Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
8-9-2015
¿De qué bicentenario
hablan?*
La revolución de la independencia que proclamó José de San
Martín el 28 de julio de 1821 y a casi 200 años de su ocurrencia ¿es patrimonio
espiritual genuino de los hoy 30 millones de peruanos?
La historia plástica del Perú generaliza sucesos, decora
ocurrencias e "iguala" a todas las clases sociales de la Nación en
efemérides que, sospecho, tienen poca o ninguna base de verdad para millones
que jamás conocieron o la libertad o la liberación de los yugos ancestrales a
que aún siguen sometidos.
No pasa sólo en Perú. En 1991, cuando una corriente se
empeñó en celebrar los pomposos 500 años del "descubrimiento de
América", la respuesta no se hizo esperar. ¿Cómo podía ser Nuevo Mundo lo
que aquí ya albergaba cientos o miles de años antes de la llegada de los
ibéricos aventureros, culturas, civilizaciones cuyos portentos ingenieriles,
arquitectónicos, sociales, hasta hoy no han podido ser igualados con eficacia
en otras partes del mundo? En lugar del "descubrimiento", debió
haberse llamado el Encuentro de Dos Mundos.
Aquí con holgazanería acrítica, ociosidad servil y rumbo muy
edulcorado para mantener el status quo, se pretende inflar velas para que con
bombos y platillos demos la bienvenida al "bicentenario" de 1821. ¿Es
tan cierta la especie liberadora como la quieren exhibir sus validos y
gonfaloneros de siempre?
Un habitante de Talara, ¿siente igual el grito de 1821 que
un altiplánico de fríos congelantes y retos de igual jaez o envergadura? Me
atrevo a decir que nunca cruzarán sus destinos a menos que algo los traiga por
la colonial y feísima Lima aplanadora y mediocre o que conjuguen citas
profesionales. ¿Qué hay de común entre un tacneño y un loretano? País
fragmentado en islotes, distritos, mesetas, provincias y horizontes culturales
básicamente localistas o diferenciados, Perú no sólo resiente su falta de
unidad política, geográfica o espiritual, ¡también posee múltiples historias
distintas y divorciadas entre sí! Claro que la maniquea interpretación oficial
aún pretende embutir el discurso elaborado desde Lima y por los hijos, nietos, bisnietos
y tataranietos de los españoles americanos, los mismos que aún desprecian el
Ande y al habitante regnícola o al que discriminan por su color de piel,
apellido, estatura o modo de hablar.
Entonces la pregunta irrumpe desafiante y respetuosa a la
vez: ¿de qué bicentenario hablamos?
Acaso sí constituya el paso de dos siglos acicate y espoleo
para que Perú se redescubra en su rica y multicultural como polícroma
conformación. Y eso significa algo tan simple como difícil, a la vez, de
aprehender que la Nación somos todos y ese ecumenismo debe aplicarse
obligatoriamente en todos los ámbitos, desde la política, educación, salud,
agua y tierras, hasta la generación de líderazgos capaces de reconstruir un
mandato de integración que nos viene por historia y por presencia geopolítica y
energética indesdeñables en los retadores tiempos de hoy.
Doy un ejemplo. Hay decenas de muchachos o jóvenes
profesionales que están haciendo esfuerzos con la tecnología, adentrando
conceptos e ideando fórmulas que se traducen en software y programas capaces de
aplicarse en términos sociales. A veces hay transacciones que ya bordean los
cientos de millones de dólares que dan cuenta que la inteligencia de estos
peruanos es de tal magnitud que merecerían el estímulo del país entero. ¿Qué
colectividad política está investigando estos fenómenos de emprendimiento y
startups (neologismo por comienzos o detonadores) de manera que puedan gozar
del respaldo y apoyo desde Educación como parte de las políticas de Estado?
La liberación o revolución de un pueblo no se ejemplifica en
la efemérides boba de fechas que poco o casi nada significan para el Perú
profundo, salvo para el cosmético y formal que han escrito no pocos
historiadores del sistema, sino más bien reclama soluciones que caminen por las
alamedas de la inteligencia y la creación heroica ante retos gigantescos como
los que siempre confronta Perú.
Cuando en Perú no exista un mendigo o un infante trabajando
en las calles o pueblo sin hogar y, lo que es mucho peor, huérfanos de
cualquier esperanza, entonces habremos colocado los barruntos de una liberación
legítima, desde abajo hacia arriba, feliz en concordia pero también fiera en
defender los fueros de su nacionalismo continental y revolucionario.
Con banderas tremolantes y hombres y mujeres cantando su
gesta, protagonistas de su quehacer, forja y conquista, libres de la ignorancia
y la miseria, con trabajo, salud y educación, entonces sí habrá motivos para
celebrar. Mientras tanto a seguir combatiendo que no hay permiso para el
derrotismo o la falta de fe.
La revolución es la de los inteligentes. Y honestos. No hay
que robar para hacer política.
¿Por causa de qué no ponemos en tela de juicio patrones de
educación, ingesta y movilización social, hasta hoy deficientes o incapaces de
satisfacer las necesidades más elementales y útiles para los más y no para los
menos? ¡No más escuelas de derecho y más facultades de ingeniería y medicina en
el país!
Lo que ha venido a llamarse "bicentenario" que
claman sus vocingleros escribas y adláteres, debiera ser el Año I del Nuevo Perú de los Jóvenes en
Cuerpo y Alma.
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*Publicado originalmente en la Red Voltaire el 8-9-2015 http://www.voltairenet.org/article188631.html?var_mode=recalcul