Prevaricato, cinismo y amenaza
de dictadura
por Luis Alberto
Salgado; luissalgadot@aol.com
14-6-2016
Grave atentado
contra nuestra incipiente y ya débil democracia. Respuesta de los pueblos debe
darse en la segunda vuelta del 5 de junio
La primera
conclusión grave del resultado electoral del domingo, en perjuicio del Perú, es
que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), con sus decisiones aberrantes,
injustas y contra derecho - como lo
denunciamos en su momento -, en los hechos, ha terminado imponiéndole arbitrariamente al país
los 71 congresistas del fujimorismo, dándole a esa agrupación en el Congreso
una ilegítima mayoría absoluta, de la cual carece, de lejos, a nivel nacional,
entre los pueblos del Perú.
Abstenciones, Votos en Blanco,
Nulos y Viciados: 8´075,929, cifra sin precedente
Basta dar una mirada
atenta a las cifras oficiales emitidas por la ONPE en cuanto a los millones de
ciudadanos que se abstuvieron de votar (5´052,676), a los que decidieron votar
en blanco (2´145,015), y quienes decidieron anular o viciar su voto (878,238),
sin lugar a dudas, porque tenían una opción diferente y en protesta por las
resoluciones y conducta de los miembros del JNE, para concluir que las del
domingo 10 de abril han sido unas elecciones dolosamente irregulares, que han
violado los derechos políticos de millones de ciudadanos, e, inclusive, de
quienes sí emitieron válidamente un voto por lista concreta pero que, por efecto del impasse generado por la
autoridad electoral, ha terminado desnaturalizando completamente y alterando
sustantivamente la representación nacional en el Parlamento. Esto ha sido hecho con plena conciencia y
voluntad y fue el resultado al suprimir indebidamente las candidaturas
presidenciales de César Acuña y Julio Guzmán.
De 22´901,954 peruanos hábiles para votar,
sólo han asistido a las urnas el domingo, 17´848,278 y, de ese número,
han votado por lista presidencial concreta 14´819,868 personas. Es decir, los 5´902,657 votos de K. Fujimori sólo
representan algo más del 25 % (la cuarta parte del electorado nacional) y el 33.07 % de los votos válidamente
emitidos. ¿Dónde está la “aplastante mayoría” que pretende arrogarse el
fujimorismo y cuál es el sustento de decir que “los pueblos han dado mayoritariamente” su respaldo a la señora
Fujimori?.
Formulamos necesariamente
estas preguntas pues las implicancias políticas y la aceptación de las falacias
subyacentes implican las frases cliché de un “triunfo rotundo del fujimorismo” y sobre un presunto “hecho
consumado”, como pretenden algunos interesados, pueden tener graves
consecuencias para toda la ciudadanía y sus derechos fundamentales, así como
para la integridad de nuestra incipiente y débil democracia. Y cómo no, para
las llamadas “minorías” (que en conjunto son la inmensa mayoría) dentro y fuera
del Congreso y, por supuesto, inclusive para los millones de ciudadanos que se
abstuvieron de votar y los que lo hicieron en blanco o anularon y viciaron su
voto fruto de su comprensible indignación ciudadana.
Los anteriores datos y cifras
no pueden, ni deben ser tomados a la ligera, pues la frialdad de los números,
reflejan realidades políticas y sociales concretas aunque con su propio
dinamismo, y expresan, a su vez, a seres humanos, hombres y mujeres de todas
las edades, que probablemente, en las presentes circunstancias aún no han
sopesado las consecuencias de que un grupo minoritario del país se arrogue soberbiamente,
facultades y poderes, de manera absolutista y dictatorial, con el cuentazo que “la democracia
es el gobierno de la mayoría”, como acaban de adelantar los señores Hugo
Becerril y Cecilia Chacón, que anuncian con claridad, y con poca vergüenza ,
cuál será el comportamiento del fujimorismo en caso que la señora Keiko
Fujimori, gane en la segunda vuelta contra Pedro Pablo Kuczynski.
Algunos analistas
presuntos o historiadores “pragmáticos”, tienen el desparpajo de anunciar que da lo mismo quién gane el 5 de junio y que
cierto sector vinculado a lo que
consideran “izquierda” no debería comprometerse e incluso podrían votar
por Fujimori. Aparece con esto la vena oportunista e irresponsable que se
sustenta en aquella falacia violentista de “agudizar
las contradicciones para acumular fuerzas y acelerar el siguiente paso
revolucionario”, es decir, mientras peor para todos, mejor para ellos. Muy
cerca al “razonamiento” senderista de los 80 de destruirlo todo para después “empezar a construir”, sólo que en este
caso con un elevado nivel de hipocresía para aprovechar lo que llaman “los resquicios de la democracia”. Se
autodescalifican ante las fuerzas democráticas y ante el razonamiento
democrático fundamental de defensa integral de los derechos humanos para todos
en toda circunstancia.
Pues, finalmente,
aquí no se trata de decidir sólo una variante del modelo económico neoliberal,
facilitado por el fracaso y debacle de los regímenes de Toledo, García y
Humala. Se trata de que también están en grave riesgo no sólo los derechos
económicos y sociales, laborales, a la salud, a la educación y a la seguridad
social, sino también los llamados derechos políticos, y el fundamental de todos:
derecho a la vida, a la integridad y a
la dignidad de todos los peruanos.