Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
4-4-2008
Propaganda i ataque
Pájinas Libres
Manuel González Prada, 1888
I
Vicio capital de la literatura peruana, la fraseolojía. Tómese un
diario i recórrase el editorial: ¿qué se encuentra? palabras. Tómese
un semanario i léase las composiciones en verso: ¿que se encuentra?
palabras. Estamos en el caso de repetir con Hamlet: ¡palabras,
palabras i palabras!
Padecemos de logomanía o logomaquia i deberíamos realizar el proyecto,
concebido por Saint-Just, de imitar a los lacedemonios i fundar un
premio de laconismo. Sí, laconismo, no para convertir el idioma en
jerga telegráfica, sino para encerrar en el menor número de palabras
el mayor número de ideas; no para dilucidar las cuestiones en una
simple jaculatoria de cinco líneas, sino para conceder al pensamiento
el desarrollo conveniente i a la frase la estensión indispensable:
podemos ser difusos en una línea i concisos en un volumen.
Atolondrados con el monótono chapoteo de un lenguaje campanudo i
hueco, nos vemos como hundidos hasta medio cuerpo en torrente que se
derrama por cauce pedregoso i ancho: el ruido nos ensordece; pero la
corriente no consigue arrastrarnos.
Entre la indecisión i vaguedad de la turbamulta, se delinean dos
grupos de escritores: unos que hablan a lo Sancho Panza, con
idiotismos, dicharachos i refranes; otros que s'espresan a lo don
Quijote, solemnemente, en clausulones altisonantes i enrevesados.
Tenemos jerigonza judicial, jerigonza universitaria, jerigonza
periodística, jerigonza criollo-arcaica, en fin, todas las jerigonzas
que dicen al idioma como las erupciones cutáneas a la piel. Todo hay,
menos el estilo franco i leal que precise la fisonomía del individuo,
que diferencie al hombre de los otros hombres, que encierre la
manifestación exacta del yo. Todo hay, menos el lenguaje claro i
sustancioso, con la virtud del agua i del pan, no cansar.
No surje una personalidad eminente que seduzca i se imponga, lo que es
un bien i un mal: un bien, porque toda eminencia literaria induce a
imitación i ahoga la libre iniciativa del individuo, un mal, porque no
habiendo superioridades, las falsificamos i nos convertimos en
adoradores de medianías i mediocridades.
Los viejos se repiten o se esterilizan, los jóvenes no se estereotipan
aún con rasgos definidos i claros. Muerto Althaus, paralítico i
moribundo Salaverry, espatriado Arnaldo Márquez, tal vez por carecer
aquí de aire i espacio ¿quién nos queda? Sin embargo, naciones
desdeñadas por nosotros poseen hoi un Montalvo i un Llona, un prosador
i un poeta.
Carecemos de buenos estilistas, porque no contamos con buenos
pensadores, porque el estilo no es mas que sangre de las ideas: a
organismo raquítico, sangre anémica. I ¿cómo pensaremos bien si
todavía respiramos en atmósfera de la Edad media si en nuestra
educación jiramos alrededor de los estériles dogmas católicos, si no
logramos espeler el virus teolójico, heredado de los españoles?
Hasta en los cerebros con presunción de sanos reina espantosa
confusión, pues las ideas más diverjentes i divorciadas cohabitan en
amigable consorcio. No se pida lójica: soneto que se abre con
apóstrofe racionalista se cierra con declaraciones de fe; discurso con
exordio en favor de Darwin lleva peroración en defensa del Génesis.
Para concebir algo semejante al desorden estrambótico de nuestra
verbosidad incoercible, imajínese la promiscuidad de un ejército en
derrota, o el revoltijo después de un incendio: por la boca de un
costal repleto con los comestibles de una bodega i las alhajas de una
joyería, brotan en risible confusión, nabos i rubíes, garbanzos i
brillantes, roscas de morcilla i collares de perlas.
Predomina el catolicismo liberal o liberalismo católico. Periodistas i
literatos arrojan a un solo molde el Syllabus i la Declaración de los
derechos del hombre. Adoran en dos altares, como ciertas mujeres
consagran al rezo la mitad del día i al amor libre la otra mitad.
Olvidan que el liberalismo católico representa en el orden moral el
mismo papel que en el orden físico representaron los lagartos
voladores de la época secundaria: organismos con alas de pájaro i
cuerpo de reptil, seres que hoi vuelan i mañana rastrean.
