Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
22-12-2024
Palabrería hueca
https://senaldealerta.pe/palabreria-hueca/
Perú muestra un conjunto
de desastres que van desde los abaleamientos ordenados por las mafias, hasta
leyes con nombre y apellido, expedidas por legiferantes que cada día demuestran
un apego al abultado sueldo mensual, margesí de protocolos, sinecuras y ventajismos
y escasísimo amor por la Patria. ¡Y los conciudadanos son nada en los cálculos
de estos privilegiados!
Cuando, luego de los
horrendos crímenes recientes, debía el país entero haber condenado de manera
radical, oficial, noticiosa y de acción, este tsunami violentista, todos callan,
hablan a media voz, abominan con timidez y se escabullen de su deber de luchar
contra la corrupción.
¿Por qué ocurre todo esto?
De repente la pregunta es muy simple: ¿hay mucha ropa tendida?
El papel, el micrófono y
la imagen permiten, literalmente, cualquier adefesio, toda vez que son palurdos
voceros los autores que fungen de autoridad, sapiencia, empaque. Hilachas
groseras de un sistema en pleno precipicio sin freno.
Recursos deleznables. Hay
términos que por el abuso que se hace de ellos, devienen envilecidos, garabatos
que nada representan. La gobernabilidad es uno de ellos, acaso el más popular.
Desde la presidencia hacia abajo, todos invocan la palabreja y se le atribuye
virtudes mágicas, políticas, socio-económicas.
Más sobre la fabla o
palabrería palurda que embrutece y no edifica a ninguna sociedad.
Y los medios difunden no
poca barbarie. En televisión, diarios y miedos de comunicación, para hablar de
los barrios se dice “barruntos” y ni ¡siquiera conexión entre uno y otro.
Barrunto es la aproximación o cercanía a algo.
Otro tanto parece ocurrir
con la palabra central. Todos los políticos, cuando quieren denotar la evidente
pobreza de su léxico, aluden a lo central de esto o aquello. Aunque parezca
divertido, ellos se solazan en la eufonía aparente que la palabra tiene y se
sienten sabios y apotegmáticos conferenciantes de naderías mal impostadas.
Nótese, cuando se habla de
conferencias, se espera que alguien anuncie, demuestre un tema y brinde aristas
a considerar respecto de lo que propone. En el 90% de los casos contemporáneos,
los oradores, leen (sí, leen) una cartilla llena de texto y fotografías en un
software para apoyo (PowerPoint). Sin dudar un ápice de la bondad del
contenido, las llamadas conferencias son prácticas de lectura.
Me contaron que un
expositor brillante, de verbo galano y fraseo delicioso que no exageraba ni
amenguaba la fortaleza documentada de su oración, era Raúl Porras Barrenechea.
Mito, tradición e historia del Perú, fue una exposición que, de cabo a rabo, se
convirtió en libro y con respeto integral al discurso conferencia que
pronunciara el ilustre peruano.
Imposible, en los tiempos
que corren, exigir acontecimientos similares porque hoy prima la tendencia a la
rapidez (y al ocio intelectual también). Hagamos un ejercicio, amable lector:
pregunte a su hijo/a ¿cuántos libros ha leído desde el 1 de enero a la fecha?
Le sorprenderá la respuesta.
¡Le apuesto, doble contra
sencillo, que escuchará la palabra: NINGUNO, reiteradas veces!
Caminar hacia la política,
está apenas, a un tris tras de distancia.
Sin partidos diferentes de
agencias de puestos de trabajo para sus militantes o, mejor dicho, para los que
tienen acceso al cogollo de sus respectivas maquinarias políticas; sin medios
de comunicación que cuestionen frontalmente taras seculares o modelos racistas
y primario-exportadores, quienes poseen el pasaporte a la noticia vía
televisión, radio o diarios, sólo producen esperpentos bastante vulgares.
Por eso, cuando “habla” un
político hay que esperar cualquier cosa, menos una definición interesante,
creadora y desafiante para los retos contemporáneos de la asaz ultra complicada
situación nacional.
La “gobernabilidad” en el
Perú es torpedeada por la oposición y por el oficialismo que llama a colaborar
a prontuariados con largo desempeño en las zonas oscuras de la administración
pública.
Los consejeros o asesores,
no orientan o lo hacen muy mal. Son varios los ministros que debieron irse por
la abultada evidencia de barbaridades que venían de tiempo atrás. Esta clase de
errores grotescos sólo pueden ser patrimonio de quienes no han entendido que el
gobierno es una transición y no una casa abierta a la que hay que saquear a
como dé lugar.
Además, la gobernabilidad,
entendiéndola como un sistema en que gobernados y gobernantes suscriben un
pacto social con metas claras y designios nacionales por lustros o decenios, no
es una invocación literaria o muletilla de malos discursos. Se la construye, se
la fabrica desde la base a las cúpulas, y se la mantiene como un menú del cual
no hay que salirse salvo que se quiera incurrir en el lento suicidio en que
estamos entusiastamente empeñados hoy en día.