El valiente periodista Benjamín Saldaña Rocca
por
Ernesto Gamarra Olivares; ernestogamarraolivares@hotmail.com
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3-2-2021
Cuando
circula en Lima la edición de “La Sotana” del día 28 setiembre de 1900,
Benjamín Saldaña Roca, su director, no era un personaje desconocido. Por
el contrario, mucha gente conocía de él y no precisamente como periodista. Estaban
enterados de su trayectoria en otras actividades. Benjamín Saldaña había
participado en batallas durante la Guerra del salitre que enfrentaron al Perú y
Bolivia contra Chile y en donde con el grado de capitán de nuestro ejército, tuvo
una destacada participación, por lo que fue condecorado.
Pero
además de su desempeño durante la guerra, en que se conoce combatió en los
episodios de San Juan y Miraflores e incluso en la batalla de San Pablo durante
la resistencia contra la ocupación chilena del mariscal Andrés Avelino Cáceres,
ocupó luego, el cargo de Inspector en la Aduana de Mollendo.
Su
vida, que no duró muchos años, la dedicó integramente luego de lo narrado, al
periodismo y vaya, que fue prolífico en dicha actividad como veremos luego.
Llegó
a fundar, dirigir, escribir y difundir siete publicaciones. Tres de ellas
en Lima y el resto en diferentes partes del Perú. Las primeras se llamaron “El
fósforo”, “La Pampa de Tebas” y “La Sotana” tuvieron distinta periodicidad. Luego,
de lo producido en Lima, continuó su labor con dos semanarios en Iquitos y
otros dos en Cerro de Pasco ciudad en donde muere el 17 de abril del año 1912 a
los cincuenta y dos años.
En
Iquitos capital de Loreto, aparece “La Sanción” como un semanario comercial,
político y literario que luego se convierte en quincenario que editó por más
tiempo que otras publicaciones y que junto con “La Felpa” denunciaron las
atrocidades cometidas por los caucheros contra las tribus originarias de la
Selva.
Pero
volvamos a Lima y a la aparición de “La Sotana” el día 28 de setiembre de 1900,
sale esa edición, con un titular que remeció el ambiente político y a la vez,
generó la indignación del pueblo: “CRIMEN DE LESA PATRIA UN MINISTRO LADRON”. En
la carátula, portada y primera página de “La Sotana” se daba cuenta de una
denuncia contra el ex ministro de Hacienda, Mariano Belaunde, del gobierno presidido
por Eduardo López de Romaña, según la cual, Belaunde, cuando todavía ocupaba el
ministerio, había tomado un dinero del presupuesto nacional destinado a la
compra de armamento en Francia cambiándolo por letras de cambio de su casa
comercial dedicada a la venta de cueros y lanas.
Saldaña
no se conformó con denunciar los hechos en su semanario, siguió dando batalla
luego de esa publicación por lo que consideraba una traición y convoca él mismo,
a una manifestación para el día siguiente 29 de setiembre de 1900 logrando
reunir lo que para esos tiempos era una multitud. Efectivamente asistieron tres
mil personas a la Plaza de Armas a protestar y obligaron al presidente López de
Romaña, a salir al balcón de Palacio, sin que sus palabras lograran calmar a la
multitud que pedía la cabeza de su ex ministro y paisano Mariano Belaunde.
Durante todo ese día y hasta horas de la noche, los convocados a protestar
dieron vueltas por toda la ciudad, que en esos tiempos no era tan extensa
llegando incluso gran parte de los revoltosos, hasta el Cuartel de Santa
Catalina en donde ya se encontraba detenido Belaunde.
Pero
Saldaña se hace realmente célebre, siete años después. Ya viviendo en la ciudad
de Iquitos, denuncia el 9 de agosto del año 1907, el abuso que cometían
los caucheros y en particular, Julio César Arana del Aguila en contra de los
pueblos aborígenes de la Selva. Saldaña, incluso se presenta ante el juez del crimen
de esa ciudad y pone en su conocimiento los abusos cometidos por los
explotadores del caucho quienes habían asesinado a treinta mil miembros de
la tribu de los Witotos o Huitotos en la zona de los ríos Putumayo y
Caquetá en la frontera del Perú con Colombia.
