Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
10-5-2025
León XIV y el Estado peruano
Que el nuevo papa León XIV,
Robert Prevost, haya ejercido buena parte de su carrera eclesiástica en Perú es
un asunto de importancia. Nadie podrá contarle al pontífice cómo es la pobreza,
sus crueles manifestaciones desde las alturas del poder político, económico y
de toda índole, él conoce todo eso.
Más aún, Prevost cimentó
tanto su identificación con nuestro país, que se hizo peruano, degusta los
platos norteños típicos, baila las danzas y pronuncia un castellano casi perfecto,
mucho mejor que el de otros connacionales.
Perú suscribió en 1979, en
medio de discreción bastante marcada, un tratado internacional, el Concordato
con el Vaticano, en virtud del cual la Iglesia Católica, exclusivamente, tiene
exenciones tributarias y privilegios que nadie más goza.
Desde esa fecha, 1979, ningún
Congreso ha ¡siquiera! discutido los términos de ese tratado. Menos ha existido
refrendo alguno. ¿No es hora de, por lo menos, hacerlo de conocimiento
generalizado a los peruanos?
Hay textos escritos que registran
las opiniones sobre temas álgidos que Prevost pronunciara antes desde su obispado.
Lo hizo de modo general sin que ello amenguara la severa expresión emitida.
Pero entonces sólo pertenecía a la curia, es probable que le prestaran mínima
atención.
Desde hace un par de días
Robert Prevost, es el jefe del Estado Vaticano como León XIV. Y, gústenos o no,
la Iglesia Católica que representa, es voz e interlocutora válida para decenas
de Estados urbi et orbi.
En buen castellano, León XIV
puede contribuir no poco, desde su actual e influyente puesto a redimir los
degradantes signos de pobreza que son muestra cotidiana en Perú. Y para ello
posee el conocimiento in situ, ha visto y ha observado con ojos críticos por los
lugares que pasó y conoció durante décadas.
Una de las primeras cosas que
debiera tener en cuenta León XIV se refiere a la cancelación de la secta sodalicio,
mal llamada, de “vida cristiana”. Un lenguaraz obispo se atrevió a cuestionar
durante su pregón, la actitud del papa Francisco que los disolvió indignadísimo
con esos maleantes.
Quien crea que las resoluciones
papales son dictados a rajatabla, se equivoca. ¿No vimos al cardenal Cipriani
exhibiéndose en el Vaticano ante el féretro del ex papa Francisco? ¡Recordemos
que fue aquél quien echó a Cipriani por conducta vedada!
Cipriani ha sido una
constante anti derechos humanos y aliado de los grupos de poder con quienes fue
muy solícito, antes y después de su mandato felizmente cancelado.
Hay otras congregaciones religiosas
que han protestado, primero, contra el Concordato excluyente. Luego lo pensaron
mejor y razonaron que si se permiten tantas ventajas a la Iglesia Católica,
ellos tienen tanto o igual motivo, para solicitar el suyo propio.
Aunque la Constitución
declara la laicidad del Estado, la inclinación tradicional por el catolicismo
no es ningún misterio. Aunque en los últimos lustros, esa grey haya perdido
adeptos de manera acelerada.
¿Por causa de qué alguna agrupación
religiosa debiera beneficiarse del Estado? Los contribuyentes sostienen con sus
impuestos a todos los gobiernos. Ninguna administración se ha planteado lo
delicado que significa esta simpatía a unos y exclusión a otros.
Las riquezas, participaciones
accionarias, posesiones mobiliarias e inmobiliarias, directa o por
testaferrato, debieran excluir a quienes llevan cientos de años disfrutando de
la pobreza de grandes mayorías. ¿Y quién paga las planillas secretas de
sueldos?
Años atrás en amena charla
con un parlamentario de izquierda socialista, tratamos la posibilidad de que planteara
el acápite Concordato en el Congreso. Primero asintió, luego se enfurruñó y por
último confesó: todos son católicos en mi familia.
Mi modesta impresión subraya
que ningún colectivo religioso debe mantener privilegios que al serlo, son
grotescamente excluyentes de todo el resto. La desigualdad no puede representar
la plataforma de ningún gobierno y menos del Estado.
Al papa León XIV nadie va a instruirle
cómo es la pobreza y a qué grados asciende el hambre del pueblo peruano. Ahora
que tiene un mando importante, en conocimiento de estas desgracias que probablemente
o peor, acontezcan en muchas otras zonas del mundo, la mesa está servida.
Custodiar la decencia aniquilando
a los elementos malos que han aprovechado del mensaje religioso, generando
igualdad y preservando la libertad de los pueblos, puede ser menú cotidiano del
nuevo pontífice.
Más allá de celebraciones y
anécdotas, es tarea imprescindible en los hombres de Estado atacar las
falencias, fracturas, taras que aquejan a los pueblos y con base en la convicción
de obtener un Perú libre, justo y culto. Amén.