Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
26-2-2004
Discurso en el Politeama
por Manuel González Prada, Pájinas Libres
(ortografía original)
Este discurso fue leído por un
escolar, Gabriel Urbina, cuando se hacía campaña pro-fondos para el rescate de
las provincias cautivas de Tacna y Arica, 29 de julio de 1888.
Señores:
Los que pisan el umbral de
la vida se juntan hoi para dar una lección a los que se acercan a las puertas
del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo i algo de
ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender
con el hierro.
Los viejos deben temblar ante los niños, porque la
jeneración que se levanta es siempre acusadora i juez de la jeneración que
desciende. De aquí, de estos
grupos alegres i bulliciosos, saldrá el pensador austero i taciturno; de aquí,
el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador
que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia.
Niños, sed hombres,
madrugad a la vida, porque ninguna jeneración recibió herencia más triste,
porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que
remediar ni venganzas más justas que satisfacer.
En la orjía de la época
independiente, vuestros antepasados bebieron el vino jeneroso i dejaron las
heces. Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir el
bochornoso epitafio de una jeneración que se va, manchada con la guerra civil
de medio siglo, con la quiebra fraudulenta i con la mutilación del territorio
nacional.
Si en estos momentos fuera
oportuno recordar vergüenzas i renovar dolores, no acusaríamos a unos ni
disculparíamos a otros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra?
La mano brutal de Chile
despedazó nuestra carne i machacó nuestros huesos; pero los verdaderos
vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia i nuestro espíritu
de servidumbre.
II
Sin especialistas, o más
bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en
ensayo: ensayos de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionados en
Economía Política, ensayos de aficionados en Lejislación i hasta ensayos de
aficionados en Tácticas i Estratejias. El Perú fué cuerpo vivo, expuesto sobre
el mármol de un anfiteatro, para sufrir las amputaciones de cirujanos que
tenían ojos con cataratas seniles i manos con temblores de paralítico. Vimos al
abogado dirijir la hacienda pública, al médico emprender obras de injeniatura,
al teólogo fantasear sobre política interior, al marino decretar en
administración de justicia, al comerciante mandar cuerpos de ejército...¡Cuánto
no vimos en esa fermentación tumultuosa de todas las mediocridades, en esas
vertijinosas apariciones i desapariciones de figuras sin consistencia de
hombre, en ese continuo cambio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la
ignorancia vanidosa i vocinglera se sobrepuso siempre al saber humilde i silencioso!
Con las muchedumbres
libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria; con los
ejércitos de indios disciplinados i sin libertad, el Perú irá siempre a la
derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿qué patria defenderá? Como el siervo
de la Edad
media, sólo combatirá por el señor feudal.
I, aunque sea duro i hasta
cruel repetirlo aquí, no imajinéis, señores, que el espíritu de servidumbre sea
peculiar a sólo el indio de la puna: también los mestizos de la Costa recordamos tener en
nuestras venas sangre de los súbditos de Felipe II mezclada con sangre de los
súbditos de Huayna-Capac. Nuestra columna vertebral tiende a inclinarse.
La nobleza española dejó
su descendencia dejenerada i despilfarradora: el vencedor de la Independencia legó
su prole de militares i oficinistas. A sembrar el trigo i extraer el metal, la
juventud de la jeneración pasada prefirió atrofiar el cerebro en las cuadras de
los cuarteles i apergaminar la piel en las oficinas del Estado. Los hombres
aptos para las rudas labores del campo i de la mina, buscaron el manjar caído
del festín de los gobiernos, ejercieron una insaciable succión en los jugos del
erario nacional i sobrepusieron el caudillo que daba el pan i los honores a la
patria que exijía el oro i los sacrificios. Por eso, aunque siempre existieron
en el Perú liberales i conservadores, nunca hubo un verdadero partido liberal
ni un verdadero partido conservador, sino tres grandes divisiones: los
gobiernistas, los conspiradores i los indiferentes por egoísmo, imbecilidad o
desengaño. Por eso, en el momento supremo de la lucha, no fuimos contra el
enemigo un coloso de bronce, sino una agrupación de limaduras de plomo; no una
patria unida i fuerte, sino una serie de individuos atraídos por el interés
particular y repelidos entre sí por el espíritu de bandería. Por eso, cuando el
más oscuro soldado del ejército invasor no tenía en sus labios
más nombre que Chile, nosotros, desde el primer jeneral hasta el último
recluta, repetíamos el nombre de un caudillo, éramos siervos de la edad media
que invocábamos al señor feudal.
