos hijos. Yo creo que
siempre fui un buen hijo de la patria. Y sin embargo, es triste decirlo, la
patria me tiene olvidado…”
Y no era para menos, hasta su expediente militar se perdió en el
Ministerio de Guerra cuando asesinaron al general Enrique Varela en el cuartel
Santa Catalina durante el golpe de 1914.
Pero enterémonos por su propia crónica el acto de heroísmo que lo
hizo famoso en su época.
“…Fue en Ica en el año
82. Habíamos salido para allá después de la derrota de Miraflores. Íbamos a
órdenes del coronel Mas. Los chilenos perseguían en la dirección de la hacienda
“El Molino”. Y en esta hacienda hacía alto con las tropas peruanas el coronel
Bernaola. Yo tenía, en ese entonces 33 años. El batallón chileno Longoi (Lontue NdR) había sido destacado para
perseguirnos. Yo había oído hablar de un boliviano que cogido por los chilenos
en las bandas de músicos enemigos había sido obligado á prestar sus servicios
en las bandas chilenas y que él para no prestarlos se había cortado el dedo
pulgar de la mano derecha. Entonces los chilenos se habían dedicado a buscarme
a mí para hacerme servir como músico. Me pusieron preso en el local del colegio
de San Luís, convertido en cuartel.
Yo era sargento primero de artillería en las filas peruanas. Acababa de servir como corneta mayor del batallón Ica. Junto conmigo estaba preso un músico peruano. Y él y yo estábamos designados para reemplazar al boliviano que se había cortado el pulgar. Por la mañana en que me tomaron preso me mandaron al rancho, para que recibiera el almuerzo. Yo estaba de mala gana y el caldo se me cayó de la cacerola. Entonces un cabo chileno ordenó que se me castigara. La sangre me hirvió. Yo recordé la doble humillación de haber caído en manos de los enemigos de la patria y el peligro de tener que tocar en sus instrumentos las marchas bélicas con que animaban los ataques á mí suelo y tomé la determinación. Por la tarde estaba ya con los dedos índice y mayor cortados de un hachazo. Naturalmente con esta circunstancia quedaba anulado para tocar en las bandas chilenas. Cuando me preguntaron por qué lo había hecho, respondí: Soy músico peruano. No tocaré ni una nota más en las bandas chilenas.
Yo era sargento primero de artillería en las filas peruanas. Acababa de servir como corneta mayor del batallón Ica. Junto conmigo estaba preso un músico peruano. Y él y yo estábamos designados para reemplazar al boliviano que se había cortado el pulgar. Por la mañana en que me tomaron preso me mandaron al rancho, para que recibiera el almuerzo. Yo estaba de mala gana y el caldo se me cayó de la cacerola. Entonces un cabo chileno ordenó que se me castigara. La sangre me hirvió. Yo recordé la doble humillación de haber caído en manos de los enemigos de la patria y el peligro de tener que tocar en sus instrumentos las marchas bélicas con que animaban los ataques á mí suelo y tomé la determinación. Por la tarde estaba ya con los dedos índice y mayor cortados de un hachazo. Naturalmente con esta circunstancia quedaba anulado para tocar en las bandas chilenas. Cuando me preguntaron por qué lo había hecho, respondí: Soy músico peruano. No tocaré ni una nota más en las bandas chilenas.
Yo no tenía interés en
que se enteraran. Sabe usted, esas cosas no se hacen nunca para que se enteren.
¿Acaso cree usted que Olaya, el índio héroe de la independencia, tuvo la
intención de que los chorrillanos le levantaran estatuas?...”
Manuel Pedemonte se reintegró en el año 1892 como músico de la
banda de la Artillería de Marina. Después compuso varios temas y por testimonio
propio indicaba, “soy compositor
nacional. Recuerdo muy imprecisamente todas las piezas que compuestas por mí
han sido tocadas después por las bandas del ejército. Pero de manera especial
recuerdo mi alegría cuando al pasar por las calles he oído silbar por los
muchachos y los hombres del pueblo mis valses y mis marchas. Entre las que más
popularidad alcanzaron recuerdo el vals “Guillermina”, la marcha “Candamo”, que
escoltara al difunto estadista en los funerales y cuya tonada se hizo tan
popular. También obtuvieron éxito otras marchas y por último el vals
“Rosalbina”. Mi última composición es la marcha fúnebre Guillermo Billingurst,
que se ha tocado en los funerales del presidente…”
En el año de 1888 se realizó un concurso de bandas donde Pedemonte
fue director de la banda de Policía del Callao y alcanzó el primer lugar.
La Academia Nacional de Santiago de Chile convocó a un concurso
internacional y salió ganadora su composición. “Premiaron mi obra de música seria con presencias incaicas que yo
titulara “Aires Peruanos”…Nunca recibió el premio.
“…No señor. No lo
reclamé nunca. Es decir, creo y casi estoy seguro de que ese premio llegó a
Lima pero no sé en poder de quién se habría quedado. Tal vez en algún
ministerio. A mí esto me ha tenido sin cuidado, sobre todo cuando me proponía
reclamarlo revivieron las tiranteces con Chile y usted comprende que con esto –mostrando
los dedos – y con el fervor patriótico de por medio no iba a reclamar premio
alguno…”
Este músico peruano olvidado formó discípulos y delante de él se
hicieron los maestros de muchas bandas que han sido formadas en distintas
regiones del territorio nacional. Nunca recibió premio ni distinción alguna por
parte de las autoridades. Termina la entrevista decepcionado porque nunca le
reconocieron sus años de servicios y había perdido toda esperanza de una
pensión de retiro. Ya muerto en 1922, se le concede a la viuda una pensión de 3
libras mensuales y por pocos años después aumentaría a 5 libras.
Actos heroicos de gente común lamentablemente olvidados por el
tiempo.
Esta breve reseña sirva como un rescate del olvido y un inicio a
una investigación más rigurosa a personajes comunes como Manuel Pedemonte
Carrillo, que no dudaron en dar todo por su país en tiempos de guerra.
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*Rastros de Guerra
9-Manuel Pedemonte o el pueblo en combate
Juan Carlos Flórez Granda; jcflorezg@yahoo.com
Juan Carlos Flórez Granda; jcflorezg@yahoo.com