Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
Diario Uno/ 15-8-2024
¡González Viaña dixit!
https://senaldealerta.pe/gonzalez-viana-dixit/
“La palabra escrita me demuestra cada día que somos
inmortales y me hace conocer los nombres numerosos del amor. El signo de la
cruz me ha hecho hermano de todos los hombres y partidario de todas las ideas y
ocupaciones generosas que he encontrado en la vida, y así podré ser
simultáneamente cristiano y socialista, realista y mago, abogado y astrónomo,
periodista y profesor, y por fin autor de libros y buscador empecinado de la
palabra perdida”·
Dice así en uno de sus más vigorosos párrafos Eduardo
González Viaña en las Memorias, El Poder
de la Ilusión, que acaba de presentar al público devoto que sigue su vasta
producción literaria, académica y política desde hace algo más de seis décadas.
Refiere Eduardo con liturgia pedagógica:
“Mis alumnos de la Universidad de Berkeley solían
preguntarme si la profesión de escritor daba réditos, y yo generalmente sonreía
en vez de absolver la pregunta. Ello porque escribo por amor y por locura y
porque es lo menos idiota que sé hacer”.
La trilogía está planteada: amor, locura y lo menos idiota
que sabe hacer y Eduardo confiesa, algo más allá de las ocho décadas, desde el
periplo de su Pacasmayo natal al mundo y sus vastos confines, en El Poder de la
Ilusión. La calidez del relato, galano per se, y el humor de las encrucijadas
literarias que él hace simples, provocan meter diente al libro de 656 páginas y
leerlo con ganas y ansiedad de continuar los capítulos siguientes, uno tras
otro.
“Por mi parte, me he pasado la vida nutriéndome de ilusiones
y pienso que, si naciera de nuevo, las consumiría otra vez y animaría a otros a
perserverar en las suyas……… decidí redactar este repertorio de ilusiones que
son mis memorias”. González Viaña dixit.
A confesión de parte, relevo de pruebas:
“Escribo porque no soy hábil en otras formas de hacer
milagros y porque es la manera que más conozco de ejercitar el poder de la
ilusión.
Hablo de mis libros, hablo de las vidas que impactaron en mi
vida. Hablo del amor hacia algunas mujeres encantadoras y hacia una causa colectiva
de justicia social.
Antes que mis palabras se convirtieran en libros, creo que
eran tan solo palabras y se deslizaban sin peso ni sonido por una negrura sin
fin.
Eran palabras fantasmas como aquellas que se escuchan entre
sueños. Solo cuando escribí con amor, adquirieron sonido y peso y se
convirtieron en palabras de verdad, y hablaron del poder de la ilusión”.
Recita con humildad Eduardo:
“Ya está en los bordes del universo la estrella que vendrá a
llevarme, pero cuando mi voz sea apagada por la muerte, y cuando me haya ido a
los mundos de allá arriba, seré sombra que flota y relámpago dormido para
siempre, pero mi corazón ha de seguir hablando”.
Doce o quince años atrás, cuando la descomunal pelea
judicial penal que libraba contra una concesión tramposa de infraestructura
aeroportuaria, recibía por lo menos una vez a la semana la llamada telefónica
desde Estados Unidos de un compatricio escritor y profesor que expresaba
solidaridad y esperanza.
Eduardo González Viaña remitía entusiasmos y aliento. No le
conocía sino porque él es un gran escritor y por email, leía mis crónicas y
denuncias de entonces como hoy igual de fogosas y directas. En el desierto de
solidaridad que es ejercer el periodismo con fuego indetenible y esperanza sin
derrota, sus palabras constituyeron esperanza y cántico de fe en el ser humano.
En El Poder de la
Ilusión, González Viaña hace reminiscencia de una rica galería de
personajes del mundo con los cuales departió, charló, rió o discrepó. Por lo
menos de un gato, de cuya vivienda indisputable en un árbol frente a su casa,
da cuenta biográfica hasta con los menúes de su alimentación.
Trató y escuchó, González Viaña, las cálidas palabras de
Chicho Allende y conoció también de cerca en Lima y en el norte a Víctor Jara,
el bárbaramente masacrado y asesinado cantor del pueblo chileno.
El compromiso vital de Eduardo lo signó una temprana
solidaridad con las clases y pueblos oprimidos del mundo. Se convenció que
quien siembra dolor y miseria cosecha la ira del pueblo y que, sin quererlo, lo
hace eterno.
No son pocas las menciones que hace Eduardo en su grueso
libro.
Relata “Iba a dármela a su regreso de Nueva York, pero no va
a regresar de allí porque “las hojas no viajan en aviones” y porque Thiago y su
hijo se han transformado en hojas y recuerdos que darán vueltas, vueltas y
vueltas por el universo, y tan solo habrán de regresar cuando la muerte sea
derrotada y otra vez esté aquí la primavera”.
Urgente, requisito de vida, leer Memorias-El Poder de la Ilusión, González Viaña dixit.