Indios de punas i
serranías, mestizos de la costa, todos fuimos ignorantes i siervos; i no
vencimos ni podíamos vencer.
III
Si la ignorancia de los
gobernantes i la servidumbre de los gobernados fueron nuestros vencedores,
acudamos a la Ciencia,
ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madre
enjendradora de hombres fuertes.
No hablo, señores, de la
ciencia momificada que va reduciéndose a polvo en nuestras universidades
retrógradas: hablo de la
Ciencia robustecida con la sangre del siglo, de la Ciencia con ideas de radio
jigantesco, de la Ciencia
que trasciende a juventud i sabe a miel de panales griegos, de la Ciencia positiva que en
sólo un siglo de aplicaciones industriales produjo más bienes a la Humanidad que milenios
enteros de Teolojía i Metafísica.
Hablo, señores, de la
libertad para todos, i principalmente para los más desvalidos. No forman el
verdadero Perú las agrupaciones de criollos i extranjeros que habitan la faja
de tierra situada entre el Pacífico i los Andes; la nación está formada por las
muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera.
Trescientos años ha que el indio rastrea en las capas inferiores de la
civilización, siendo un híbrido con los vicios del bárbaro i sin las virtudes
del europeo: enseñadle siquiera a leer i escribir, i veréis si en un cuarto de
siglo se levanta o no a la dignidad de hombre. A vosotros, maestros de escuela,
toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del
gobernador i del cura, esa trinidad embrutecedora del indio.
Cuando tengamos pueblo sin
espíritu de servidumbre, i militares i políticos a la altura del siglo,
recuperaremos Arica i Tacna, i entonces i sólo entonces marcharemos sobre
Iquique i Tarapacá, daremos el golpe decisivo, primero i último.
Para ese gran día, que al
fin llegará porque el porvenir nos debe una victoria, fiemos sólo en la luz de
nuestro cerebro i en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiempos en que
unícamente el valor decidía de los combates: hoi la guerra es un problema, la Ciencia resuelve la
ecuación. Abandonemos el romanticismo internacional i la fe en los auxilios
sobrehumanos: la Tierra
escarnece a los vencidos, i el Cielo no tiene rayos para el verdugo.
En esta obra de
reconstitución i venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos
añosos i carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo i sus frutas de
sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas i frutas nuevas!
¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!
IV
¿Por qué desesperar? No
hemos venido aquí para derramar lágrimas sobre las ruinas de una segunda
Jerusalén, sino a fortalecernos con la esperanza. Dejemos a Boabdil llorar como
mujer, nosotros esperemos como hombres.
Nunca menos que ahora
conviene el abatimiento del ánimo cobarde ni las quejas del pecho sin
virilidad: hoi que Tacna rompe su silencio i nos envía el recuerdo del hermano
cautivo al hermano libre, elevémonos unas cuantas pulgadas sobre el fango de
las ambiciones personales, i a las palabras de amor i esperanza respondamos con
palabras de aliento i fraternidad.
¿Por qué desalentarse?
Nuestro clima, nuestro suelo ¿son acaso los últimos del Universo? En la tierra
no hai oro para adquirir las riquezas que debe producir una sola Primavera del
Perú. ¿Acaso nuestro cerebro tiene la forma rudimentaria de los cerebros
hotentotes, o nuestra carne fue amasada con el barro de Sodoma? Nuestros pueblos
de la sierra son hombres amodorrados, no estatuas petrificadas.
