Thursday, April 09, 2020

Religiosidad y espiritualidad en la música


Religiosidad y espiritualidad en la música
por Jorge Smith; kokosmithm@hotmail.com  
           
8-4-2020

La Sinfónica Nacional del Perú, nos entregó hace unos días una bella versión  de la La Pasión según San Mateo que es una de las obras cumbres de la música occidental. No es una obra fácil y lograr un equilibrio sonoro entre el coro y la parte instrumental e incluso lograr dicho equilibrio dentro de los diferentes tipos de voces que intervienen en el coro como también entre los instrumentos que participan en el acompañamiento, es un bordado muy fino, ingeniería de detalle del mas alto nivel. A veces, más que acompañamiento de la orquesta, hay un diálogo entre el coro y la orquesta.

Bach poseía una creatividad melódica inagotable y hacía, de alguna manera, explosionar los cánones formales de la composición musical de su tiempo. Su inventividad en el manejo de los instrumentos era, por así decirlo, aluvional. En pocas obras como lo es La Pasión según San Mateo, Bach metió todo el paquete de su experiencia como intérprete y compositor. Esta obra grandiosa es pues la suma total del genio que reinventó para siempre las leyes de la armonía musical.

Hace algunos años un crítico musical en Francia, durante un año hizo una una encuesta de opinión preguntando cuáles eran las obras más geniales de la música occidental y fue La Pasión según San Mateo de Bach junto con la ópera Don Giovanni de Mozart, las que ocuparon los primeros puestos. Es un hecho curioso pues quizás no haya dos obras que sean más diferentes en su contenido, en su intención y en su impacto. 

La pasión de Bach, basada en el testimonio de San Mateo, nos cuenta la pasión de Cristo, sin duda uno de los hechos más dramáticos de la historia de occidente. Cristo literalmente creó un antes y un después en el acontecer histórico. El texto está basado en la traducción de Martín Lutero, que muchos ignoran que también era músico y adquirió forma de libreto para la obra de Bach, gracias a la pluma de Christian Friedrich Henrici, mas conocido como Picander. Este era un oscuro escritor pero que gracias a su colaboración con el Cantor de Leipzig, como se le denominaba a Bach, adquirió también su dosis de inmortalidad. Bach debió haber sido muy minucioso al aceptar el texto de Picander, pues el compositor era muy leído sobre temas bíblicos y algunos de sus eruditos biógrafos indican que en su biblioteca había mas de 80 libros de teología.

Eso es algo excepcional, pues los libros eran muy caros en esa época y más caros aun los textos impresos sobre temas sobre los cuales se hacían tirajes muy limitados.  La Pasión según San Mateo tiene un texto denso, dramático como lo amerita el tema y es servido por una música que sin caer en la redundancia, podríamos llamar divina. Por sus características, el contexto y la época del año en que se acostumbra a ejecutar esta obra se la suele llamar música religiosa y así se la suele clasificar.

Una obra musical no es necesariamente religiosa porque tiene tales o cuales características y esta genial obra de Bach es, ante todo, una obra de arte. De lo que sí estamos seguros es que suscita un fuerte impacto emocional para quien la escucha y, por qué no decirlo, una profunda espiritualidad. En eso estamos de acuerdo, seamos católicos o protestantes, creyentes o ateos. La pretendida religiosidad de estas obras de arte absolutas es algo demasiado restrictivo para encasillarlas. Lo que sí es patente, contundente y no podemos evadir es la espiritualidad que esta obra nos transmite, lo cual es un valor agregado a la emoción estética que suscita la belleza misma de la obra.

Si la obra de Bach trata sobre la dolorosa pasión de Cristo, el Don Giovanni  de Mozart es justamente todo lo contrario. Esta ópera es sobre las pasiones terrenales e incontinentes de ese inveterado seductor de fue Don Giovanni, o Don Juan , como se le conoce en la tradición española. No es de extrañar que el nombre se haya convertido en un adjetivo, para nombrar al hombre seductor, cínico, frío y calculador en su único objetivo de seducir mujeres y abandonarlas. No hay culpabilidad en Don Giovanni, en contraposición a Cristo, que mas bien para cumplir su destino carga con la culpa de los otros. El texto de “Don Giovanni”, sí fue escrito por un escritor de polendas, excelente poeta además, como lo fue Lorenzo Da Ponte. La colaboración de Mozart con él, fue muy fructífera pues dio lugar a esa trilogía genial que son Le nozze di Figaro, “Cosí fan tutte y evidentemente Don Giovanni, que son la cumbre de la inspiración mozartiana en cuanto a ópera se refiere.

