Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
21-8-2020
Salud Mental y una
urgente y nueva arquitectura política
Los tradicionales planteamientos ideológicos como
doctrinarios en la política peruana no pasan por el mejor momento, su descrédito
es profundo, más por la mala acción de sus denominados intérpretes o
protagonistas a nivel parlamentario o en el Ejecutivo, que por el
aherrumbamiento de sus planteamientos. Nos guste o no, esa es una circunstancia
que nadie puede negar. Salvo torpeza y falta de entendimiento.
Por tanto acaso sea llegada la hora de volver a interpretar
al Perú como entidad de más de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados,
más de 32 millones de habitantes y poseedor de todos los climas ecológicos y
una insuperable biodiversidad que abarca sus tres regiones tradicionales Costa,
Sierra y Selva y todos los pisos ecológicos desde el Mar de Grau, hasta las
cumbres nevadas de miles de metros, a las orillas de ríos navegables y
portadores de vida, incluyendo los cielos soberanos, un conjunto privilegiado
de zonas que nuestra población debía saber mejor conservar y también explotar cuidando
los recursos renovables, la flora y fauna.
La persona humana es el fin supremo de la sociedad. El
mandato constitucional es inexcusable. Los derechos humanos giran en torno al
respeto a los derechos y a la exigencia del cumplimiento de los deberes de
hombres y mujeres con miras a la consecución de un Perú libre, justo y culto
como rezaba una parte del lúcido Preámbulo de la Carta Magna de 1979, la
Constitución de Haya de la Torre.
Pertinente preguntar si la Salud Mental refiere o engloba a
esos derechos humanos considerados en su integridad: desde el vientre materno,
hasta el nacimiento, desarrollo, educación y vida de los peruanos en su
multiculturalidad, idiomas diversos, heterogeneidad de origen y al margen de
confesiones o creencias. La respuesta categórica es sí, Salud Mental, entendida
como una política de Estado, sí trata globalmente de estos y muchos otros
aspectos enderezados a la persona humana.
Entonces si la persona es el objeto fundamental o fin
supremo de la sociedad y la Salud Mental tiene en su margesí de disciplinas, a
la persona, deviene lógico y macizo inferir que la Salud Mental, entendida como
una ejecutoria del Estado, puede, debe y resulta una fórmula novedosa, sana y
revolucionaria de comprender e interpretar una nueva concepción ejecutora en
todos los gobiernos que basan en su planteamiento constitucional el accionar
del Estado.
¿Que ocasionará gastos un nuevo portafolio al que hay que
dotar de teoría y práctica? Importante recordar una vieja conseja: no hay que pensar cuánto va a costar hacer
tal o cual cosa, HAY QUE PENSAR CUÁNTO VA A COSTAR NO HACERLO.
¿De dónde los recursos? Esta tarea deberán acometerla los
técnicos más calificados. Es de sobra conocido que muchos ministerios no están
a la altura de sus cometidos y lo mismo ocurre con los gobiernos regionales y
municipales que ni siquiera gastan al 100% los fondos destinados desde el
gobierno central. La realidad, consejera más poderosa que cualquier libro o
teoría, nos confiesa que mucho dinero revierte al fisco porque hay una
vergonzosa incapacidad de gasto en los elementos descentralizados.
Si lo anterior es cierto entonces la pregunta de dónde sacar
recursos está clara y rotundamente respondida. Más aún, siendo que la Salud
Mental es un diseño nacional, corresponde la iniciativa que se estudie en el
MEF si puede servir como tributo del cual las empresas puedan echar mano para
ventajas de impuesto y con el único y exclusivo propósito de un Plan Nacional
de Salud Mental como política de Estado, arma contundente contra las fracturas
que la sociedad debe sanar como la que hoy flagela al mundo.
Salud Mental no es sólo la procura de los medios contra las
enfermedades, sino y sobre todo, el tratamiento de quienes han sido lesionados
en su pureza espiritual y paz cívica a raíz de la violenta pandemia del
coronavirus y otros múltiples males.
¿Cuántos empleados, operarios, trabajadores, contados por
cientos de miles y millones pueden afirmar que están incólumes ante los
trágicos sucesos de dolor y muerte que vemos a diario a lo largo y ancho de
todo el país? ¿Cuántos están en condiciones de seguir siendo productivos en sus
responsabilidades? Sorprenderían las respuestas desesperanzadas y negativas.
Batallones de voluntarios, miles de médicos y la sociedad en
su conjunto a través de un Plan Nacional de Salud Mental como Política de
Estado tendrán que ser investidos como los representantes del Perú para
reconvertir las ruinas en que vamos quedando en arietes contra la pobreza, la
mala salud y el hambre, vía un conjunto de prácticas tendentes a la
recuperación integral de los hombres y mujeres del Perú entero.