¿Vocación aficionada a la impunidad?
por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com
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15-9-2022
El doctor Francisco
Celis Mendoza Ayma en quien el Estado ha confiado la administración de
justicia, critica la prisión preventiva, reniega de esa medida cautelar y
desacredita a esa reclusión provisoria.
Es decir, siendo
miembro de una sala superior, profesor de la Academia de la Magistratura y
capacitador del Ministerio de Justicia, el juez Mendoza descalifica a esa
tutela cautelar. Aduce que esa medida ya no es la excepción, por cuanto, según
su parecer, ya se ha convertido en “regla” general, por la “presión” que ejerce
la sociedad mediatizada. Por tanto, considera él, que la prisión preventiva, se
ha transmutado en “prisión pervertida”. Y, lo dice con total desparpajo desde
su cómoda condición de magistrado superior y asalariado del Estado.
Claro está, que si
esos argumentos que descalifican a la llamada prisión preventiva, provinieran
de un abogado defensor de algún inculpado encarcelado, sería explicable,
tolerable y hasta comprensible. Pero, como aquél que lo dice y lo sostiene es
nada menos que un abogado a quien el Estado le ha concedido el título de juez
para que en nombre de la nación pueda impartir justicia, ya no sólo resulta
disgustoso, sino, claramente provocador. Puesto que, la prisión preventiva
correctamente decidida, es la única disposición que es percibida como justa o
justicia, tanto por los ciudadanos víctimas de los malhechores, como por los
colectivos que han sufrido algún daño irreparable o perjuicio irremediable.
De modo que, si el
doctor Mendoza es partidario de largos e interminables juicios, de prolongados
e inacabables procesos, de lentos y dilatados litigios que llegan a su fin,
cuando ya los agraviados o las víctimas han perdido la fe o la vida, o cuando
ya los colectivos o las comunidades han quedado frustrados de encontrar
justicia, pues entonces, por un asunto de coherencia, debe de renunciar a la
judicatura y pasar a la fila de los letrados litigantes para que desde esa
condición pueda entender por fin, que una tardía sentencia, casi ya no alberga
en su esencia, el espíritu de justicia.
Además, con la
renuncia a su función de juez, la judicatura no perdería a una luminaria de la
justicia. Pues de su publicado artículo, se advierte que el doctor Mendoza no
es de luces sino de sombras, y es probable que escriba únicamente para darse
pistos. Ya que, los argumentos que esgrime para descalificar la prisión
preventiva y denominarla con sarcasmo como la “prisión pervertida”, no resisten
ningún análisis de rigor. Sus explicaciones, aparte de ser cafres paralogismos,
revelan con absoluta claridad, no sólo su propia carencia de idoneidad para
ejercer la función de magistrado, sino además, desnudan la flaqueza del propio
sistema judicial. Y, veamos por qué.
En su artículo: “La
prisión pervertida”, el doctor Mendoza Ayma asegura que las prisiones
preventivas se dictan “presionadas” por las hordas mediáticas, y que por tanto,
ya no responden a las necesidades cautelares de un proceso, sino a las
necesidades de la noticia y la satisfacción morbosa del colectivo idiotizado y
exacerbado por los medios.
Como bien puede
notarse, el primer error en esta afirmación, es la generalización, la falta de
especificación y la ausencia de exposición de un caso concreto a modo de
verbigracia.
El segundo error es
tácitamente una confesión de parte. Ya que, da a entender, que los jueces son
tan timoratos, miedosos y casi pusilánimes que se dejan presionar, influir y
manipular, tanto por los colectivos, como por los medios de comunicación. Por
tanto, se colige que el sistema judicial no garantiza el estado de Derecho, ni
al debido proceso.
El tercero, es una
revelación de que los jueces son incapaces de encarar los procesos con juicio
lógico y criterio ético, por cuanto ceden sus decisiones con facilidad, a la
dirección hacia donde exigen los colectivos y los medios.
El cuarto error, es
considerar a las prisiones preventivas como armas de combate de los
“politicastros”, y creer que se dictan de acuerdo a las necesidades de la
noticia y la satisfacción morbosa del colectivo idiotizado y exacerbado por los
medios.
Como es evidente,
esta última afirmación, revela con absoluta precisión la talla exacta del juez
Mendoza Ayma. Puesto que lo dice con vulgar simpleza de pirómano, sabiendo que
la prisión preventiva exige una rigurosa acreditación de hasta tres
presupuestos o requisitos irrefutables. Y, que precisamente por eso, no todos
los pedidos de la prisión preventiva que solicita el ministerio público,
prosperan en los juzgados. Puesto que en muchos casos son desestimados por los
jueces.
De manera que, si
el doctor Mendoza Ayma, siendo magistrado y pieza del sistema judicial trata de
desacreditar sin serios y rigurosos elementos de juicio, a la prisión
preventiva, que lo entienda bien. Pues, esa tutela cautelar de la que él
reniega por su tácita vocación aficionada a la impunidad, es la que le ha
devuelto a la ciudadanía, algo de fe en la justicia del país.