Ya
no salía “La Sotana” y el periódico que como los anteriores en realidad no eran
de periodicidad previsible, que dirigía en ese momento, se llamaba “La
Sanción” y es la edición correspondiente al 9 de agosto de 1907 en donde por
primera vez aparece la denuncia contra la Casa Arana, firma que luego
se convertiría en ¨The Peruvian Amazon Rubber Co. Ltda.” que luego se
llamaría simplemente Peruvian Amazon Co.
Saldaña
detalla los abusos y la explotación inmisericorde de los nativos de las
tribus de la Amazonía y en particular los Witotos. La denuncia periodística
y luego la denuncia ante las autoridades de Iquitos, surtió efecto a tal
punto, que un juez dictó doscientos treinta mandatos de detención que nunca se
llegaron a ejecutar por la influencia y presión ejercida sobre las
autoridades que lograron que un tribunal superior las suspendiera, los empresarios responsables
de la matanza tal como ha ocurrido en nuestro país muchas veces, pusieron el
oro en uno de los platillos de la balanza que representa a la justicia.
Inclinándose ésta a su favor. Sin embargo, no sería justo dejar de recordar a
dos jueces y un fiscal que intentaron por todos los medios hacer justicia. Los
jueces Carlos A. Valcárcel y Rómulo Paredes fueron los que ordenaron las detenciones,
teniendo el primero que huir al Brasil ante las amenazas de muerte que sufrió,
lo mismo que su familia. José Salvador Cavero Ovalle era el fiscal supremo que
dispuso la investigación contra Arana demostrando que el brazo que había
perdido en la batalla de San Juan el año 1881, era precisamente por ser un
hombre corajudo sin miedo a los poderosos.
Pilar
García Jordán en un exquisito y detallado trabajo sobre el tema, nos da cuenta
que el juez Valcárcel es quien dicta las detenciones basado en un informe que
había preparado el juez Rómulo Paredes que lo había remplazado mientras
Valcárcel esperaba la autorización para constituirse como en juez del crimen en
Loreto. La Corte de Iquitos revocó las 250 órdenes detención dispuestas y no
contenta con ello, incluso abre procesos contra el juez Paredes que además
publicaba un diario llamado “El Oriente”, sufriendo ambos jueces hostilización
y amenazas por el gran poder de Arana en la zona en donde había sido alcalde y
presidente de la Cámara de Comercio.
En
Inglaterra los crímenes cometidos por Arana y sus secuaces, tuvieron mayor
repercusión de la que había tenido en el Perú, y esa importancia, es gracias a
las publicaciones de los periodistas ingleses G.C. Paternoster y Walt
Hardenburg quienes a su vez, como lo ha documentado Fernando Nájar, tenían como
fuente, las denuncias formuladas por Saldaña Rocca en “La Sanción” y “La
Felpa”, Con todo ese material el diplomático británico Roger Casement
elaboró un informe que fue utilizado por el parlamento inglés para formular
acusación el año 1913 contra Julio Arana y sus empresas por los asesinatos
masivos en el Putumayo.
Paradójicamente,
peor suerte que Arana corrió el denunciante Saldaña. Fue detenido por las
autoridades de Iquitos y tuvo que salir de esa ciudad por las amenazas que
recibiera durante el año 1909. Incluso, previas a dichas amenazas y su
salida de Iquitos, había sufrido una golpiza por encargo de Pablo Zumaeta
empleado y cuñado de Arana, quien envió a un grupo de matones
a interceptarlo, quienes luego de causar destrozos en su imprenta lo
golpearon. La madrugada siguiente, se le subió a una embarcación a la
fuerza y llevado a Yurimaguas de donde él mismo, se trasladaría a Cerro de
Pasco estableciéndose en esa ciudad en donde llega a fundar otros dos
semanarios antes de fallecer.
El
poderío de Arana, no solo era en la región amazónica sino en el país entero.