Estas tres obras tratan de una manera u otra sobre la seducción. Si bien Mozart era un hombre de un magnetismo incomparable y por lo mismo un gran seductor, Lorenzo da Ponte sobre este tema, era un profesional en la materia. El fue íntimo amigo de Casanova, el veneciano que fue el seductor por excelencia. Ambos, Casanova y Da Ponte, en sus voluminosas memorias cuentan con increíble crudeza los múltiples ardides que utilizaban para seducir todo tipo de mujeres y los intrincados problemas en los que se metían. Mozart por lo mismo, no podía tener mejor colaborador para escribir el Don Giovanni que alguien como Da Ponte, que sabía bien, por experiencia propia, lo que era ser seductor y por lo mismo también experimentado conocedor de las debilidades de la naturaleza femenina, por lo cual estas se convertían en fáciles presas de las artes del seductor. Por eso el retrato musical que Mozart hace de Don Giovanni será por siempre el mejor retrato de un seductor y también paralelamente acierta cuando en la misma ópera retrata musicalmente el despecho de Doña Ana, los celos de Doña Elvira o la pretendida ingenuidad de Zerlina en Don Giovani. El genio de Salzburgo prácticamente hace una tipología de la mujer seducida. Mozart va mas allá y es aún mas magistral, retratando las dudas y remordimientos de Dorabella y Fiordiligi cuando en el Cosi fan tutte, Don Alfonso las induce a sacarles la vuelta a sus amantes que se encuentran ausentes.

En todo momento sentimos, cuando escuchamos a Mozart, la increíble penetración psicológica que tenía para caracterizar a sus personajes. Capta como nadie, las obsesiones suicidas de ese parrandero arquetíptico que fue Don Giovanni, como también la visión cínica, fáctica y desprovista de todo escrúpulo que caracteriza a Leporello, su sirviente. Los personajes femeninos, a pesar de haber sido advertidas de lo que les va a ocurrir, caen por curiosidad o por obsesión neurótica, con una ingenuidad conmovedora en las redes de Don Giovanni. Al final éste es castigado y enviado, por así decirlo, a ser consumido por las llamas del infierno.

Lo interesante es que cuando comparamos los textos de La Pasión según San Mateo y el de Don Giovanni hay un tema que llama la atención y es cuando Cristo le dice a Pedro que antes que cante el gallo Pedro lo negará tres veces. Aquello efectivamente ocurre, pero Pedro se arrepiente. Don Giovanni, mas bien niega tres veces la posibilidad de arrepentirse y por lo mismo es condenado.

En el texto de La Pasión según San Mateo, al ser inquirido Pedro por la primera y la segunda sirvienta y luego por el coro, sobre si él era uno de los que habían acompañado a Jesús de Nazaret, en las tres ocasiones Pedro responde: “¡No conozco a este hombre!”

Después de lo cual el Evangelista declama:

“Y al instante cantó el gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: “Pedro, antes de que cante el gallo me negarás tres veces. Y, saliendo lloró amargamente.”

Es inmediatamente después de este episodio que a través de la voz de la contralto, que refleja el dolor de Pedro, que Bach nos entrega esa aria “Erbarme dich, mein Gott”, que es sin duda el aria mas hermosa de toda su música. Es una queja dolorosa pero ennoblecida por la magia del compositor, donde su inagotable inspiración alcanza una dimensión extraterrestre, sublime. Estos minutos que dura esta aria que es relativamente corta, son un sollozo contenido, una súplica que sintetiza el dramatismo del momento. Bach que nunca compuso una ópera, se proyecta en esos momentos en su música, como un compositor de una capacidad de dramatismo extraordinario y sin duda La pasión según San Mateo es lo mas cercano a la ópera de todas las obras para canto o corales que compuso.

 El aria dice:

“Ten piedad de mí, Dios mío, advierte mi llanto.                                                                                              Mira mi corazón y mis ojos que lloran                                                                                         amargamente ante Ti.                                                                                                 
¡Ten piedad de mí!”

En el caso de Don Giovanni, no hay lugar a dolor o arrepentimiento alguno. El es coherente hasta el final. No se arrepiente de nada. Hay una moralidad perversa en muchos de los personajes de las obras mozartianas. Son coherentes en sus convicciones y eso les da una cierta nobleza, tanto Papageno en La Flauta Mágica, cuando rechaza ir al paraíso pues se siente más a gusto en la Tierra, o el conde de Almaviva que a pesar de ser un adúltero guarda algunos principios, renunciando incluso al derecho de pernada a lo cual su rango lo facultaba y evidentemente Don Giovanni, que en ningún momento quiere arrepentirse de lo gozado y lo bailado.

El tema de la culpa y el remordimiento son materias que giran en diversos momentos La Pasión según San Mateo. La culpa lleva a Judas a ahorcarse cuando asume su culpa, en cambio en el caso de Poncio Pilatos, el remordimiento previo frente a la posibilidad de cometer una injusticia solo por la presión del pueblo y asumir la culpa de ser el que ha condenado a Jesús. Tal situación lo lleva a, literalmente, lavarse las manos y decir en el texto de la Pasión: “Soy inocente de la sangre de este justo”, lavándose las manos frente al pueblo y transfiriendo la culpa al pueblo mismo. En unas líneas, que le hubiesen encantado leer a Sigmund Freud, antes de que Pilatos tome esa hábil decisión, su esposa le envía un recado para que le digan “No haya nada entre ti y ese hombre justo, pues hoy he padecido mucho en mis sueños por causa de Él”.

