Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
14-6-2006
La violencia nuestra de cada día
¿Será un acto pacífico, así lo determine un tribunal, que Ete-Selva y Antamina reciban dinero del pueblo impuesto en los recibos de electricidad que se pagan mensualmente a partir de este mes de junio y sin que se haya consultado al consumidor? ¡No, no lo es! ¡Es un acto de violencia burocrática, forma taimada en que se expide el poder fáctico, legal y estatal que impera en este país! Es la violencia nuestra de cada día.
¿Qué tiene de virtuoso que pandillas de diplomáticos, intelectuales claudicantes todos bien pagados- impulsen una traición flagrante y miserable como la adhesión del Perú a la Convención del Mar que cercena las 200 millas del Mar de Grau y que con ese propósito gastaran cientos de miles de nuevos soles en radio, periódicos, televisión difundiendo aquella monserga? ¡Nada, simple y llanamente una puñalada contra nuestra soberanía! Es la violencia nuestra de cada día.
¿Hay alguna fórmula de encontrar paz y felicidad en la presión gubernamental de una administración repudiada y que termina sus días en poquísimo tiempo, pero que pugna por lograr el embutimiento del TLC en el Establo, tristemente célebre por mediocre y sin ninguna representatividad, como es el Parlamento actual? ¿Quiénes son los que ya tienen promesas de empleo y sinecuras si se enfeuda al Perú a un tratado internacional que es apenas un pacto de cuarto o quinto orden para Estados Unidos? Es la violencia nuestra de cada día.
¿A quién se consultó para que este gobierno regalara el dinero de los consumidores a través de los recibos de luz y de modo mensual, y que sirvió para que se construyera o terminara de hacerlo, el gasoducto-estafa de Camisea y que está siendo investigado por sus múltiples irregularidades? ¿Están los políticos, intelectuales, líderes locales o nacionales, castrados de veras y amputados también en sus lenguas para haber guardado silencio proditor durante tantos años? Es la violencia nuestra de cada día.
¿Cómo puede ser paraíso un país en que un diplomático, casi 40 años atrás, en miserables notas reversales por las que nadie pregunta, reconociera límites marítimos con Chile cuando toda la doctrina y posición internacional del Perú es absolutamente distinta? ¿Para qué se inventó el gran pretexto de la adhesión peruana a la Convemar si no fue para tapar esa grotesca inmundicia de hacer tratos contra el Perú? ¿No es hora de pulverizar a las vacas sagradas? Es la violencia nuestra de cada día.
Cuando los políticos dicen que no dijeron lo que todo el mundo escuchó. Cuando se producen escándalos que jueces corruptos, a los que debiera colgarse de los postes en escarmiento, no sancionan porque la coima y el miedo pueden más, a cambio de sinecuras y favoritismos, hay violencia contra los derechos soberanos del pueblo de ver sanidad y limpieza en la cosa pública. Es la violencia nuestra de cada día.
Cuando traficantes profesionales de la pobreza, mercaderes que viven como ricos en nombre de los pobres, transformados hoy en recipendiarios sinverguenzas del dinero de Estados Unidos a través de sus agencias y guarecidos en sus ONGs múltiples todas farsantes- engañan al pueblo y le dan placebos pero ¡jamás! gestionan soluciones reales porque se les acaban los dólares y los placeres, se comete un crimen aunque los pretextos y la cháchara sea abundante y engañosa. Es la violencia nuestra de cada día.
Cuando la mayoría inmensa y venal de medios de comunicación calla las grandes trapisondas en que están metidos hasta el tuétano, amigotes, socios, periodistas vendidos, y sólo da cuenta de anécdotas embrutecedoras, situaciones mórbidas y no da tribuna a los reales y genuinos valores, hay un abuso monumental contra el derecho popular a escoger a sus verdaderos formadores de opinión. Que Raúl Wiener, colega y amigo, esté enjuiciado por el dueño de Expreso, por ejercer su imaginativa y denunciadora pluma contra los entuertos en que son especialistas hampones de cuello y corbata y ningún canal o medio le dé cabida para que se defienda, es también un atropello condenable y fétido. Es la violencia nuestra de cada día.
Será, como dice don Alfonso Benavides Correa en el prólogo a Las veleidades autocráticas de Simón Bolívar, obra magistral del embajador e historiador Félix C. Calderón: una trágica constante, al cabo de años apostolado, de no evadir los temas esenciales del drama, luciendo el coraje moral de estar contra los mandarines, tener, sin prensa adicta, un atardecer escéptico por el silenciamiento?.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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