Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
14-10-2023
¿Une el fútbol a los peruanos?
https://senaldealerta.pe/une-el-futbol-a-los-peruanos/
El “fútbol une al Perú” leí en un comentario y cuyo autor es
una persona con más de siete décadas, ergo, sabe lo que dice. ¿Es cierta la
sentencia?
El deporte de multitudes recauda su financiamiento de
aquellas que consumen los variados productos que derivan de esta clase de
espectáculos, en el avisaje, publicidad, promociones y en que cientos de
millones se mueven alrededor.
La liza se decide en 90 minutos. Antes se posa para las
fotos, se cantan los himnos nacionales y con cierto esfuerzo, atizado por los
genios especialistas, hasta se convierte en una guerra a muerte, lo que es un
simple encuentro de balompié.
No se decidirá en un match tal o cual inversión para
beneficio de los más pobres. Tampoco el destino de capitales para la creación
de más y diversificada oferta de empleo. Mucho menos discurrirá la pasión del
partido en referencia a hospitales, enfermos y carencias. De ninguna manera.
Los deportistas, ganen o pierdan, reciben lo que sus
convenios establecen cuando están de licencia para jugar por la selección. A
veces hasta envejecen en esos puestos de los que nadie los reemplaza porque hay
exigencias extradeportivas pero muy comerciales que así lo demandan.
Si se gana, aunque sea por pura suerte o deficiencia del
equipo oponente, la gloria llega por algunas cortas horas. Si se pierde, el
entrenador recibirá las críticas más demoledoras de que tenga memoria. Casi
troca en cadáver con epitafios al paso.
¿Sació su hambre el famélico y desnutrido ciudadano? No
parece una fórmula corriente. ¿Se levantaron industrias y puestos de trabajo?,
¿estableció claramente los lindes de su soberanía el país ante el descarado
juego aquí en Perú de las potencias? Nada de eso.
Del artículo El fútbol y el país, cuyo autor es Joan
Guimaray https://bit.ly/3O1xn1O,
reivindico algunos asertos punzantes y certeros:
“Entonces, una vez más, el país no sólo se paralizará, sino
también se teñirá de blanco y rojo, de rojo y blanco se coloreará. La mayoría
vestirá polos de Gamarra. Los más acomodados lucirán vinchas de seda y
camisetas Adidas. Y los más pobres,
por enésima vez volverán a ponerse sus descoloridas prendas de pasadas
eliminatorias.
……. todos estaremos embriagados de fútbol, ebrios del deseo
mundialista, achispados por ver los goles de la blanquirroja. Incluso, nos
olvidaremos de nuestras diferencias. No recordaremos de izquierdas ni de
derechas. Tampoco estarán en nuestras mentes, los comunistas ni los caviares.
Y, si de pronto vomita el gol de Cueva, ese cajón electrónico que mantendrá
atrapada a nuestras ansiosas pupilas.
Y, no tendría nada de raro ni de extraño. Al fin y al cabo,
estamos hechos de pequeños contentamientos, de insignificantes alegrías, de
minúsculas satisfacciones, puesto que el verdadero dulzor de la gloria aún nos
sigue siendo lejano, esquivo e inalcanzable casi en todo.
En el fútbol, sabremos que en el mejor de los casos y para
la alegría de muchos, los muchachos irán al mundial, pero no con las
convicciones de llegar a los cuartos de final, ni con la confianza de arañar
por lo menos el tercer lugar, sino, para ser eliminados en la primera vuelta y
regresar como siempre sin goles ni proezas, pero con la idea de “la misión
cumplida” para el consuelo de los optimistas. Ya que, después de todo, la
máxima aspiración del equipo nacional, es simplemente llegar al mundial.
Y en tanto que, en nuestra doliente realidad de país, que no
quepa duda, de que despertaremos con el mismo amargor de los últimos meses.
Difuminada la embriaguez por el fútbol, volveremos al agrio trago de la
cotidianidad, a seguir abrumados por la incompetencia, hastiados por los
vicios, agobiados por los desatinos, horrorizados por los audios y preocupados
por la inseguridad.
…. en el país no habrá cambiado nada. El Perú seguirá sumido
en sus males. Los desempleados continuarán buscando una vacante, las amas de
casa volverán del mercado con menos compras, los ambulantes seguirán
desgañitándose por vender sus mercaderías, las madres de los comedores
continuarán buscando que llenar sus ollas vacías, los “niños” del parlamento
seguirán negociando, los malhechores no pararán de fugar, y esas
multitudinarias voces descontentas seguirán haciéndose escuchar: “¡Perú te amo,
por eso te defiendo!”.
¡Cuanta carga de verdad fulminante en los párrafos
antecitados!
El deporte es bueno. Cuando se lo confina a una danza
fenicia en que los jugadores son trebejos de un ajedrez poderosísimo y mundial,
se confunden la fantasía y la realidad.
El resto, inmensa mayoría, para comer tiene que trabajar o
inventar cómo ganarse el pan suyo de cada día.
Tan simple como eso.