Wednesday, August 06, 2008

La época infame de petróleos mexicanos

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
6-8-2008

La época infame de petróleos mexicanos
http://revistafortuna.com.mx/contenido/index.php/2008/06/15/la-epoca-infame-de-petroleos-mexicanos/
por Marcos Chávez
15-7-2008

Actualmente están más que claras las razones por las cuales Felipe
Calderón Hinojosa y su equipo, los grandes empresarios y los
legisladores panistas, priistas y demás mercenarios se habían opuesto
rabiosamente a que la sociedad se enterara de las verdaderas
intenciones que subyacen alrededor de su pretensión de reprivatizar la
industria petrolera, y que ella sea quien decida si acepta o rechaza
ese atentado en contra de la nación, tal y como sucedería en un Estado
democrático como, dice la derecha, es México, retórica que no ha
logrado ocultar la permanencia del despotismo presidencialista
heredado por los priistas a la extrema derecha confesional.

El foro sobre el petróleo que, a regañadientes, se vio obligado a
organizar el Congreso, con la oposición de Calderón, ha tenido la
virtud de desnudar el plan de los neoliberales. La estrategia de
desinformación montada oficialmente en torno a dicha industria y de
Petróleos Mexicanos (Pemex), basada en la mentira, el ocultamiento y
la manipulación de los datos reales de la situación del sector y la
empresa; la agresión verbal, la descalificación y el linchamiento
"republicano" de los opositores a la propuesta calderonista; el
terrorismo verbal utilizado en contra la población para atemorizarla
con el agotamiento de las reservas del crudo, lograr su apoyo y así
justificar la aprobación de la contrarreforma petrolera. En esa tarea,
por cierto, el gobierno ha sido abiertamente apoyado por columnistas,
gacetilleros y los dueños de la mayoría de los medios de
"comunicación".

Quienes han sido enviados a defender la iniciativa de Felipe Calderón
–sus empleados "técnicos", como Georgina Kessel, Jesús Reyes o Carlos
Morales; sus porros, como Germán Martínez; los intelectuales orgánicos
al mejor postor, como Héctor Aguilar Camín; los peones de las empresas
trasnacionales, como Adrián Lajous o Francisco Barnés, y los
think-tanks de la derecha del Centro de Investigación y Docencia
Económicas, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, la Escuela
Libre de Derecho o del Instituto de Investigaciones Jurídicas, de la
Universidad Nacional Autónoma de México, como Carlos Elizondo, Héctor
Fix-Fierro, Luis Rubio, Mario Becerra Pocoroba, Pablo Mulás, Arturo
Fernández, Javier Beristáin o Miguel Carbonell–, inescrupulosamente,
no sólo se han visto obligados a dar "saltos de carnero" para tratar
de justificar "científicamente" inexcusable: las supuestas ventajas de
la reprivatización petrolera. Pero lo más relevante de sus
exposiciones no fue la carencia de argumentos ni su incapacidad para
convencer a la población, sino lo que dijeron sin el menor rubor, en
consonancia con el pensar y el actuar de Calderón: que "el derecho
para ellos son sólo palabras y la ley es totalmente manipulable (se le
puede usar como se quiera y para cualquier fin). El fin del derecho
para ellos es ponerlo al servicio de los intereses privados,
manipularlo, manejarlo como se hace con cualquier herramienta", como
les diría el analista Arnaldo Córdova. Para Calderón, sus "técnicos",
rudos, juristas y politólogos –aprendices de Pinochet y demás–, la
Constitución tiene el valor del papel higiénico. En lugar de
respetarla y ceñirse a ella, con la maquinaria del poder, en contra la
sociedad, la mancillarán cada vez que quieran, con la complicidad de
los priistas.

