Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica
Rojas
3-6-2024
Renovación eso es lo que exige el Perú
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En la Constitución mexicana de 1917, se
estableció en su artículo 83, la no reelección de
los presidentes de la República. México revolucionario fue un ejemplo de la
lucha popular de su pueblo. El comicio de ayer representa una masiva
participación ciudadana de ese país en una jornada democrática.
Aquí debiéramos aplicar
la no reelección al Congreso. Quien postula para seguir gozando de las mieles
que da el cargo, protocolo, tráfico de influencias, engreimientos y
trasgresiones a la ley, le roba el puesto a gente honrada que tiene que servir
al país.
¿Qué
hace tanto idiota, año tras año, lustro tras lustro, década tras década, en el
Congreso calentando butacas o en las inmediaciones merodeando Palacio? Y ocurre
lo propio en los sillones ediles cuanto que en las gobernaciones regionales.
Qué
¿no pueden servir desde otros puestos con patriotismo y honestidad al pueblo
peruano?
¿O
son otras las fórmulas no confesadas -pero reales, demasiado reales- las que
impelen a hacerse viejos –y siempre mediocres- cobrando de la cansada ubre del
Estado?
La
verdad genuina, raigal y maciza es que los sangrones han hecho del palco
público un modus vivendi y cada quien se transforma en ministerio de favores con patas, escalafón de tarifas, batallones
de asesores y tropas de secretarias.
Contra
la expresa voluntad de más de 16 millones de peruanos que abominaron de la
reelección en el referéndum del 2018, apenas 120 personas, representantes de nada
en el Congreso, reinstauraron el Senado y la reelección.
Los
congresistas y presidentes, alcaldes, regidores y presidentes regionales sólo
deben serlo por una vez y luego sus enseñanzas deben revertir, como pago a las
colectividades que les llevaron a cimas altas, en forma de adiestramiento a los
más jóvenes para asegurar un futuro genuinamente renovador, de empuje y savia,
de contenido, retos y respuestas.
¿O
acaso nos quieren hacer creer que aún hay hombres o mujeres “providenciales”,
“catalizadores” de la voluntad de sus bases, vectores únicos y sagrados a
quienes la grey sólo tiene el deber de ungir en las alturas pública? Se sirve
al pueblo desde arriba o desde abajo.
En
su inmensa mayoría parlamentarios a las derechas, las minorías a las siniestras,
tampoco han mostrado habilidad, ciencia o conciencia. Banales y mediocres.
¿Han
cumplido los legisladores en su trabajo por la soberanía popular para afianzar
la custodia de la soberanía nacional y en defensa de los recursos naturales y
en pro de una industria con valor agregado, capacidad exportadora y promoción
del liderazo juvenil, en Costa, Sierra y Selva?
Después
de los casi 60 muertos en el saldo trágico del gobierno de doña Dina Boluarte y
que ha merecido un informe muy negativo de los organismos internacionales, la
incorporación activa y constructiva de todos los sectores de la nacionalidad,
en buena cuenta, en la construcción de una Patria digna y por un Perú justo,
libre y culto, sigue siendo una incógnita.
¿Hizo
algo el Congreso por la pacificación? Todo lo contrario.
Con
su miope visión, echó gasolina al fuego de la indignación popular que los
repudia en todo el país.
Bien
advertía don Manuel González Prada en Los honorables, Bajo el oprobio,
1914:
“El congresante nacional no es un
hombre sino un racimo humano. Poco satisfecho de conseguir para sí judicaturas,
vocalías, plenipotencias, consulados, tesorerías fiscales, prefecturas, etc;
demanda lo mismo, y acaso más, para su interminable séquito de parientes
sanguíneos y consanguíneos, compadres, ahijados, amigos, correligionarios,
convecinos, acreedores, etc. Verdadera calamidad de las oficinas públicas,
señaladamente los ministerios, el honorable asedia, fatiga y encocora a todo el
mundo, empezando con el ministro y acabando con el portero. Vence a garrapatas,
ladillas, pulgas penetrantes, romadizo crónico y fiebres incurables. Si no pide
la destitución de un subprefecto, exige el cambio de alguna institutriz, y si
no demanda los medios de asegurar su reelección, mendiga el adelanto de dietas
o el pago de una deuda imaginaria. Donde entra, saca algo. Hay que darle gusto:
si de la mayoría, para conservarle; si de la minoría, para ganarle. Dádivas
quebrantan penas, y ¿cómo no ablandarán a senadores y diputados?”.
La nación exige cambio y renovación.
Una fórmula sensata y cuasi obligatoria es licenciar a no pocos saltimbanquis a
quienes mantiene por años de años el Estado.
Es decir, el dinero del
contribuyente tiene derecho a fulminar y enviar a su casa a quienes no le
producen bienestar, dignidad, limpieza en la ejecutoria pública y actitud sin
tacha.