Señal de Alerta
18-10-2022
Bocatanes e irresponsables
La llamada “denuncia constitucional” que formuló la Fiscal
de la Nación, Patricia Benavides, rompió los diques de cualquier prudencia y
bocatanes e irresponsables salieron desde todos los rincones a pontificar,
salmodiar y alabar la supuesta bondad justiciera del asunto de marras.
Abogados lenguaraces los hay para todos los gustos. No basta
con 200 años de garrulería y citas, oficios y partes, embargos y
ajusticiamientos, se trata –ahora- de castigar las faltas del presidente Pedro
Castillo.
Sin acusaciones o procesos, solo por el dicho de tal o cual,
convenientemente difundidos por los miedos de comunicación en su inmensa mayoría
alineados con los mafiosos, es “imprescindible” vacar al jefe de Estado.
Que don Pedro Castillo ha incurrido en yerros monumentales y
que se ha rodeado de impresentables que muchas veces parecen no tener hojas de
vida sino prontuarios que afearían cualquier gestión, no hay la más mínima
duda. De otro modo no estaría en tantos y tan burdos problemas.
Inferir automáticamente que eso lo hace culpable y
recipendiario de todos los graznidos y aullidos en forma de insultos, es una
estupidez de sublime mediocridad. A todos corresponde el debido proceso y eso
comienza con los recaudos que otorguen solidez a las acusaciones. ¿A qué
juicios ha acudido el presidente Castillo?
Perú no es un tribunal en que abogados pueden expedirse a
sus anchas y pronunciar lo que se les venga en gana con tal de justificar las
más desopilantes tesis. Aquí no gana el derecho, la presea se la lleva el
vociferante, el aturdidor, el hampón que pretende que su “verdad” sea la única
referencia.
Inmensa responsabilidad toca a la SubComisión de Acusaciones
Constitucionales que está calificando la “acusación constitucional” presentada
por la Fiscal Benavides. Si leen sus integrantes con atención y escrúpulo,
comprobarán que la valla terminal planteada por el Art. 117, es imposible de
ser birlada.
Y son pocos los días que nos separan de un razonamiento
sereno y apropiado de una atrabiliaria aquiescencia que puede desencadenar
turbulencias. Es pertinente recordar que quien siembra vientos, cosecha
tempestades.