Los que han argumentado en contra, como el propio Córdova, Luis Javier
Garrido, Cuauhtémoc Cárdenas, Jaime Cárdenas y muchos otros, con
nítidos fundamentos, exhibieron los fines centrales y las mentiras
descaradas de Felipe Calderón y los presidentes que lo antecedieron,
desde Miguel de la Madrid: primero, cómo deliberadamente han
desmantelado, saqueado y estrangulado tecnológica y financieramente a
Pemex, hasta dejarlo fuertemente endeudado y en bancarrota –con la
corrupción, el contratismo ilegal empresarial, los funcionarios
públicos y sus amigos y familiares o el despojo fiscal–, además de
encubrir y proteger a los responsables –De la Madrid, Carlos Salinas,
Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Calderón, Francisco Gil, José Ángel
Gurría, Agustín Carstens, Raúl Muñoz, Francisco Labastida, Luis
Ramírez, Juan Camilo Mouriño, Kessel, Carlos Romero, etcétera–; cómo
se han desperdiciado escandalosamente los excedentes petroleros; cómo
se ha abandonado el impulso a una política energética –desarrollo de
fuentes alternas, racionalización de la producción, el consumo, las
exportaciones y la conservación de los hidrocarburos–; cómo nos han
subordinado a los intereses geopolíticos de Estados Unidos, y cómo la
propuesta calderonista no es una reforma energética ni petrolera. Es
una contrarreforma cuyo objetivo final es convertir a Pemex en una
simple administradora de contratos, reprivatizar la industria,
entregarla anticonstitucionalmente al capital privado –que convierte
en delincuentes a Calderón y su equipo–, para cumplir con sus
compromisos con Estados Unidos, el Fondo Monetario, el Banco Mundial,
las trasnacionales y los empresarios que lo impusieron en la
Presidencia.

La iniciativa calderonista no es original. El panista sólo hizo suyo
el llamado Proyecto Suma, elaborado por la empresa Neoris, una
subsidiaria de Cemex, que a su vez se basa en la ley Sarbanes-Oxley,
aprobada por el Congreso estadunidense en 2002 (Fortuna 63).
Arnaldo Córdova señaló que uno de los problemas medulares de Pemex es
fiscal. Tiene razón. Un cambio tributario distinto para Pemex, como
parte del diseño de una reforma fiscal integral y progresiva, que
grave más a las empresas, sobre todo a las grandes, y a las personas
físicas de altos ingresos, las importaciones y exportaciones y la
usura financiera, que castigue severamente la evasión y la elusión en
el pago de impuestos, junto con los responsables de Hacienda,
acompañado con una estrategia energética que contribuya a resolver los
problemas de Pemex, sin necesidad de reprivatizar
inconstitucionalmente la industria. Pero como bien sabe Córdova y
otros analistas, las razones de la iniciativa no son económicas ni
financieras o de seguridad nacional: son de voluntad política, que
corresponden a los compromisos de las elites que nada tienen que ver
el interés nacional.

La expoliación fiscal de Pemex ha sido una constante, desde el inicio
de la experiencia petroexportadora. La producción y exportación
irracional de los hidrocarburos y el saqueo brutal de Pemex –la caja
chica e inescrutable y menos sancionable del Estado– están íntimamente
asociados a los problemas fiscales estructurales del Estado, la
contrarreforma fiscal y la instauración del proyecto neoliberal de
nación iniciado por De la Madrid. José López Portillo elevó la
extracción y las ventas externas. Los recursos recibidos permitieron
abandonar prematuramente la camisa de fuerza impuesta por el FMI,
desarrollar la industria petrolera y lograr un crecimiento de 8 por
ciento, en promedio anual, en su sexenio. Al final heredó el peor
colapso y la insolvencia de pagos de 1982. En promedio, le quitó el 99
por ciento de los rendimientos a Pemex por concepto de impuestos. De
la Madrid le arrancó fiscalmente el 98.4 por ciento e inició la
destrucción de Pemex y la industria petrolera por dos vías: el
desmantelamiento de la industria petroquímica básica y el castigo a la
inversión de la empresa, al aplicar los programas de estabilización y
las reformas estructurales neoliberales impuestas por el FMI y el
Banco Mundial. Salinas lo despojó del 92.3 por ciento de sus
rendimientos, mantuvo el castigo presupuestal a Pemex, que fue incapaz
de satisfacer la demanda local de hidrocarburos y sus derivados,
aceleró su destrucción al descuartizarlo en cinco unidades y
subordinar la industria dentro de la zona geopolítica de Estados
Unidos, con el tratado de libre comercio, aún cuando no se atrevió a
abrir el sector a la inversión privada nacional y extranjera. (Véase
gráfica y cuadro anexos). Salinas agravó la petrodependencia
exportadora ante Estados Unidos. En 1987 se le vendió el 47.5 por
ciento de las ventas externas totales del crudo. En 1995 subió a 83.4
por ciento. En 2006 se ubicó en 80.4 por ciento.

