Crónicas corovirales III
La pandemia y el tema
cultural 1
por Jorge Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
13-5-2020
Puede parecer un ejercicio vano y hasta frívolo reflexionar
sobre el tema cultural en estos momentos, cuando tenemos alrededor de 1,500
muertos en lo que va de la pandemia, pero es necesario que alguien lo haga.
Desde que se ha desatado esta desgracia, cuya urgencia
principal es de carácter médico y sanitario, creo que no ha habido ni una sola
declaración, ni comunicado, por parte del ministerio de Cultura. El ministerio
de Educación ha desempolvado un antiguo proyecto de educación a distancia, que
ha sido acogido por medios radiales y algunos medios televisivos, que aunque
tiene un impacto limitado pues no se pueden reemplazar la totalidad de horas
del programa escolar, es un avance. No se tiene una idea clara cuándo se
retomarán las clases presenciales, pero desde ya, esta familiarización obligada
con las características de la educación a distancia tendrá un legado positivo
para alumnos y profesores, pues ambos se aproximarán a las posibilidades y
limitaciones de esta forma de pedagogía. De todas maneras la educación del
futuro se hará esencialmente por medios digitales. Los profesores del sector
público y quizás con algunas limitaciones los del sector privado continuarán
recibiendo sus salarios.
En el ámbito cultural sin embargo, la pandemia está teniendo
consecuencias catastróficas. No había un plan B en este sector, y recuperación
si la hay, tomará algún tiempo pero en algunos sectores de la acción cultural
no veo perspectivas de recuperación, ni siquiera en el mediano plazo.
He hablado por celular o me he comunicado por mail con
muchos amigos cuya profesión o cuyo oficio es el quehacer cultural. Algunos de
ellos son músicos, otros se dedican a la pintura y algunos a la actividad
teatral. Salvo algunos que son músicos y que tienen un puesto consolidado en
algo como la Sinfónica Nacional o ejercen un cargo de profesores de música en
un colegio privado y que por el momento pueden tener un ingreso regular, aunque
no estén ejerciendo, en toda otra profesión de arte y cito el teatro o la
pintura por ser las artes mas visibles, la situación en los meses a venir puede
ser muy delicada, angustiosa y podría decir en algunos casos hasta desesperante.
Paradójicamente estas desgracias colectivas al igual que los
tiempos de guerra o las crisis económicas, a veces exacerban la creatividad,
pues la suma de tensiones que se vive en lo individual y en lo colectivo, hacen
que se vea en el arte algo así como un espacio liberador de las desgracias
cotidianas, un espacio indemne en el cual nos sentimos protegidos de la
enfermedad, el sufrimiento y la muerte, que aun si no lo vivimos como algo
personal o familiar no podemos dejar de ignorarlo. Esas épocas difíciles y
dolorosas, a veces interminables como la que estamos viviendo, significan en la
vida real de una sociedad una fractura, una interrupción inesperada y hasta
violenta de la actividad cultural, pero no necesariamente una interrupción de
la creación artística.
Lo peor es que estos últimos años en Perú se estaba
consolidando una actividad artística mas o menos orgánica. Las llamadas
industrial culturales estaban floreciendo y la mejor prueba de ello fue la
inauguración a mediados de enero de la sala de exposiciones de la Beneficencia
Pública, en pleno centro de Lima, como primera actividad del recién creado Centro
Cultural de dicha institución.
Los últimos años, muchos artistas plásticos y no solo los
más visibles o renombrados, comenzaban a tener ingresos regulares. Los músicos
también, aún son quizás aquellos que tienen los ingresos mas “intermitentes”.
No podían tener ingresos estables, pero sí por lo menos chambas aquí y allá. En
otro sector, habiéndose abaratado los costos de edición, aquellos que tienen
algún talento para la escritura han podido ver sus obras publicadas y así
generarse algún ingreso. Las exitosas ferias del libro, no solo las dos anuales
que hay en Lima, sino las múltiples que se hacen en provincias ya nos han
comenzado a dar cifras de alivio y hasta de entusiasmo: la gente lee más en
Perú. Algunos cínicos suelen decir que eso no es cierto, que lo que hay son pocas personas, que son
las mismas y que leen mas libros. Eso no es cierto o solo es cierto en parte.
Conozco personas que leen un libro cada tres días, lo cual hace unos cien
libros al año y eso es muy diferente a que 100 personas lean un libro al año.
Uno va a una reunión hoy en día y la gente tiene temas de conversación que van
más allá, de algún último escándalo de la farándula o algún destape de
corrupción política o el último partido que ganó o perdió la selección peruana.
Lo positivo es no solo que la gente lee mas, y que los
jóvenes están comprando mas libros y leen más. Ese fue el balance de la última
feria del libro, la FIL de Lima. Quizás muchos jóvenes hastiados del penoso
nivel de la televisión abierta que ya no puede caer mas bajo en rudeza,
vacuidad y vulgaridad y frente al hartazgo también de opinólogos de todo pelaje
que se pasean de un canal a otro profiriendo banalidades, los jóvenes peruanos
han decidido educarse o reeducarse en un mundo en el cual se puede tener acceso
a todo tipo de información, pero también de fake news y de gato por liebre.