Los sueños como escenario del remordimiento y eventualmente de la culpa, es algo que ha sido intuido desde siempre por los más grandes creadores. El lavarse las manos, como lo hace Pilatos, es también una forma simbólica de tratar de evadir la culpa, cuando dicha acción se vuelve compulsiva y obsesiva. Shakespeare en su genial obra Macbeth, ilustra tal situación cuando muestra que Lady Macbeth, que ha cometido un crimen, en la célebre escena del inicio del V acto, en la cual ella está sonámbula y frente a un médico y su sirvienta que la observan, se frota las manos compulsivamente, como si quisiera lavárselas. Mientras repite dicha acción cae en una especie de monólogo diciendo “¿Por qué no se lavan nunca mis manos?” Ella alucina que hay manchas de sangre en las mismas y luego agrega diciendo “Todavía siento el olor de la sangre. Todos los aromas de Oriente, no bastarían para quitar de esta pequeña mano mía el olor de sangre”. No hay en realidad ni manchas, ni olor y ambos son solo una proyección de la conciencia culpable de Lady Macbeth.

Si bien para los pitagóricos la música era el arte que mejor traducía por la función específica de las notas y los tonos, lo que ocurre en el espíritu humano, como arte es un arte amoral. Reiteramos que mas que sentimientos religiosos, que pueden a veces ser inducidos por el texto, lo que sí tiene la música es un gran poder de inducir espiritualidad, espíritu de reflexión y evocación en todas sus formas. El hecho que el compositor tenga como intención suscitar tal o cual estado emotivo, a través de melodías o enfatizando tales o cuales acordes, es algo que aparece con los compositores románticos del siglo XIX y de alguna manera ya con Mozart en la segunda parte del siglo XVIII. Los compositores antes de Mozart veían la práctica de un instrumento o la misma capacidad de componer, como un oficio mas que como un arte.

¿Era Bach consciente del increíble impacto psicológico que generaba la escucha de sus obras en sus oyentes? Es muy difícil decirlo. Lo que sabemos, gracias a los testimonios de la época, es que sus obras impactaban y sobre todo sus tres mas grandes obras corales como La Pasión según San Mateo, el Oratorio de Navidad o la Misa en si menor, son obras que desde el inicio, desde la introducción nos impresionan. Son masas sonoras resonantes, con una arquitectura musical que ejecutada dentro de una iglesia, pueden suscitar una legítima religiosidad, pero que no era necesariamente la intención de Bach.

Como todos los grandes compositores, Bach tenía una permanente curiosidad por los avances de la tecnología instrumental y como excepcional organista e intérprete del clavicémbalo seguía muy de cerca los avances de estos instrumentos, pero también la de todos los otros instrumentos en las incipientes orquestas que ya existían. En La Pasión según San Mateo, Bach utiliza la versión mas moderna de los instrumentos de su época. Bach vivía en una ciudad muy provinciana como lo era Leipzig, dentro de un cerrado círculo protestante donde la música se ejecutaba preferentemente en las iglesias. Su vida transcurrió muy al margen de las grandes capitales musicales de su tiempo como lo eran Roma, París o Londres, donde el arte operístico reinaba y se interpretaba en teatros. Este hecho nos privó que el genial Bach  incursionase abiertamente en la composición de óperas como sí lo hizo su contemporáneo y compatriota Haendel. La ópera, al llevar hasta las últimas consecuencias todos los matices y la sensualidad de la voz humana, cambió para siempre la percepción de la música. Mozart que era un adicto al teatro al componer obras de carácter religioso como sus misas, nunca deja de darles un carácter dramático casi teatral.

La obra de Bach por el hecho mismo de tener un apego hacia lo instrumental, es fácil transferirla de un instrumento a otro sin que pierda su riqueza, por eso también su obra tiene una gran versatilidad y se la puede fusionar con el jazz u otros estilos modernos, como también los estilos o formas musicales que creó Bach, pueden servir como contenedores para músicas de otros horizontes como las bachianas del brasileño Héctor Villalobos. En todos los casos la capacidad de crear estructuras musicales precisas, rigurosas en su forma pero al mismo tiempo de una gran plasticidad, hacen que con justificada razón en occidente se le considere a Bach como un músico absoluto y su música perfecta por cualquier lado que se la mire suscitará siempre una espiritualidad que irá mas allá de cualquier religiosidad y en eso coinciden católicos y protestantes cuando consideran a Bach el quinto evangelista.