La época más infame de Pemex es vivida con Zedillo, Fox y Calderón. A
raíz del colapso de diciembre de 1994, Zedillo hipotecó temporalmente
la factura petrolera con Estados Unidos y con el rescate financiero de
1995 se comprometió con el FMI y el país vecino a abrir la
participación privada en el sector energético. A partir de 1998 Pemex
es descapitalizado. Después del pago de impuestos, el estado de
resultados de Pemex se vuelve negativo. En 1998-2000 su contribución
supera el ciento por ciento de sus rendimientos (108.9 por ciento, en
promedio). Obtiene rendimientos acumulados por 697.3 mil millones de
pesos reales (MMPR) en 2002 y, sin embargo, después del pago de
impuestos, arroja un déficit acumulado por 61.6 MMPR. Con esa
situación, simple y llanamente Pemex será absolutamente incapaz de
cumplir con sus programas de exploración, producción y desarrollo de
su infraestructura. Zedillo aprovecha esa circunstancia deliberada
para permitir, con la complicidad priista y panista del Congreso, la
anticonstitucional inversión privada, a través de los contratos de
servicio múltiple.

Con los neoliberales Fox y Calderón la etapa negra de Pemex se
intensifica. Pese a las evidencias de la declinación de las reservas,
Fox aumenta la producción y las exportaciones hasta 2004, cuando una y
otra, inevitablemente, empiezan a declinar. Peor aún, aprovecha la
tendencia ascendente de los precios del crudo iniciada en 2002 para
reforzar la exacción de Pemex. En promedio sexenal, el pago de
impuestos equivale a 108.2 por ciento de los rendimientos. La empresa
obtiene 2 billones 192 mil pesos reales acumulados y, no obstante,
arroja una pérdida por 152 mil millones en 2001-2005 y amplía la
participación privada a través de los Pidiregas, que sustituyen a la
inversión pública. El espíritu empresarial de Fox le lleva a ampliar
los Pidiregas, castigando aún más el presupuesto de las inversiones
propias de Pemex, además de que encubre la corrupción. Ahora, Calderón
le cuida las espaldas.

Este último ha mantenido la misma estrategia de sus predecesores. En
2007 Pemex ganó 525.7 mil millones y le quitaron 538.6 mil millones de
pesos por lo que arrojó un rendimiento neto desfavorable por 12.8 mil
millones. Igualmente mantiene la restricción en las inversiones con
recursos públicos y privilegia la anticonstitucional participación
privada.

La asfixia fiscal y presupuestal de Pemex por los neoliberales explica
su incapacidad para financiar sus programas de desarrollo. Ello revela
su imposibilidad para ampliar su infraestructura, lo que le ha
obligado a contratar una ascendente deuda interna y externa que agrava
su ruina. Por si no fuera suficiente, se ha hipotecado su futuro ya
que tendrá que pagar los Pidiregas hasta 2031 la obra hecha por el
sector privado en su nombre. De hecho, casi todo su presupuesto se
destina a esos pasivos. Todos esos puntos los veremos en la siguiente
entrega.

Cualquiera sabe que una empresa con esas lápidas sobre sus hombros es
inviable, pese a los altos ingresos que obtiene por sus ventas
internas y externas. Si no fuera estatal, habría quebrado hace años.

La ruina de Pemex ha sido deliberada. Ésa ha sido la estrategia
neoliberal para justificar su destrucción definitiva y regresar el
reloj de la historia a la situación existente antes del 18 de marzo de
1938: entregar otra vez a la industria petrolera a la rapiña de las
empresas nacionales y trasnacionales. Aunque con ellos castren a
México del único y posiblemente el último instrumento con que cuenta
para poder aspirar a salir del subdesarrollo, aunque eso sea una
fantasía. Pero hasta ese sueño quieren destruir los neoliberales.