Saturday, January 25, 2025

¡Ni buenas ni malas masas!

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

25-1-2025

 


¡Ni buenas ni malas masas!

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Han pasado los días suficientes, luego que el reelecto Donald Trump hiciese público el alud de sus iniciativas, como para que los líderes emitan pronunciamiento, dictamen, análisis respecto de, por lo menos, dos temas fundamentales para Perú: el Canal de Panamá y las tarifas arancelarias.

 

Y el escenario americano tiene en nuestro país un novísimo Puerto Chancay y una potente presencia china que tiene su bronca geopolítica con los norteamericanos que con Trump parecieran revivir las lejanísimas épocas del gran garrote (big stick) y la figura de Teddy Roosevelt (I took Panama).

 

Las deportaciones en masa en la frontera sur con México, también forman parte de un cuadro accidentado que escalará a niveles aún desconocidos. Ha dicho ya la presidente azteca Claudia Sheinbaum: por cada mexicano que boten, nosotros les devolveremos 100 estadounidenses. Palabras más, palabras menos, la liza se viene con todo.

 

Aspirar a que nuestros “líderes políticos” de cualquier tendencia o simpatía, nos gratifique con un plan geopolítico, coherente, claro, realista, es un sueño de opio. La simple razón que la magra altura intelectual o inteligente de estos especímenes, es razón suficiente para aniquilar ese anhelo.

 

Que la inmensa mayoría de políticos sean borricos no equivale a que no estemos urgidos de voces de liderazgo y guía frente a los sucesos que plantea la situación actual.

 

Los adalides no solo se desempeñan en el campo laboral-empresarial sino también y, sobre todo en los tiempos actuales, en las bases de la sociedad civil. Clubes de madres, asociaciones de diversa índole, organizaciones de provincias, padres de familia, todos tienen rol importante.

 

Recordaba ese capitán de multitudes que se llamó Haya de la Torre, que: “no hay buenas o malas masas, sólo hay buenos y malos dirigentes”.

 

Y, precisamente, he allí la gran dificultad contemporánea del Perú: no hay adalides. A lo más, veletas acomodaticias según como sople el viento y, a veces, resbalan por terrenos fangosos, inseguros y no pocas veces tropiezan y se rompen las muelas.

 

De tanto improvisar, el perfil príncipe de tal o cual partido, es hoy una aplanadora lista para servir a los apetitos electoreros de quienes tienen el timón. Y como era de esperarse, las taifas birlaron el resultado millonario del referéndum de años atrás que abrumadoramente prohibía la reelección y abominaba del Senado.

 

Granjerías disfrazadas, sinecuras y el silencio de compromiso, dispendio en frente de millones que a veces ni almuerzan, son parte del menú corruptor que incluye a tirios y troyanos. ¡No nos vengan a decir esos empleados que merecían semejantes gratificaciones!

 

¿Y las ideas, la doctrina o la ética?

 

¡Bah! dicen los palurdos, “seamos pragmáticos, a nadie le importa nada de eso”.

 

Y la historia es dura: en Perú desaparecieron los partidos, sólo tenemos patotas electorales que cobran en miles de dólares, los puestos en las listas de candidatos.

 

Ciertamente que los tiempos de las grandes figuras singulares que al sólo conjuro de su voz moral y fuerte, convocaban a las multitudes, ha pasado a un recuerdo lejanísimo.

 

Si se lee con atención la biografía de políticos peruanos de los últimos 30 ó 40 años, todos o una mayoría aplastante exhibe un impresionante ramillete de claudicaciones. Ni honra a la palabra y, mucho menos, lealtad a las ideas.

 

Las excepciones siempre son pocas.

 

En cambio, sin vergüenza, sí abunda la vigorosa y lamentable predilección hacia los puestos y al mutismo que cubre cualquier maroma o conciliábulo. ¡Eso sí, sólo entran los del cogollo, los amigotes y los que hacen los negocios!

 

Por tanto, ¿qué se puede esperar de un país guiado por taifas o pandillas? ¡Poco, muy poco!

 

El cenáculo, reunión oligárquica de amiguísimos, piensa por el resto y sólo provee soluciones llave en mano, donde manda el dólar y la mano negra es la de quienes siempre se embolsican los dineros que vienen de los monstruos imperialistas Estados Unidos, China o cualquier otra potencia.

 

Los pretextos son variopintos: el analfabetismo, los derechos humanos, los niños, el sistema electoral, las mesas de concertación, temas que se convierten en caricaturas y adefesios por parte de estas grandes sanguijuelas profesionales.

 

Una revolución punitiva que castigue severamente a todos los que han hecho de la política vil negociado culpable; un encuentro con el genuino Perú que reivindique a sus provincias y a su gente líder al mando inobjetable de sus pueblos, son giros de una sinfonía social que aguarda a sus portaestandartes con indiscutible vocación libertaria.

 

La democracia no es el adefesio o embeleco por el cual la gente vota en las urnas y punto.

 

¿Qué nación puede edificar nada si tiene en sí misma los virus de su mal incurable? ¡Ninguna!