Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
15-5-2023
El otro González Prada
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Nuestros intelectuales,
repantigados en sus sabidurías etéreas, casi siempre mudas o compradas para el
silencio proditor, suelen tener amnesia con don Manuel González Prada.
No sólo sus sentencias
hieren el pérfido presente de los privilegiados, sino que no hay hasta ahora,
en Perú y Latinoamérica, escritor de mayor fuste polémico, foete ígneo y brasa
al rojo vivo para retratar las taras que ayer, como hoy, denunciaba este hombre
integérrimo.
Pero, si no hubiera sido
por su hijo, Alfredo, gran parte de lo que dejó, no habría pasado a la
posteridad para ser tesoro de todos los hombres libres que aún habitan Perú y que
están alertas a tomar la posta del maestro don Manuel.
Escribió en Nueva York, el
29 de agosto de 1944, Luis Alberto Sánchez: “Quiero reiterar, finalmente que
todo el trabajo fundamental de descifración de manuscritos, confrontación de
textos y citas, ordenamiento y copia, se debe a Alfredo González-Prada, el más
hermoso paradigma de respeto y amor filiales que me haya sido conocer. El acicate
moral para coronar la empresa viene, como siempre, de doña Adriana, la viuda y
Animadora del Autor.
Las posibilidades
materiales de realizarla se deben, primeramente, a Elizabeth Howe de
González-Prada, hoy ya difunta, y luego, a su madre, Mrs. Minie L. Howe.
A mí no me cabe otra
función que la de afortunado testigo de tantas generosidades concertadas,
consoladora y tónica constancia de que es todavía posible hallar sobre la Tierra
abnegación, desprendimiento y amor”.
Anota Alfredo en Recuerdos de un hijo (Books Abroad,
revista trimestral de
Su estrategia consistía en
atacar y siempre atacar, sin defenderse nunca, sin replicar a su antagonista.
Ningún insulto ni calumnia lograron apartarlo de esta línea…….
Pero, entre sus escritos
inéditos, sí he encontrado un párrafo que define ésa su política de
indiferencia: Evitemos las discusiones y arrojemos la semilla dejando que el
viento la lleve donde quiera llevarla: de mil granos, uno siquiera germina; de
mil palabras, alguna despierta un eco.
El que discute, se expone
a dejarse conducir por el adversario, a descender adonde él quiera empujarnos.
Se empieza por un monólogo en las nubes, y se acaba por un diálogo en el
lodazal”.
Continúa Alfredo: “En el
Perú –uno de los más conservadores y reaccionarios países del Continente-, mi
padre sigue siendo considerado un rebelde. Combatió con persistencia y furia
poco peruanas contra la corrupción política, la hipocresía religiosa, la
injusticia social.
Más que exactamente un
rebelde, fue un inconforme, como la mayoría de los grandes escritores…… .
Y así también, por su
individualismo, su voluntario aislamiento y su apostolado solitario, mi padre
pudo repetir, refiriéndose a sus compatriotas, las palabras de Byron en el
Childe Harold: I stood, among them, but not of them (Estoy entre ellos, pero no
soy como ellos)”.
Relata Alfredo: “Vivíamos
–mi padre, mi madre y yo- en una pequeña y atrayente casita en el centro de
Lima, una casa de un piso, con su patio lleno de plantas y flores, y una gran
enredadera, en la que, por primavera, hacían los pájaros sus nidos.
La casa tenía seis o siete
piezas y espacioso traspatio. A la izquierda del patio, entrando a la casa,
había una “ventana de reja”: pequeño departamento de dos piezas, con una
ventana enrejada sobre la calle. (Esas “ventanas de reja”, que ahora están
desapareciendo de Lima, son uno de los residuos de la arquitectura
hispano-colonial típica). Fue ahí donde, por más de treinta años, vivió mi
padre (1887-1918); ahí tenía su escritorio y su biblioteca”.
Alfredo González-Prada
Vernueil, al decir de Luis Alberto Sánchez: “exquisito escritor y crítico,
dedicó todas sus vigilias a reconstruir y publicar los inéditos paternos. Se
hallaba concluyendo su tarea cuando, a destiempo y a mansalva, el Destino le
pegó un zarpazo, y se lo llevó para siempre”.
El otro González Prada, Alfredo,
había nacido en París, 1891 y murió en Nueva York el 27 de junio de 1943.
“Jamás se conocerán los motivos de su trágica muerte. Muy de madrugada, después
de haber estrechado la mano de su esposa, dio el salto desde el piso 22 de uno
de esos rascacielos que han caracterizado a Nueva York”, escribió Rafael Loredo
en
Es pues justo rescatar de
las tinieblas a Alfredo González-Prada. En un país en que hay “escritores”
debajo de cada colchón lleno de dólares y “analistas” como moscas en la
fetidez, bien conviene airear la historia y reivindicar a los justos valores de
la República.
El otro González-Prada sí
que lo era.