Dependencia crónica
hacia verdugos atenta contra denuncia de feminicidios
por David Auris Villegas; davidauris@gmail.com
18-1-2019
A pesar de una batería de leyes cada vez más enérgicas en
nuestro país, seis mujeres fueron liquidadas por las manos del hombre, cinco de
ellas por “sus parejas” en los últimos 13 días del año y, según estudios,
solamente el 27% de maltratos físicos son denunciados, amén de los maltratos
sicológicos, probablemente a causa del síndrome de Estocolmo, temor o
dependencia crónica hacia sus verdugos.
Desatendiendo la voz contra el feminicidio, Ni Una Menos surgido en Argentina,
miles de hombres peruanos que alguna vez juraron amarla, han convertido en
campo de batalla el cuerpo de su pareja, cuya escalada de violencia inicia,
como afirman los especialistas, en la etapa del enamoramiento, concluyendo
muchas veces con la dramática muerte.
Este fenómeno arremete el escenario de los derechos humanos,
convirtiéndose en crimen contra la humanidad, generando como saldo: huérfanos y
huérfanas marcados por el resto de sus vidas, costo emocional elevado y ancla a
nuestro país en el subdesarrollo, como la máxima expresión de una educación
machista alejada de lo ético.
El sistema educativo peruano aún no ha desplegado sus
bondades en los hogares, que es ahí donde la permisividad social como el
micromachismo germina en la vida del futuro ciudadano, apoyado poderosamente
por los medios de comunicación como internet y la televisión de señal abierta
que ven a las mujeres como núcleo de negocios publicitarios.
Ante esta naturaleza violenta del ser humano, surgen voces
desde el campo de la psicología recomendando el trabajo preventivo,
fortaleciendo la salud mental; del campo educativo, la nueva currícula pretende
educar preventivamente a los estudiantes y el campo jurídico, trata de
endurecer las leyes; sin embargo, las estadísticas abrumadoramente muestran un
constante crecimiento del feminicidio.
Ante este escenario,
la pedagogía ética como enfoque transversal en la educación a lo largo de
la vida, debe insertarse en la currícula del sistema educativo, con el objetivo
de empoderar a los seres humanos la práctica de igualdad de género desde la
familia, el hogar y la sociedad, anclando el ejercicio de la regla de oro,
“tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen.”
Asimismo este enfoque recomienda la construcción pedagógica
del cambio cultural en todas las relaciones interhumanas, como las buenas
prácticas de convivencia, alejada de un lenguaje vertical y tóxico, siempre
poniéndose en el lugar de esa otra persona, apelando a una relación de respeto
y sinceridad en la vida cotidiana.
Finalmente, creemos que poniéndonos a salvo de personas
tóxicas, a través de nuestra cultura ética preventiva y con la ayuda de la
familia, evitaremos ser parte de la estadística.