Para alguien como en mi caso que tiene que lidiar con jóvenes en la enseñanza
universitaria, es reconfortante ver que los jóvenes ya no leen solo libros de
autoayuda, o alguna obrita de la cual todos hablan, sino obras que les brindan
herramientas para comprender, ese difícil, complejo y contradictorio pero
también maravilloso mundo en relación al conocimiento que es en el cual ya
estamos viviendo. Siempre en mi primera clase suelo decirle a los jóvenes que
Sócrates, Platón o Aristóteles hubiesen renunciado a años de sus vidas a cambio
de vivir en nuestra época, en la cual la ciencia y sobre todo la tecnología nos
está llevando a límites insospechados.
Todo ese mundo que se estaba consolidando se ha interrumpido
de un día a otro. Ha entrado a un compás de espera, mezclado de incertidumbre.
La variedad y la calidad de la producción cultural en Perú
estos últimos años es inmensa y lo mas meritorio es que se haya producido este
fenómeno al margen de un apoyo del Estado que haya sido permanente y
significativo. Cuando comparamos la parte del nuestro presupuesto nacional para
la actividad cultural con los países vecinos nos morimos de vergüenza y a veces
de rabia. Cuando conversamos con algún colombiano y nos enteramos que Cali o Medellín que son ciudades varias veces mas
chicas que Lima y que tienen mas del doble de presupuesto para la actividad
cultural, no sabemos dónde escondernos. Sin embargo estos años, gracias al
esfuerzo privado se había avanzado mucho.
El coronavirus y el justificado confinamiento que se generó
ya hace casi dos meses, corre el riesgo de echarse abajo todo, lo poco o mucho
que se había avanzado en lo cultural. Los teatros, las galerías de arte, los
conciertos de todo tipo, como también los eventos masivos ligados al deporte
están por el momento clausurados. La misma plaza de toros de Acho, hoy día está
convertida en un albergue para indigentes.
El confinamiento obligado terminará dentro de poco y quizás
se tenga que restablecer si la pandemia vuelve y recrudece, pero el
distanciamiento social tiene para rato y por lo mismo las actividades grupales
ligadas al arte, teatro y la música sobre todo, van a tener serias dificultades
para recuperarse y hasta para sobrevivir. Lo problemático además, es que la informalidad en el campo de la actividad
artística es algo casi generalizado. Muchos artistas no tienen seguro médico y
ni que hablar de una perspectiva de tener una pensión al final de sus vidas. En
países como el Perú, los profesionales de las diferentes artes son percibidos
muchas veces con una mezcla de desconfianza y curiosidad. El artista, ya sea
creador o performer (ejecutante) es un ser sui géneris dentro del tejido
social. A veces por su temperamento narcisista, ensimismado o marginal, o
incluso su extravagancia, los artistas mismos contribuyen a consolidar esta
percepción.
En todos los casos los artistas son buenos termómetros para
captar el pulso de lo que acontece en una sociedad. El artista como individuo
puede ser a veces transgresor, pero el arte casi siempre encarna valores
positivos, une y no divide.
Perú es un país que suele ser muy ingrato con los artistas y
solo es presto a darles un reconocimiento póstumo. Estos últimos años, hemos
visto como los grandes cantantes populares peruanos han sido velados y
enterrados con todos los honores y la gente acongojada los ha acompañado hasta su
última morada. Algunos dicen que a los políticos también los acompañan cuando
mueren hasta el cementerio, quizás para convencerse que están definitivamente
enterrados.
El Estado peruano va a dar en diversas formas, un apoyo
económico generoso a muchos ciudadanos que sufren las consecuencias de esta
pandemia. Un acto de justicia y reconocimiento que no debe pasar por falsa
generosidad, sería que previo empadronamiento y un mínimo de justificativos
para los que ejercen una labor artística, los artistas tengan derecho a un
seguro para cualquier tratamiento médico. El arte en cualquier sociedad, es el
aspecto más importante de su avance cualitativo. La deuda que tiene una
sociedad para con sus artistas será siempre impagable.
El Estado peruano va a invertir mucho dinero para la
recuperación económica del país, pues esta pandemia sorprende al Perú, con
reservas económicas al tope, lo cual permitirá invertir casi un 12% de nuestros
ingresos para mitigar los diversos aspectos del coronavirus sobre todo en el ámbito
laboral. Sería por lo mismo positivo que
también el apoyo a la acción cultural esté en la agenda, como lo va a estar en
el sector turismo. El impacto económico negativo está creando una situación
equivalente a la que hubo en Estados Unidos después de la Gran Depresión de
1929, done se produjo un desempleo de más del 25% pero en un lapso de casi
cuatro años. Ahora un desempleo casi equivalente se generará en menos de tres
meses. Esa es la magnitud de la tragedia. La recuperación económica que lideró
el presidente Franklin D. Roosevelt,
desde el año 1933, tuvo como uno de sus componentes principales, la acción
cultural y los logros de una acción decidida en todos los campos de la acción
cultural, secundados por una decisión política clara, El renacimiento cultural
se convirtió en el rostro visible de la recuperación económica. En vísperas del
Bicentenario, Perú tiene una oportunidad única para hacer algo equivalente.
En estos tiempos de pandemia, donde el pan de cada día tiene
un sabor a enfermedad, muerte y sufrimiento con el agregado suplementario de la
incertidumbre de lo que nos espera mañana, el tema cultural no puede dejarse de
lado, como un componente también de la recuperación económica que todos
anhelamos. Con muy poco se podrá lograr mucho. Cuando pienso en esto, las
palabras de Antonin Artaud resuenan con una verdad contundente: “Nunca como
cuando la vida misma parece acabarse, hablamos una y otra vez, sobre lo que
significa la civilización y la cultura”.