Incumplimientos y
promesas vacías en Zapallal, Puente Piedra
por Zully Pinchi Ramírez; zullyarlene39@gmail.com
16-4-2020
Si pudiéramos espiritualizar la pobreza ¿cómo la veríamos?
Como un conjunto de manchas fúnebres, un cementerio con tumbas abiertas llenas
de escombros con huesos y cráneos, como el último lamento de personas con
dolencia letal.
En el caso concreto de Celizeta Rosales Velázquez, de 38
años con 5 hijos y una nieta, ella emigró de Sullana, Piura, el 2003, ya que
las oportunidades laborales eran muy escasas. Llegó con el sueño limeño de dar
lo mejor a sus vástagos, ser autónoma, poder estudiar. Al no tener capital para
comprar un terreno y observar sus ahorros dispararse con el alquiler de un
cuarto, de un momento a otro vio frustrados sus propósitos y todo se fue
convirtiendo en pesadilla.
Celizeta tornó en una ciudadana que se encontró en el medio
de la nada, sin trabajo, sin casa y tuvo que emprender la aventura de “invadir”
en la punta de un cerro, en el cono de Lima, en Zapallal, Puente Piedra.
El bono de los S/ 380 soles para los sectores vulnerables
que dispuso el gobierno no ha sido recibido aún por mujeres como Celizeta que
no podía ahorrar porque comía de lo que ganaba a destajo, pues su ingreso
frecuente era entre 5 y 12 soles, dinero
que distribuía básicamente en llenar los cilindros de agua que le vendía un
vecino a 8 soles la hora, porque ¡aberración en pleno siglo XXI! miles de
peruanos viven sin servicios básicos, como la luz, por ejemplo.
Celizeta me cuenta que cada vez que sale es toda una hazaña,
ya que es madre soltera, no tiene quién la ayude a cargar las compras y debe
subir y bajar unas tres cuadras del cerro para
tomar una moto taxi que la llevará a la avenida principal y allí otro
bus hasta el famoso mercado Huamantanga.
El llamado a la autoridad es que los municipios cumplan con
las medidas que ha dado el gobierno de
ayudar a tales comunidades como el Zapallal, donde se agrava cada vez más su
triste realidad.
Sus niños están en casa, corriendo riesgo de estar
malnutridos, ya que su madre no puede salir a trabajar, solo queda esperar la
empatía y solidaridad de políticos, autoridades locales.
Personas como Celizeta se sienten abandonadas, han entrado
en pánico y desesperanza. El alcalde Samuel Espinoza Venegas no ha llevado los
víveres a su zona, en la agrupación familiar el andén divino,
Tiwinza, ¿por qué? ¿Quizás porque no están empadronados? Si es así y no son
reconocidos, son invisibles y descartados. ¿Por qué no se acuerda el
burgomaestre de la ruta de campaña que hizo en el año 2018 para obtener votos?
Cuentan los pobladores de la zona, una historia, cada semana
suben a los cerros representantes de la municipalidad a venderles pollo,
llamando con megáfonos, ironías de la vida, venderle pan a los que no tienen
dientes.
Todos ya sabemos de memoria, cómo son los actuales líderes
que gobiernan, antes de obtener el triunfo electoral prometen hasta el
cansancio y luego cuando ya están arriba, colorín colorado, si te conocí ya lo
tengo olvidado. Dicen que por los frutos los conoces, esperemos que actúen
pronto y no carguen en su conciencia comunidades que puedan enfermarse y
fallecer, todo lo que se siembra se cosecha y no se puede ser tan indolente
cuando tu trabajo depende del pueblo.
Servirá de lección para saber quiénes nos apoyan en los momentos
más difíciles y quiénes no.
Hay una gran moraleja (con la voz rota por el llanto) me
dice Celizeta: saber a quién votamos en las próximas elecciones sin dejarnos
llevar por las apariencias y los bonitos discursos.