Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
26-12-2019
Fantasmas nefastos y torpezas congénitas
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Ni siquiera el júbilo
navideño logró contener la presencia de fantasmas nefastos y torpezas
congénitas en una situación ocurrida en la vida real, triste, controvertida,
discutible pero que incluye inteligencias de alto nivel en la teoría pero
pusilánimes y de miedos recurrentes.
Tampoco el hecho fortuito de
estar a miles de kilómetros evitó la intromisión del fantasma obsesivo que
amenaza con destruir definitivamente un edificio levantado con ladrillos de
sangre, sudor, tierra y lágrimas al decir de Winston Churchill.
El fantasma se mete y
aprovecha todos los resquicios para sembrar inquietud, zozobra, dudas y
mentiras en la sociedad que había acordado levantar una iniciativa de acción
social de intenso amor por los más pobres, a condición, eso sí, que la
sinceridad de los participantes fuera transparente y alejada de estereotipos o
naufragios pasados.
Pero ¿qué pasa cuando la
inteligencia de alto nivel asume el pasivo y activo que el fantasma desparrama
con su estela de odio y desconcierto? Pues nada más y nada menos que lo
previsible: el caos y la destrucción.
Al despersonalizarse la
inteligencia de alto nivel culpa al resto de los estropicios que causa el fantasma
y no acepta explicaciones, ninguna, y está persuadida que hay un complot en su
contra bajo la discutible premisa que su verdad es la única e indiscutible
verdad. ¡Qué gran yerro!
Al corroerse por debilidad de
la inteligencia los cimientos de la sociedad en pro de una política de Estado,
resquebrájase la construcción, las bases resienten cualquier sismo y todo se
viene abajo. Es la perfecta –y más idiota- forma de enterrar las mejores ideas
en conjunto y el trabajo en equipo.
Entáblase entonces un pugilato
entre la inteligencia y el fantasma y el tercero en litigio que sin saber gran
cosa del tema resulta el pararrayos más adecuado para atraer las furias de las
partes que botan espumarajos de rabia y amenazan con ofensivas tales y cuales.
¡Qué disparate!
La inteligencia bordea la
estupidez, el fantasma terco y contumaz hace lo suyo y el tercero en litigio,
lejos del escenario real de la refriega, asiste compungido al caos para
persuadirse que todos los esfuerzos de reconstrucción fueron vanos, inútiles,
ociosos.
Cuando la desconfianza, duda,
desamor, reemplazan los sólidos cimientos de la confianza a la sola palabra o a
la sinceridad, no hay empresa humana que resista el paso demoledor de estos
bárbaros Atilas que mencionaba el inmortal Vallejo.
He visto colapsar sociedades,
empresas, iniciativas, conjuntos, por la sola y muy oprobiosa acción de agentes
del mal. Y aunque desde muy lejos no tengo sino que escribir líneas
decepcionadas de lo que pudo haber sido una aurora de buenas nuevas, vigorosas
y bajo el dintel de un nuevo año.
El viejo adagio reza: la
unión hace la fuerza. Pero a condición que los protagonistas de la historia den
todo de sí en la realidad y no en el fingido e impostado cartabón aprendido de
paporreta para cumplir. No siempre haciendo lo correcto sino adoptando
posiciones cancerosas y malsanas.
En el pórtico del 2020, votos
porque tragedias como la enunciada en sus borradores a perfeccionar algún día,
no se repitan porque aniquilan la humanidad de sus protagonistas, convirtiéndolos
en homo hominis lupus, el hombre es el lobo del hombre.
¡Qué pena y qué falta de
coraje!