Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
12-10-2024
¡El pueblo protesta con los pies!
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Los sindicatos, comandos, agrupaciones de transportistas,
como antaño los choferes agrupados, están dando clases de militancia en pos de
la derogación de las absurdas leyes represivas dictadas por el Congreso. Reivindicando
viejas tradiciones de combate popular, masas indignadas han salido a la calle.
El solo hecho que las muy desacreditadas voces del
oficialismo vía su primer ministro, policía y fuerzas armadas, pretendan con
terminología gastada, plena en canas anacrónicas, desprestigiar la efectividad
de las marchas, CONFIRMA sus éxitos.
Imposible saber si en las próximas horas los lenguaraces
ignaros del Congreso se allanarán a los reclamos de las bases. Pero sea que sí
o que no, los fundamentos para el planteamiento de nuevas luchas y
reivindicaciones, han salido a flote con franqueza y mucha valentía.
¿Quién le habrá dicho al marino Montoya que puede gritar y
aprovecharse de su episódico título de parlamentario? El líder gremial le
contestó con voz firme y gesto seguro. Le recordaron al mediocre oficial que es
el pueblo el que paga su otro sueldo y su mandato está sujeto a la
fiscalización más estricta posible.
Interesante comprobar que el nadir de los clubes electorales
está en modo terminal. ¡Ni Cristo levanta sus modorras o ambiciones minúsculas
y personales! No hay revolución, ni cambio radical, menos limpieza en la cosa
pública, ¡ni hablar de hacer las cosas bien! Los cabecillas de los clubes sólo
desean ser diputados y senadores.
Estructuras añejas, apolilladas por la inmoralidad de
dirigentes eternos que viven de los sueldos que servicios instalados venden al
usuario, pero cuyos fondos alimentan la hoguera inmensa de una corrupción que
no tiene quien la detenga. Los gatos están de despenseros.
¿Convocan gente? Pocos, unos desavisados, para sus marchas
derechistas y en pro de metas pequeñas, de feudo personal o complicidad con los
mandones de turno. Los clubes exhiben un derrumbe sin atenuantes.
Los transportistas, como todo el resto de la ciudadanía, exige
la pacificación del país. Es aterrador y aberrante que sicarios y gatillos
locos suban a las unidades y disparen a matar sin ton ni son. Y sólo por el
“placer” de meter miedo y dar aviso macabro sobre sus intenciones criminales.
¿Qué ha respondido el gobierno? Que va a comprar una flota
de aviones militares por el monto de US$ 3500 millones. ¿Bombardeará a los
sicarios con esas aeronaves? Todo indica que no es así y que el interés camina
por las fétidas avenidas de la coima y el negociado.
Cuando el pueblo vota con los pies, en sus marchas de
protesta, exhibe pundonor, dignidad, decisión. Y así debería ser, en lo
posible, como expresión unitaria, disciplinada, firme en pro de las genuinas
reivindicaciones populares.
¿Qué Congreso no entenderá que fuera de su precario recinto
habrá 100 mil ciudadanos vitoreando sus lemas de lucha, gritando al unísono sus
consignas de limpieza, paz y trabajo para la gente? ¿Se atreverán a desafiar un
clima absolutamente adverso?
La ciudadanía detesta al Congreso porque lo reputa como entorpecedor,
mediocre, inútil ¿se empeñará en darle largas a la discusión o debate que
viabilice la derogación de leyes en favor de la criminalidad en todas sus
etapas?
Entonces en ese ámbito no tan improbable ¿a alguien se le
ocurre negar la explosiva posibilidad que se reúnan las más de 2 millones y
medio de firmas para plantear la Iniciativa Ciudadana? El que lo haga no sólo
es lerdo sino un caso terminal de estulticia política.
Una movilización masiva, no puede ser de otro modo, para
obtener el voluminoso conjunto de firmas, sería la génesis de un estado
permanente de expectativa ciudadana. Y el día que toque el debate, la
ciudadanía querría felicitar a los legisladores que defendieran la tesis del
pueblo. Y ¿por qué no decirlo? también festejar el triunfo popular forjado
desde las bases ante sí y por sí.
O de abuchear con pifias a legiferantes de cuya anemia
intelectual y pobreza política ¡no hay ni la más mínima duda!
De imperar la sensatez podríase afinar y dar leyes justas y
¡de una buena vez! procurar decisiones positivas. Hay voces que van más allá y propugnan
la desaparición del Congreso. Pero eso suena bonito aunque, ciertamente, tiene
mucho de demagógico.
El pueblo vota en las urnas. Pero también votará en las
calles si se trata de conseguir las firmas en pro de la Iniciativa Ciudadana y
contra las leyes pro-crimen.
¿Quién se atreve a sostener lo contrario?