Señal de
Alerta
por Herbert
Mujica Rojas
31-5-2010
¡Masacrando al mataburro!
Hay, en los
días que corren –y con más propiedad, desde hace largos lustros- matachines
infames que fungen de periodistas o comunicadores en todos los medios. Meses
atrás oí la proclamación de “novedades nuevas” a una locutora de canal de cable
y acabo de leer que “votaban” –por expulsar a alguien- en lugar de botaban y “sobretodo”,
por dos palabras que significan otra cosa: sobre todo. Hay razones múltiples,
pues, para entender por causa de qué el castellano anda de huelga forzada en el
amplio espectro de la sociedad peruana. Aunque el fenómeno, tal como me lo
contó una ciudadana ibérica, no es privativo de la América Morena: ¡en la
mismísima España, el envilecimiento del idioma es moneda común y frecuente!
La cultura
general, norma inequívoca de que debieran ser dueños los comunicadores, brilla
por su ausencia y de repente hay expresiones hilarantes cuanto que ridículas:
“mataron al muerto”, “aprendieron” al reo, por aprehender o capturar y etc.
Esta clase de ignorancia sólo contribuye a degradar el uso del idioma,
empobreciéndolo a niveles que la lógica no explica y mucho menos cualquier
instrospección, por agudo que hubiera sido el examen.
¡Ni qué
decir en los predios parlamentarios! La política del laissez faire, confundida
con la “política de Lucifer” o invenciones como “la marsopa reivindicada a la
historia del Partido” como recitaba un vendedor de sebo de culebra que llegó en
los ochenta al Establo.
Entre los
chicos de hoy, escolares o universitarios, la gesticulación ha llegado a un
nivel de alta capacidad simiesca, lo gutural y telegrámico reemplaza el uso de
palabras y textos absolutamente distintos de sus significados reales, son muy
populares. Verbi gracia: barrunto por barrio y no por asomo o sospecha.
¿Qué
significa esta genuina subversión de valores, anti-giro de contenidos y
estupidización en la fabla popular? Simple y llanamente que la crucial masacre
cotidiana del mataburro está ocurriendo en nuestras narices, sin capacidad de
provocar airadas y constructivas reacciones y nos parecemos más cada día a los
animalitos con sus ladridos, graznidos y rebuznos.
He sido, no
pocas veces, “culpado” por la emisión de términos que, pesarosamente –así han
confesado- hizo, a mis escasos lectores, recurrir a ese librito que se llama
diccionario. Hasta –y lo he entendido con humor negro- me han responsabilizado
por hablar “en difícil”. (Menos mal que no dijeron: en estúpido).
El gran
historiador inglés Arnold Toynbee siempre se planteó, como tema fundamental de
sus asertos, el reto y la respuesta. Si el desafío periodístico, convoca,
solivianta, estimula, enseña y redime al ocasional ciudadano, hacia caminos de
más curiosidad y aprendizaje, entonces, el reto obtiene una respuesta. Si no se
entiende nada de lo que uno modestamente redacta, entonces, hay que dedicarse a
mecánico de cargadores frontales o a organizador de colectas por el Santo
Grial.
No pocos
“conferencistas” leen hoy pantallas y estimulan la repetición machacona como
fórmula “científica”. La computadora o el ordenador, como usted prefiera, tornó
herramienta indispensable para “impartir conocimientos”. Ni la modulación de
voz y, mucho menos, la lectura copiosa de citas y tomos, importa un bledo.
Basta tener a alguien hábil en Power Point y el auditorio asiente feliz viendo
a su intelectual leyendo –a veces en forma deplorable- sentencias cortas para
que puedan ser entendidas. Lugares comunes y de la más alta vulgaridad que
decía un famoso economista amigo de Marx. (Casi estoy seguro que algunos imaginarán
que Groucho o Karl están en el panel de opciones).
Y con el
propósito de evitar la acusación de críptico, debo decir que en la cuita
periodística mataburro designa al diccionario.
Días, los
de nuestros tiempos, en que el mataburro resiente una masacre como la de San
Valentín en Chicago o la de San Bartolomé en París.
C’est la
vie!
¡Atentos a
la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos
al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos
el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el
talento salvará al Perú!
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