Friday, July 07, 2023

Trujillo 1932, el pueblo en armas

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

7-7-2023

 


Trujillo 1932, el pueblo en armas

https://senaldealerta.pe/trujillo-1932-el-pueblo-en-armas/

https://bit.ly/3OcIMPv

 

La insurgencia armada, el levantamiento protagonizado por los cañeros, estudiantes, obreros, hombres y mujeres que la madrugada del jueves 7 de julio de 1932 atacaron el Cuartel O’Donovan en Trujillo, no es sólo un acontecimiento en la historia del aprismo auroral, pertenece, como página insurgente al pueblo peruano y rebasa las fronteras partidarias para significar un hecho que tiene que estudiarse y analizarse por las nuevas generaciones.

 

La mentira, desidia oficial, la ficción creada por el odio cainita y visceral de los todopoderosos generó y aisló a una insurrección para confinarla como un fenómeno solitario, ajeno a los pueblos y no comprometido con lo que entonces era la esperanza de justicia social que encarnó ese movimiento temprano y por la que murieron, como héroes, miles de luchadores sociales.

 

Por tanto, como primera premisa, en honor a la efemérides que cumple hoy 91 años de ocurrida, debemos señalar que Trujillo 7 de julio de 1932, fue el clamor de un pueblo herido y aplastado por un gobierno reaccionario que no dudó en bombardear la ciudad, fusilar sin juicio ni justificación y provocar una separación que duraría decenios entre el pueblo y los militares.

 

Un nuevo Perú

 

En octubre de ese año, la oligarquía birló el triunfo a Haya de la Torre y colocó al comandante Luis M. Sánchez Cerro en la presidencia. Apenas si 27 representantes apristas llegaron a la Asamblea Constituyente.

 

Los locales partidarios fueron asaltados, sus militantes malamente heridos o asesinados como la Navidad de sangre en Trujillo (diciembre 1931), donde se abaleó a mujeres y niños pacíficos. El Perú enlutecía sus hogares en una pelea desigual, antihistórica, absurda, ignominiosa.

 

Comienzan los desmanes

 

En el 2001, narrando cómo se hizo El Partido del Pueblo. Historia Gráfica del Aprismo, escribí: “En febrero de 1932, el año de la barbarie, los constituyentes apristas fueron apresados y deportados. Víctor Raúl perseguido fieramente, cayó preso en mayo. La marinería se sublevó y fusilaron a 8 de ellos por el delito de alzarse en nombre de la democracia.

 

La madrugada del jueves 7 de julio, los cañeros, estudiantes y militantes apristas insurgieron en Trujillo y capturaron, a sangre y fuego, el Cuartel O’Donovan. Manuel Búfalo Barreto fue el primero en caer y su valentía bautizó como “búfalos” a todos los del partido.

 

Y la barbarie estalló ensañándose con crueldad rayana en lo más oscuro del alma imaginable contra Trujillo. El pueblo fue bombardeado por la aviación y los combates se sucedieron a diario. Fue entonces que el heroísmo dio lecciones y escribió su impronta para elevarse como huella imborrable a los fastos de la historia popular del Perú. Es historia que no se lee en los textos escolares, porque el odio cainita pudo más y se ha pretendido negar que esto ocurrió.

 

Y sin embargo así fue. Los estudiantes que fugaron con los fusiles de sus prácticas pre-militares disparaban contra los soldados desde las copas de los árboles y caían cuando el agotamiento de sus fuerzas era un hecho o porque el parque de municiones había colapsado.

 

Mujeres como Agripina Mimbela y María Luisa Obregón de las que aún queda el registro de sus nombres, bramaban carajos instando a no bajar la guardia y alimentando a sus combatientes o disparando ellas mismas. Los alzados se turnaban en las guardias para avisar de los avances militares y de la presencia de soplones.

 

El Comercio se encargó de difundir historias absurdas que engañaron a muchos peruanos sobre la verdad de lo ocurrido en Trujillo. En cambio nunca habló de los paredones que empezaron a fusilar por decenas y centenas a los trujillanos. Ni las lágrimas ni los ayes más dramáticos pudieron hacer nada contra las draconianas órdenes que Lima impartía.

 

Trujillo 1932 fue, pues, la respuesta insurreccional y bravía de un pueblo malamente armado pero galvanizado en su aspiración de justicia social hasta la más íntima fibra.

 

Ninguna autoridad militar, ni política, ni aún la Corte Marcial, se preocupó de, por lo menos, iniciar una investigación para dar con los culpables de la masacre en la cárcel. Al menos, los hechos así lo merecían.

 

En La Insurrección de Trujillo, Margarita Giesecke escribió: “Al mismo tiempo, la revolución no fue una derrota total para el Apra. Es cierto que se vieron aislados y que la masacre producida en la prisión de Trujillo, tan aprovechada por la prensa civilista, había hecho desvanecerse la posibilidad de encontrar aliados entre los militares….. Toda una ciudad y la región circundante habían respaldado a Haya y al Apra hasta el punto de alzarse en franca rebeldía. Aunque el levantamiento había sido infructuoso, el Apra era reconocido ahora como una seria amenaza a la hegemonía civilista”.  p. 338, julio 2010.