Muchos, con aire de emprender el décimotercio trabajo de Hércules,
cojen la pluma i disertan horas de horas sobre libertad de cultos,
sobre cementerios laicos i especialmente sobre los dos tesoros de su
arca santa, el patronato nacional i el exequatur; pero cuando se
ofrece aceptar los principios de la Ciencia positiva i aplicar sus
lójicas i tremendas conclusiones, cuando llega la ocasión de blandir
el hacha para dar el golpe recio, entonces retroceden espantados, i
¡adiós décimotercio trabajo de Hércules!
Los escritos de nuestros más audaces liberales parece bajo la cúpula
de una catedral: entre choque de vasos, vapor de vino i gritos
blasfemos, s'escucha de cuando en cuando el soplido del órgano, la
interminable salmodia de fraile soñoliento i el chisporroteo de velas
hisopeadas con agua bendita.
En fin, el diagnóstico de la literatura peruana se resume en una
línea: conjestión de palabras, anemia de ideas.
Inténtese hablar al pueblo de sus intereses i fácilmente comprenderá
que si antes se hizo todo con él, pero en beneficio de unos cuantos,
llega la hora que él haga todo por sí i en beneficio propio. Al
escritor le cumple abrir los ojos de las muchedumbres i aleccionarlas
para que no las coja desprevenidas el gran movimiento de liquidación
social que se inicia hoi en las naciones más civilizadas.
Harto se habló a la Humanidad de sus obligaciones, para que se
recuerde ya de sus derechos. ¡Abajo esas mentiras convencionales de
respeto i resignación! Todas las antiguallas respetadas, aunque no
respetables, sirvieron de cómplices a la tiranía relijiosa, política i
social. Consideramos el trascurso de siglos como una sanción, cuando,
por el contrario, los errores más antiguos merecen más odio i guerra
más implacable, porque más tiempo engañaron al hombre i más perjuicios
le causaron. Abramos bien los ojos i veremos claro: veremos que muchos
individuos nos "parecen colosos porque al medirnos con ellos nos
arrodillamos", veremos que respetamos hoi como sagradas las
abominaciones que nosotros mismos consagramos ayer, veremos que nos
conducimos como el niño que vuelve sus espaldas a la bujía i s'espanta
con la jigantesca proyección de su propia sombra.
Esa palabra resignación, inventada por los astutos que gozan, para
encadenar el brazo de los inocentes que sufren iniquidades atropellos,
debe desaparecer de todos los labios, porque resuena como sinónimo de
ultraje en el opresor, de cobardía algo de su riqueza, i veremos si
conocen i preconizan la resignación. La Tierra produce aún los frutos
necesarios para alimentar holgadamente a la Humanidad, continúa siendo
para sus hijos la madre de fecundas i preñadas ubres, i si hay hambre
i miseria en unos mientras hay hartazgo i riqueza en otros, es porque
el hambriento i el miserable, en lugar de rebelarse i combatir, se
resigna cristianamente a sufrir suerte.
Basta ya de compensaciones celestes i d'esperanzas ilusorias en una
justicia sobrehumana, basta de narcóticos i derivativos que
desalientan para l'acción, relajan la enerjía i convierten al hombre
en la eterna víctima del hombre. Nadie se halla en la obligación de
sufrir para que otros gocen, de ayunar para que otros coman, de morir
para que otros vivan. Por el contrario, los desheredados tienen
derecho de usar todos los medios para sustraerse a su desgraciada
condición. ¿Porqué desmayar de hambre a las puertas del festín, si
violentando la entrada se consigue manjar i sitio para todos? Los
despojos sociales nacieron de la violencia, se fundan en la violencia
más o menos solapada, i combatirles violentamente es ejercer el
derecho de contestar a la fuerza con la fuerza.
El respeto i la resignación pueden haber llenado el martirolojio
romano i el cielo; pero sólo el irrespeto i la rebeldía conquistaron
la Naturaleza i cubrieron de flores el camino de la Humanidad. Un solo
acto de rebeldía suele producir más bienes a la especie humana que
todas las resignaciones i todos los respetos. Donde irradia un foco de
luz, donde se derrumba una preocupación o un error, donde surje algo
que sublima, el pensamiento i ensancha el corazón, estemos seguros que
ahí corrieron el sudor i la sangre de algún irrespetuoso i de algún
rebelde.
I ¿a quién le cumple más que al escritor la indisciplina i insumisión?