No carece nuestra raza de
electricidad en los nervios ni de fósforo en el cerebro; nos falta, sí,
consistencia en el músculo i hierro en la sangre. Anémicos i nerviosos, no
sabemos amar ni odiar con firmeza. Versátiles en política, amamos hoi a un
caudillo hasta sacrificar nuestros derechos en aras de la dictadura; i le
odiamos mañana hasta derribarle i hundirle bajo un aluvión de lodo y sangre.
Sin paciencia de aguardar el bien, exijimos improvisar lo que es obra de la
incubación tardía, queremos que un hombre repare en un día las faltas de cuatro
jeneraciones. La historia de muchos gobiernos del Perú cabe en tres palabras:
imbecilidad en acción; pero la vida toda del pueblo se resume en otras tres:
versatilidad en movimiento.
Si somos versátiles en
amor, no lo somos menos en odio: el puñal está penetrando en nuestras entrañas
i ya perdonamos al asesino. Alguien ha talado nuestros campos i quemado
nuestras ciudades i mutilado nuestro territorio i asaltado nuestras riquezas
convertido el país entero en ruinas de un cementerio; pues bien, señores, ese
alguien a quien jurábamos rencor eterno i venganza implacable, empieza a ser
contado en el número de nuestros amigos, no es aborrecido por nosotros con todo
el fuego de la sangre, con toda la cólera del corazón.
Ya que hipocresía i
mentira forman los polos de la
Diplomacia, dejemos a los gobiernos mentir hipócritamente
jurándose amistad i olvido. Nosotros, hombres libres reunidos aquí para escuchar
palabras de lealtad i franqueza, nosotros que no tememos esplicaciones ni
respetamos susceptibilidades, nosotros levantemos la voz para enderezar el
esqueleto de estas muchedumbres encorvadas, hagamos por oxijenar esta atmósfera
viciada con la respiración de tantos organismos infectos, i lancemos una chispa
que inflame en el corazón del pueblo el fuego para amar con firmeza todo lo que
se debe amar, i para odiar con firmeza también todo lo que se debe odiar.
¡Ojalá, señores, la
lección dada hoi por los Colejios libres de Lima halle ejemplo en los
más humildes caseríos de la
República! ¡Ojalá todas las frases repetidas en fiestas
semejantes no sean melifluas alocuciones destinadas a morir entre las paredes
de un teatro, sino rudos martillazos que retumben por todos los ámbitos del
país! ¡Ojalá cada una de mis palabras se convierta en trueno que repercuta en
el corazón de todos los peruanos i despierte los dos sentimientos capaces de
rejenerarnos i salvarnos: el amor a la patria i el odio a Chile! Coloquemos
nuestra mano sobre el pecho, el corazón nos dirá si debemos aborrecerle...
Si el odio injusto pierde
a los individuos, el odio justo salva siempre a las naciones. Por el odio a
Prusia, hoi Francia es poderosa como nunca. Cuando París vencido se ajita,
Berlín vencedor se pone de pie. Todos los días, a cada momento, admiramos las
proezas de los hombres que triunfaron en las llanuras de Maratón o se hicieron
matar en los desfiladeros de las Termópilas; i bien, "la grandeza moral de
los antiguos helenos consistía en el amor constante a sus amigos i en el odio
inmutable a sus enemigos. No fomentemos, pues, en nosotros mismos los
sentimientos anodinos del guardador de serrallos, sino las pasiones formidables
del hombre nacido para enjendrar a los futuros vengadores. No diga el mundo que
el recuerdo de la injuria se borró de nuestra memoria antes que desapareciera
de nuestras espaldas la roncha levantada por el látigo chileno.
Verdad,
hoi nada podemos, somos impotentes; pero aticemos el rencor, revolvámonos en
nuestro despecho como la fiera se revuelca en las espinas; i si no tenemos
garras para desgarrar ni dientes para morder ¡que siquiera los mal apagados
rujidos de nuestra cólera viril vayan de cuando en cuando a turbar el sueño del
orgulloso vencedor!
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