Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
26-1-2023
¡Perú en los hechos, es un país ocupado!
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La prensa concentrada
tiene sólo un discurso e inventa rebrotes terroristas, cargamento de armas y
hasta la presidente Dina Boluarte, sobre hechos no confirmados y
extraoficiales, habló de los “ponchos rojos”.
Raro país el nuestro en
que las medias verdades sirven para la toma de decisiones y, en este caso, para
la mano dura, el “escarmiento” a los protestantes y se sienten ofendidos los
del gobierno cuando las protestas en todo el mundo demandan el cese de la
violencia del Estado.
La PNP entró a las malas a
la Universidad San Marcos, maltrató, humilló, apresó a 193 estudiantes y al día
siguiente dejaron ir a ¡192! porque NO tenían nada contra ellos. Torpeza inaudita.
No pocas “personalidades”
con llanto y queja piden que “salga el Ejército” para, supuestamente “recuperar
el orden”. Que el estado de cosas está alterado, no hay la más mínima duda. Que
las balas a diestra y siniestra, de abrirse esa pseudo opción, del soldado que
no tiene mayor criterio, maten inocentes, ya hay muestra en las más de 60
bajas.
Con estado de emergencia,
toques de queda y suspensión de garantías Perú es en los hechos un país ocupado
por la violencia de un Estado sin rumbo que no atina sino a despropósitos. La
última afirmación de doña Dina negando a Puno su peruanidad, es de aciaga y
monumental torpeza.
¿Se expiden los miedos de
comunicación s con independencia ajena a la publicidad que paga el Estado? La
respuesta es inequívoca: ¡de ninguna manera!
El poder real, el fáctico,
el que mueve los hilos incontrastables que mandan en la burocracia, en los resortes
efectivos de cómo se produce la dinámica de un Estado, sufraga con pingues
dólares a cualquier gobierno y financia, también, a los que se erigen en ocupadores
mediáticos que abundan en canales, periódicos y radioemisoras.
Sólo son “creadores de
opinión” los que están de canal en canal, de radio en radio y son
entrevistados, los mismos, en todas partes y entre ellos se regalan elogios y
practican un auto-bombo deleznable como en la peor época de cualquier
dictadura.
Los hombres o mujeres de
pensamiento nacional independiente, son silenciados, acallados, ignorados. Y
cuando hay que mencionarlos, entonces, se les cubre de dicterios, calumnias,
intenciones subalternas, porque chocan con el status quo que manda
imperativamente no permitir el “ruido
político”.
Los que disienten son
etiquetados de pro-senderistas, violentistas, comunistas y de todo, como si
pensar fuera una trasgresión y señalar la barbarie e ignorancia, una falta de
lesa humanidad.
Años atrás, en su prólogo
al libro Las veleidades autocráticas de Simón Bolívar, del tempranamente
desaparecido embajador Félix Calderón Urtecho, escribió Alfonso Benavides
Correa, el integérrimo patricio, historiador y ex parlamentario de las grandes
causas, unas líneas que considero fundamental reproducir:
“¿Será una trágica
constante, al cabo de años de apostolado, de no evadir los temas esenciales del
drama, luciendo el coraje moral de estar contra los mandarines, tener, sin prensa adicta, un atardecer
escéptico por el silenciamiento?”.
Presas las grandes
mayorías de minorías mediocres y oligárquicas, enceguecidas en su afán
dinerario de concesionar o regalar todo lo que aún queda de patrimonio,
afiebradas por cumplir con los patrones sin pensar en el horizonte de la
historia ni el futuro antropo-socio-geográfico de una nación con 33 millones de
habitantes, estamos casi al garete.
La comunicadocracia,
estupidez que junta a todas las sangres de oportunistas, sangrones, cómplices y
vividores, en alaridos pseudo-democráticos en defensa de un desarrollo parcial y
sesgado.
¿No hemos visto que, a los
compatriotas llegados a Lima a expresar su protesta, por el sólo hecho de
serlo, se les ha tildado con grosería y racismo reprobable?
El país urge de acuerdos
de consenso y equilibrio y con participación y responsabilidad de todos. La
situación actual sólo favorece al gobierno que maneja los medios económicos. Y
no olvidemos que también las armas para el ejercicio de lo que llaman
“violencia legítima”.
Pero el pueblo es más
sabio que todos los sabios y la última palabra aún no ha sido dicha. En ello
estriba el drama del que Perú ha sabido renacer en no pocas oportunidades, pero
no por espontaneísmo sino por dedicada y esforzada obra de sus mejores y más
pacientes soldados que de ser anónimos obreros, tendrán que pasar a ser los
grandes capitanes de la regeneración nacional.
La otra salida es la
muerte lenta, penosa, sin gloria, carente de futuro, ciega de ambiciones de
cualquier naturaleza, opaca y ruin.