El debe marchar siempre a la cabeza de los insumisos e
indisciplinados, tan ajeno a los aduladores del Poder como a los
cortesanos de la muchedumbre. Para demandar justicia no aguarda hora
propicia ni ocasión favorable, sino que la exije siempre en todo
lugar, principalmente cuando se corre peligro al demandarla i cuando
todos tiemblan i callan. I en esto se diferencia del político.
Los políticos de profesión, los que se desvelan por ganarse
prosélitos, hablan siempre con atenuaciones, circunloquios i
estratajemas, mientras que el hombre verdaderamente libre lanza el
pensamiento en su más cruda integridad, sin que le importe nada herir
los intereses de las clases acomodadas ni sublevar la cólera de
agrupaciones ignorantes i fanáticas.
II
Muchos pueblos, al sufrir un descalabro, guardan la fuerza
d'elasticidad suficiente para regresar al punto de la caída. Nosotros,
vencidos por Chile, permanecemos colados al suelo como sustancia
glutinosa.
Da grima ver el apego senil al camino trillado, el culto sin
disidentes a la diosa rutina, el respeto servil a hombres huecos e
instituciones apolilladas, a mitos aéreos i entidades metafísicas. En
tanto que nuestros vecinos marchan al trote o a la carga, nosotros no
salimos de marcar el paso.
Aquí no vivimos como hermanos, a la sombra del mismo techo, respirando
el mismo ambiente i amando las mismas cosas, sino disputándonos un
rayo de Sol, como jitanos en feria; tratando d'engañarnos
sórdidamente, como tahúres en mesa de garito; odiándonos interiormente
con el rencor implacable de oprimidos i opresores.
A juicio de Bolívar, "no hay buena fe en América ni entre los hombres
ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones
libros, las elecciones combates, la libertad anarquía i la vida un
tormento". En el Perú de hoi, no existe honradez privada ni pública:
todo se viola i pisotea cínicamente, desde la para de honor hasta el
documento suscrito. La vida política se funda en fraude, concusión i
mentira; la vida social se resume en la modorra egoísta, cuando no en
la guerra defensiva contra envidia, calumnia i rapacidad del vecino.
En todo país civilizado funcionan grupos homojéneos o, cuando menos,
se bosquejan embriones de partidos con sus hombres i sus credos:
nosotros no conocemos armonías de cerebros, sino alianzas de vientre.
No poseemos elementos individuales que reunir en un cuerpo solidario i
compacto, porque los ciudadanos útiles i probos esquivan la lucha, se
sustraen a l'acción i viven acurrucados en el carapacho de su yo. El
malo triunfa i manda, hace i deshace, mientras el bueno resume su
filosofía en cuatro palabras: tranquilidad en la dijestión.
¿Qué tenemos? En el Gobierno, manotadas inconscientes o remedos de
movimientos libres; en el Poder judicial, venalidades i prevaricatos;
en el Congreso, riñas grotescas sin arranques de valor i discusiones
soporíferas sin chispa d'elocuencia; en el pueblo, carencia de fe
porque en ninguno se cree ya, egoísmo de nieve porque a nadie se ama i
conformidad musulmana porque nada s'espera. Pueblo, Congreso, Poder
judicial i Gobierno, todo fermenta i despide un enervante olor a
mediocridad. Abunda la pequeñez en todo: pequeñez en caracteres,
pequeñez en corazones, pequeñez en vicios i ¡crímenes.
El escritor no s'exime del envilecimiento jeneral. ¿Dónde la boca
libre que hable a las multitudes como se las debe hablar? ¿Qué
publicista rompe la mordaza de oro? ¿Qué poeta truena con la cólera
enjendrada por el odio al malo? El escritor que paladea la miel de un
cargo público, enmudece o aplaude; el diarista que inútilmente husmea
las migajas del erario nacional, vocifera i ataca: con rarísimas
escepciones, sólo hai cortesanos rastreros u opositores despechados.
Los que distribuyen la propina i marchan, como ídolos de la India,
contemplando a sus pies una muchedumbre de creyentes arrodillados,
esos saben lo que significan las reverencias del periodista en el
editorial, las congratulaciones del profesor en el discurso
universitario i las lágrimas del poeta en la corona fúnebre.
Como profesamos un liberalismo a flor de piel, como nos hicimos al
grillete del colono, ignoramos hacia dónde tenemos que ir i no
acertamos ni a mover los pies con desembarazo. La independencia nos
abruma, como una montaña de plomo. Se diría que lamentamos la
esclavitud perdida, como pájaros que, lanzados aire por un descuido
del amo, regresan a revolotear i piar en derredor de la jaula.
