Wednesday, February 26, 2020

¿Desapareció el imperialismo o mutó sus prácticas?


Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
26-2-2020

¿Desapareció el imperialismo o mutó sus prácticas?

¿Ha desaparecido el imperialismo, como parecen sugerir y lo hacen descarnada y desvergonzadamente los ideólogos al servicio del capitalismo salvaje?

Pruebas al canto. Pocos días atrás, Odebrecht con su sede y dirección en Luxemburgo ha demandado al Estado peruano por US$ 1200 millones de dólares en compensación por la clausura del gasoducto del sur. La acción jurídica se llevó ante el CIADI (entidad que dirime controversias a nivel internacional) y que es dependencia del Banco Mundial. ¿Qué es el BM? El gran regulador de cómo se manejan las políticas económicas de los Estados miembros. Perú es parte de la corporación y debe acatar sus dictados y recomendaciones.

Es decir, el capitalismo sin freno que manejan las grandes corporaciones, sin dirección fija o cambiante, hoy en Nueva York, mañana en Londres o en Luxemburgo o en Berlín o en Tokio, delinean cómo se parte el jamón en el orbe. Si una de las empresas es reconocida en sus jurisdicciones, caso Odebrecht, entonces puédese invocar esa filiación y accionar sobre cualquier Estado del mundo, ergo Perú está enjuiciado.

El imperialismo ya no sólo controla nuestra moneda e impone el patrón oro en sus depósitos en Estados Unidos, sino que regula cómo se manejan los dirimendos, impone qué tipo de producción, la estacionalidad de la exportación de materias primas y el detenimiento de los planes industriales que generarían valor agregado y mayores compensaciones a las exportaciones peruanas. Nada de eso se hace sin el seguimiento, control y supervisión del imperialismo

¿Son nuestros Estados representativos de sus sociedades? En realidad sólo reclaman por las empresas o joint ventures o conglomerados a los que se representan y se valen de múltiples ardides: criminalización de la protesta, control de los ministerios, contratación aviesa de “formadores de opinión” traidores a su pueblo y de líderes políticos absolutamente vendidos al cántico capitalista.

¿Funciona alguna acción antimperialista? Me temo que no. No hay frente único de trabajadores manuales e intelectuales y tampoco un Congreso Económico Nacional que trabaje un nuevo contrato social productivo en concordancia con las aspiraciones nacionales de soberanía popular, energética y política. Los actuales grupos son más bien maquinarias electorales groseras y carentes de cualquier sentido de solidaridad o fraternidad.

La prensa cómplice se transforma de medios en miedos de comunicación. Su verdad es única y monocorde, privilegia el morbo en la información, la estupidización aguda de las masas y envilece cualquier pensamiento que se atreva a sugerir la posibilidad de un escrutinio exhaustivo a la prensa y a sus contenidos. De ese modo se elimina la formación de valores y contenidos de alto sentido moral y se da paso al relajo y a la destrucción de la célula familiar.

La prensa adláter se dedica al control de daños y el delincuente que no tuvo reparos en grupo o en singular en asaltar al Estado, termina siendo tratado con guante blanco porque está enfermo o lo hizo por desconocimiento o porque cae bien ante la teleaudiencia. La falta de reflexión y la escasa formación cultural, o histórica de los ciudadanos hace presa fácil a las masas de estas campañas de desinformación que resultan contadoras de “verdades” que nadie ha comprobado ni verificado porque son esencialmente bolas, las famosas bolas peruanas, es decir montones de mentiras que a fuerza de ser repetidas se instalan en el imaginario popular.

Enjuiciado el cuadro precedente da por resultado la carencia de un estado emocional predispuesto a aprender que el antimperialismo no es una pose electoral ni estación pasajera sino una ACTITUD militante y combatiente irrenunciable que debe acompañar la formación de cuadros y dirigentes en su accionar cotidiano y en todos los ámbitos.

¿Quimeras? Me temo que puntos iniciales para la reflexión y la acción. Es hora que el pueblo peruano sepa distinguir muy bien el cuento y los cánticos de la realidad monda y lironda que le aprisiona desde antes de nacer pagando deudas externas inmanejables y siendo incapaz de decidir qué y qué no se hace en sus propios confines.