Monday, November 20, 2006

El nadir de los partidos

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
20-11-2006

El nadir de los partidos

Devastador como telúrico el mensaje que el pueblo peruano dio ayer en
los comicios municipales y regionales. Los partidos han demostrado su
declinación absoluta. No pasan de ser más que despensa de burócratas,
clubes electorales muy cuestionados y parte del status quo que apenas
se remite a la también insuficiente democracia electoralista. De haber
sido, alguna vez, elan y dínamo de cambio y vanguardia en la lucha
contra las dictaduras, los grupos políticos, han cedido, sin pena ni
gloria, en más de 90% su puesto a colectividades episódicas y
coyunturales. El nadir de los partidos ha comenzado.

¿Hay alguna clase de relevo? A simple vista, nada de nada. Los
cogollos partidarios han fracasado con sus apuestas, muchas veces
contra la opinión de sus bases. Más aún, el reciente triunfo
presidencial del Apra en segunda vuelta, demostró su delicadísima
fragilidad en el comicio de ayer. Haber perdido la alcaldía de
Trujillo tiene un valor simbólico abrumadoramente trágico pero una
señal de alerta que demanda la renovación en aquel movimiento. ¿Oirán
la diana los líderes de ese partido? O, por el contrario, como en
1980, ¿condecorarán a los generales responsables de la derrota? Están
en su derecho de hacer cuanto les plazca. No obstante aquello, hay que
decir que lo único que quedaba como aparente partido político era el
Apra. A tenor de la voz del pueblo ayer domingo, esta circunstancia no
tiene hoy confirmación concreta.

La otra agrupación cuasi barrida, salvo el sillón municipal de
Arequipa, es la dirigida por Ollanta Humala. Todo indica que su
inmenso capital de siete millones de electores se ha dispersado,
difuminado o desaparecido. Acaso convenga recordar el dicho a estas
personas: cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a
remojo. Su precariedad es evidente como incontestable.

Si el Perú actual no pasa por los partidos y se reputa a estos como
pilares básicos de la democracia, hay derecho sólido a preguntarse si
aquella democracia es de verdad o es una caricatura anémica que no
abarca al conjunto de la población nacional. La dirección electoral ha
discurrido por colectivos locales o circunscritos, lo que confirmaría
que las vertientes nacionales perdieron todo atractivo y fuerza y que
el poblador prefiere mirar alrededor suyo, prescindiendo de cualquier
campana partidaria.

No debía alegrar la circunstancia. Sin embargo, la realidad impone
patrones que debieran trocar en aldabonazos muy urgentes. Los partidos
ya no son tales, son borradores de insuficiente mensaje y palidísima
capacidad de convocatoria. Los líderes han mostrado su escasa trabazón
con las bases, no son pocos los casos en que los candidatos eran
impugnados bajo los gritos de fraude. El divorcio político entre los
partidos y sus militantes revela una enorme fractura social que
demanda cura o solución de horizonte, desde dentro y desde abajo.

¿Y de quién o quiénes es la responsabilidad? ¡De todos! Nadie puede
evadir el gran tema de disolución nacional que aqueja al país.
Pretender ignorar el asunto contribuye a su ahondamiento. Reducir todo
al clientelismo que pasa por paliativos, tampoco es una solución sino
una parada con duración limitada. Buscar la promoción de nuevos
liderazgos, construir hornadas de dirigentes morales y limpios, acaso
perfile caminos que hoy por hoy no abundan en la voránige nacional.

Ciertamente, todos tienen que entender el mensaje del electorado. De
allí debe partirse en este nuevo ciclo de la política peruana.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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