Siguiendo la tradición de los autores cortesanos que elejían sus
Mecenas entre los duques i los marqueses nosotros mendigamos
patrocinio i renta de Gobiernos, Congresos i Municipalidades. A la
mendicidad de los individuos responde la mendicidad colectiva: las
sociedades libres demandan subvenciones carácter oficial. Somos los
hermanos mendicantes de la Ciencia i de la Literatura.
Mas, sería mui aventurado afirmar que nuestra miseria social venga
esclusivamente de la guerra con Chile: cierto, la derrota apoca, pone
en relieve todos los vicios del vencido, infunde gran desaliento en
los ánimos, pero no cambia súbita i radicalmente el modo de ser de una
sociedad; una conquista duradera u ocupación secular es una
inoculación, una guerra de pocos años, una simple sangría. Podremos
estar anémicos, mas ¿por qué grenados? Lo natural habría sido que,
pasada la guerra, hubiera venido la reacción.
Cunde hasta el servilismo internacional: las agrupaciones literarias i
científicas tienden a convertirse en academias correspondientes de las
reales academias españolas. Literatos, abogados i médicos, vuelven los
ojos a España en l'actividad vergonzosa de mendigar un título
académico. Lacayos del mundo intelectual, nuestros médicos, nuestros
abogados i maestros literatos, se pavonean con las medallas o emblemas
de las corporaciones españolas, como los antiguos esclavos de casa
grande se contoneaban i crecían con la librea del amo.
En resumen, hoi el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus.
III
Ardua tarea corresponde al escritor llamado a contrarrestar el influjo
del mal político: su obra tiene que ser de propaganda i ataque. Tal
vez no vivimos en condiciones de intentar l'acción colectiva, sino el
esfuerzo individual i solitario, acaso no se requiere tanto el libro
como el folleto, el periódico i la hoja suelta. Pero actúese personal
o colectivamente, de nada serviría la más fogosa propaganda si no
viniera simultáneamente con el ataque decidido a política i políticos.
¿Qué fué nuestra política? El arte de gobernar a los hombres como se
gobierna una máquina o un rebaño. ¿Qué nuestros políticos?, sindicato
de ambiciones malsanas donde por una selección invertida predominaron
como flor i nata el médico sin clientela el banquero en liquidación,
el periodista sin suscritores, el hacendado en ruina, el comerciante
en quiebra, el injeniero sin contratas, el militar sin hojas de
servicios i señaladamente el abogado sin pleitos.
Por el rodadero de la política bajó todo a corromperse en charco
cenagoso i pútrido. Las más preciosas fuerzas de la Nación quedaron
desperdiciadas en discusiones de forma i de palabras, cuando no en
riñas de intereses individuales o de camarilla. ¿Qué sacamos de todas
nuestras divagaciones bizantinas? ¿Qué de todos nuestros pandillajes
berberiscos? ¿Qué libertades conquistamos, después de las consignadas
en las primeras Constituciones? Sacudimos la tutela de los Virreyes i
vejetamos bajo la tiranía de los militares, de modo que nuestra
verdadera forma de gobierno es el Caporalismo. Emancipamos al esclavo
negro para sustituirlo con el esclavo amarillo, el chino. El
substrátum nacional o el Indio permanece como en tiempo de la
dominación española: envuelto en la misma ignorancia i abatido por la
misma servidumbre, pues si no siente la vara del Correjidor, jime bajo
la férula de l'autoridad o del hacendado; si no paga tributo en oro,
da contribución en carne; si no muere en la mina, sucumbe en los
campos de batalla. Hasta vamos haciendo el milagro de matar en él lo
que rara vez muere en el hombre: la esperanza. La historia nacional se
resume en pocas líneas: muchas reformas políticas en cierne, adelantos
sociales casi ninguno, es decir, estancamiento; porque la civilización
de una sociedad no se mide por la riqueza de unos pocos i la
ilustración de unos cuantos, sino por el bienestar común i el nivel
intelectual de las masas.
I sin embargo, la política resume todo el ideal de la juventud.