Dos de sus defensores a quienes financió sus campañas electorales, llegaron a
ser elegidos senadores por Loreto el año 1912, incluso uno de ellos, Julio Ego
Aguirre Dongo, muy amigo del presidente Augusto B. Leguía llegó a ser su ministro
de Fomento y Obras Públicas cuando arreciaban las acusaciones en contra del
cauchero Arana y sus crímenes. Años después ocuparía, durante el inicio del
segundo gobierno de Leguía la presidencia del Consejo de Ministros.
Cuarenta
años después de la muerte de Benjamín Saldaña, el año 1952, moría en Lima Arana
sin que hubiera pagado por los crímenes de los que fuera acusado, llegando
incluso luego de haber comparecido ante la Cámara de los comunes de la Gran
Bretaña en 1913 a ser elegido senador suplente de la República por el
departamento de Loreto el año 1920, ocupando el cargo ese mismo año en remplazo
del senador titular nombrado ministro del gobierno de Leguía.
Muchos
son los que consideran que Arana se salvó por el estallido de la primera guerra
mundial que permitió pasar a un segundo plano las acusaciones en su contra y
también la defensa que hiciera su abogado el doctor Carlos Rey de Castro.
Mario
Vargas Llosa se ocupa de Saldaña en su novela “El sueño del Celta” y
menciona que el año 1909 lo ahogaron tirándolo al río Amazonas para que se
lo coman las pirañas. Según la novela, el culpable fue Pablo Zumaeta
cuñado de Arana. Su publicación se anunciaba como bisemanario comercial,
político y literario “La Sanción” y antes de esa publicación, editaba un
semanario con el nombre de “La Felpa”, que según Vargas Llosa fue asaltada e
incendiada la imprenta en donde se imprimían dichas revistas en la calle
Morona de la ciudad de Iquitos. Pero además de ese asalto, Benjamin
Saldaña Roca, antes había sido baleado durante su estadía en Iquitos hasta
en dos ocasiones provocándole uno de esos ataques una herida en la pierna por la que cojeó
por el resto de su vida.
Es
probable que la versión de Vargas Llosa sobre la muerte de Saldaña, no sea
la más ajustada a la verdad sobre los días finales del periodista, pero de
cualquier manera pone en evidencia, la sufrida vida de quien se atrevió a denunciar
a un poderoso empresario cauchero que cometió más crímenes que Sendero Luminoso
y no estuvo ni un solo día preso.
Tenemos
pues que luego de haber sido sindicado como el principal cabecilla de los
graves sucesos que ocurrieron en Lima a partir del 30 de setiembre de 1900
por la publicación que hiciera contra Mariano Belaunde, a una persona que a lo
largó de su vida, se caracterizaría por formular graves y bien
documentadas denuncias, pero además, sus denuncias de por sí incendiarias en
contenido, como la que apareciera en la edición de “La Sotana” contra un ex
ministro de hacienda del gobierno de López de Romaña, las presenta con
términos impactantes y como si fuera poco, añade la referencia a Carlos
Agustín Belaunde Cervantes quien tenía el grado de Coronel del Ejército y traicionó
a Francisco Bolognesi en el Morro de Arica, asociándolo con Mariano
Belaunde.
Benjamín
Saldaña Roca, claro que tuvo acusaciones en su contra y una montada campaña de
prensa financiada por Arana y sus serviles. Según Rey de Castro, las personas
que habían informado a Saldaña de los abusos, habían pretendido chantajear a la
empresa de Arana, lo que nunca fue probado así como tampoco probarían que los
gobiernos de Colombia y Gran Bretaña estaban tras las acusaciones y denuncias de
la explotación y genocidio de las comunidades nativas de la región del Putumayo
en nuestra Selva.
Nadie,
le puede quitar a Benjamín Saldaña Rocca, el mérito de haberse enfrentado a los
poderosos y de haber defendido a los nativos que estos poderosos explotaban sin
compasión alguna.
Merece
en consecuencia, un reconocimiento universal y ocupar un lugar privilegiado en
la historia.