Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
27-12-2021
Perú, país de ilusiones paticortas
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Desde hace algo más de cuatro décadas la ilusión no florece
en Perú. A lo más tiene patas cortas. ¿Y quién o quiénes cercenaron esas
esperanzas?, ¿acaso enemigos foráneos o invasores?, ¿pestes o enfermedades
letales masivas?, ¿alguna plaga de las bíblicas y letales? No. Nuestros
desvergonzados y mayores enemigos son los de casa.
¿Qué hicieron los políticos (o los que suelen llamarse a sí
mismos como tales)?. ¡Todo lo contrario! Vía el discurso florido, pleno en
lugares comunes y promesas baratas, envilecieron el teatro de las posibilidades
que es la política y la constriñeron a un diálogo de vulgares y demagogos. Uno
de ellos, pusilánime y proditor, a sabiendas que su “oratoria” ya no calaba ni
convencía, optó por meterse un tiro. Pero años de años fue pilar de la
destrucción política del Perú y la pulverización del gran partido que fuera
antes el de Haya de la Torre.
¿Y qué decir de los que han vivido de la cansada ubre del
Estado y sus sucesivos gobiernos desde hace 200 años? Con la llegada a Palacio
de Pedro Castillo explotaron en sus fobias racistas y en su pretendida
superioridad intelectual afincada en diplomas universitarios, grados académicos
que no han podido disimular el saqueo del dinero del contribuyente. La
estadística anuncia que rateros de cuello y corbata predominan en la maquinaria
expoliadora del país.
¡Ni la vida común y corriente se salva! Amoríos con ilusión
tronchan el horizonte porque cada quien pone excusas, dinamita el camino y
¡sanseacabó! el romance, el matrimonio, la esperanza común o lo que fuere. Sin
vergüenza, la más mínima, todos se reclaman ofendidos y heridos. Ciertamente no
es una faceta poco frecuente, sí muy disimulada con capacidad hipócrita mayestática.
En el momento en que una nueva promoción de jóvenes y
veteranos, en abrazo generacional renovado y creativo, siembre la ilusión,
avive el fuego de la inteligencia y ame con pasión la historia de su pueblo,
entonces renacerá la llama votiva y perenne de tener fe en los destinos
superiores de un país que antaño fuera capitanía política brotada desde el
incario a buena parte del continente. ¿Será eso imposible?
Hay que impulsar la lectura, el buen uso de los elementos
tecnológicos, el freno prudente a esos celulares que ni siquiera dejan almorzar
tranquilos. Pero, con ahínco hay que sembrar la fe en un pueblo que NO cree en
nada porque siempre le han mentido con centurias de culposos antecedentes.
¿Deber de quién o quiénes? De todos los hombres y mujeres no
sólo de buena fe, sino de una genuina voluntad de acero capaz de equivocarse
para volver a empezar sabiendo que las nuevas juventudes merecen no el
espectáculo de pobreza espiritual y garrulería festiva contemporánea sino
actitudes y determinación para edificar un país casi en ruinas morales y
políticas.
Se nos va el 2021 pleno en pandemias y sus evoluciones
nocivas. En crisis política con un gobierno incapaz de buscar el asesoramiento
más calificado lejos de las compadrerías o torpezas fácilmente identificables.
Conozco de esfuerzos empresariales que dan todo de sí y que
van logrando, como el agua que horada la roca para formar el pongo, llegar a
destino. Pero ¡he allí que el Estado pone trabas y exige permisos bobos! A esos
patriotas hay que alentarlos.
Mi cuota es muy humilde e insuficiente pero cada vez que
llegan voces de aliento y entusiasmo, tengo la impresión que continuar es la
única opción.
En llegando el 2021, abrazo esperanzado, con plena fe en los
destinos de este gran pueblo y, sobre todo, firmes y disciplinados en la unión
que demuestra que las grandes causas no perecen por el miedo.