Salidos apenas de las universidades, ¡qué!, hasta en los bancos del
colejio, los adolescentes refrenan sus arranques de libertad, se
adaptan a las pequeñeces del medio i adquieren todos los refinamientos
i malicias del cortesano envejecido con la adulación i la mentira. No
les pidamos el noble sentimiento de independencia, nada de lo que en
otros países constituye el patrimonio de las almas recién abiertas a
la conciencia de la vida. Su físico mismo les caracteriza: la humildad
del semblante, la curvatura del cuerpo, la sumisa inflexión de la voz,
denuncian al hombre destinado a momificarse bajo la piel de un
senador, de un ministro, de un juez o de un mero empleado. Que la
política no se diferencia de la majistratura ni de l'Administración o
empleomanía i parasitismo: del cargo público se sale a la política, i
de la política se vuelve al cargo público, de manera que los tres
poderes públicos deben ser considerados como talleres donde se fabrica
el artefacto nacional: el empleado. Como hubo castas en Indias i
maestrías en la Edad media, así hai en el Perú familias de
presupuestívoros o empleados por herencia secular. Para esas familias
toda profesión, toda carrera, toda industria son estaciones para
llegar a la Caja Fiscal. Hombres que en artes, ciencias o industrias
hubieran dejado una huella luminosa, malograron sus buenas cualidades
i en lo mejor de la vida se hicieron inválidos de la intelijencia. A
las puertas del Congreso, de Palacio i de las oficinas públicas,
deberíamos repetir las lamentaciones del poeta inglés en el cementerio
de un'aldea.
Si la política es el mal, si el política es el enemigo ¿ha de
concluirse que el escritor viva encerrado en sí mismo, ajeno a las
evoluciones de su país, como ser caído de un astro superior? Por
escluirse un hombre de la política ¿deja de verse influido i
arrastrado por los acontecimientos? Cuando un partido retrógrado
invade el Poder i promulga leyes restrictivas del la libertad de
imprenta ¿no sufre daño directo el escritor? Quien vive cerca de un
pantano, lejos de querer prescindir de los miasmas, trata de aplicar
el drenaje a las aguas detenidas. Aún más, aunque un hombre se libre
de un perjuicio ¿no le sufren los otros? Por un egoísmo cobarde i frío
¿dejaremos desencadenarse el aluvión porque arrastra al vecino sin
amenazarnos a nosotros. Si algo debe lamentar el hombre que siempre
manejó una pluma es no haber consagrado los mejores años de su vida a
colaborar en una obra de rejeneración social, i si de algo puede
congratularse i enorgullecerse un escritor es de haber emitido una
idea fecunda, estirpado un error o introducido un rayo de luz en algún
cerebro nublado por las preocupaciones de casta i secta. "Cuando
empecé a escribir, dice Zola, tuve un extraordinario desprecio de la
política...Eso que era en mí la opinión simplista de un poeta
exasperado, se me figura hoi la cosa más pueril i más imbécil...La
política se me ha presentado como lo que es en realidad, como el
enardecido campo donde se lucha la vida de las naciones, donde se
siembra la historia de los pueblos para las futuras cosechas de verdad
i de justicia. He comprendido que los espíritus , más elevados pueden
evolucionar ahí, realizando la mejor de las tareas: el bien de los
otros".
Si alguien tiene obligación i derecho de inmiscuirse en las
discusiones políticas, es el escritor, no para quedar oscurecido i
anulado en ellas, sino para iluminarlas i ensancharlas; no para
defender una legalidad de convención i mentira, sino para descorrer
anchos horizontes de justicia; no para divagar sobre interpretaciones
de leyes o subsistencias de formas tradicionales i pueriles, sino para
elevar las cuestiones políticas al rango de cuestiones sociales.
Sereno entre el desencadenamiento de las malas pasiones i de los bajos
instintos, indiferente a los cambios personales que no entrañan
reformas provechosas a las muchedumbres, el escritor defiende al
oprimido contra el opresor; en las horas de más envilecimiento de los
pueblos i de tiranía de los poderes hace oír una voz de humanidad i de
justicia. El político de profesión es soldado que en la humareda del
combate no ve más allá del estrecho círculo que le rodea; el escritor
es vijía que desde una eminencia sigue las evoluciones de los
ejércitos i prevé mejor el resultado final de la batalla.
Nada tan mezquino de miras como un hombre eternamente, confinado en la
política. Si fiel a su partido se ajita en órbita de microbio, no
concibe nada más allá de su grupo i realiza una obra de interés
personal o d'egoísmo; cuando no, rencores i venganzas; s'infiel a sus
correlijionarios, va de agrupación en agrupación ejerciendo el
ignominioso papel de tránsfuga i merodeador público. Hasta el gran
estadista, el modelo de jenerosidad i nobleza, el prototipo de las
llamadas virtudes cívicas, descubre algo irreductible i maquinal que
infunde antipatía: es siempre el hombre del buen éxito, de la cosa
juzgada i de la razón d'Estado. Sacerdote laico, todo lo sacrifica en
aras del Dios-Estado, como el clérigo católico lo inmola todo en
holocausto del Dios-Iglesia. Aunque se jacte de librepensador i ateo,
es el peor fanático de la peor de todas las relijiones, pues tiene su
Gran Fetiche en el Estado, su papa en el Jefe del Poder Ejecutivo, su
Concilio ecuménico en el Parlamento, sus Santos Padres en la
Majistratura, su Biblia en la Constitución i las leyes.
Por eso, cuando se intenta amenguar el mérito de un escritor diciendo:
ese hombre no es político, tradúzcase en esta frase que implica
un'alabanza. Ese hombre es a la política como el bisturí a la carne
fungosa, como el desinfectante al microbio.
En compendio: el escritor debe inferirse en la política para
desacreditarla, disolverla i destruirla.
IV
Sí, los políticos son los verdaderos enemigos, i con ellos se
necesita,no sólo el ataque jeneral i en globo, sino la espurgación
individual para cojerles uno por uno i practicar una vivisección
moral. Sí, la política es el mal, i toda propaganda debe tender a
utilizar en provecho de las reformas sociales todas las fuerzas
desperdiciadas hoi en luchas i divagaciones políticas.
Aunque se escandalicen los adoradores de mitos i de fraseolojías
tradicionales, conviene prescindir de cuestiones sobre fundamentos del
Estado i principios del Gobierno i repetir con un verdadero pensador:
cualquier Gobierno, con la mayor suma de garantías individuales i lo
menos posible de acción administrativa. Al comparar las garantías que
el súbdito inglés disfruta en la Gran Bretaña con las vejaciones que
el ciudadano sufre en el Perú, se comprende que las formas de Gobierno
nada o mui poco significan para la libertad del individuo. ¿Qué vale
más: habitar en una autocracia rejida por un Marco Aurelio o en una
república gobernada por un Cáceres o un Piérola?
Hai que mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento i de su
miseria; nunca se verificó escelente autopsia sin despedazar el
cadáver, ni se conoció a fondo una sociedad sin descarnar su
esqueleto. ¿Por qué asustarse o escandalizarse? Cuanto se diga ¿no lo
palpan nacionales i estranjeros? La lepra no se cura escondiéndola con
guante blanco.
Pero de nada serviría revolcar siempre a la Nación en su propio lodo i
enconarla noche i día sus llagas, si al mismo tiempo no se levanta el
espíritu de las muchedumbres que rastrean en la costa, si no se sacude
con rudeza brutal a esos hombres soñolientos que perdurablemente
cabecean en las faldas de la Gran Cordillera, si no se da continuas
descargas eléctricas al organismo amenazado de parálisis. Se necesita
herir i punzar a las multitudes, no por el malévolo prurito de
ofenderlas i exasperarlas, sino por el jeneroso deseo de estimularlas
para el bien i enardecer el coraje para l'acción. Nada temamos que mui
pocos oigan i entiendan; cuando vibra una voz sincera i franca, los
mas ignorantes paran el oído i escuchan. Lo que se toma por
insuficiencia de las masas para comprender las ideas, debe llamarse
impotencia del escritor para darse a entender. Si el tecnicismo i las
demostraciones particulares de la Ciencia figuran como letra muerta
para el ignorante o no iniciado, las conclusiones capitales ofrecen
tanta claridad i sencillez que las entienden los cerebros de
instrucción más rudimentaria. ¿Se requiere haber estudiado a fonda
Astronomía para comprender que la Tierra se mueve alrededor del Sol?
¿Se requiere haber estudiado a fondo Historia Natural para comprender
que entre el hombre i los animales superiores no median diferencias
inesplicables? ¿Se requiere haber estudiado a fondo sociología para
comprender que la personalidad humana es sagrada i que todos poseen
derecho a su parte de aire, de luz i de vida? ¿Fueron grandes teólogos
todos los hombres que siguieron la predicación de Lutero? ¿Fueron
grandes sociólogos los soldados de Cromwell i los voluntarios de la
Revolución francesa?
Quien no se deja comprender, no sabe espresarse: el arte de la
elocuencia depende mucho de saber colocarse al nivel intelectual de su
auditorio. "Quien desprecia la multitud desprecia la Razón misma,
desde que la juzga incapaz de comunicarse i hacerse oír; por el
contrario, sólo es verdadera filosofía la que se cree nacida para
todos y profesa que todos nacieron para la más elevada verdad i deben
tener su parte della, como del Sol".