Documento No. 106*
Cáceres y las clases sociales frente a la guerra
Ayacucho, 29 de noviembre de 1883
Al honorable cabildo:
Esta jefatura superior ha tenido la patriótica satisfacción de recibir
el oficio colectivo de ese honorable cabildo, de fecha 20 de los
corrientes.
Cuando todo en el Perú es desmoralización y desconcierto; cuando la
ruina de nuestras instituciones no reconoce otra causa que la falta
absoluta de sentido moral; cuando los grandes móviles sociales han
desaparecido ante el empuje de los innobles propósitos y personales
intereses; es ciertamente consolador y de fecunda enseñanza, el
glorioso contraste que ofrecen el pueblo de Acostambo y los demás del
centro de la república, levantándose con toda la altivez de la
dignidad nacional herida, pero no humillada, con toda la desesperación
del patriotismo que no se detiene ni ante el sacrificio, resueltos a
morir combatiendo contra los enemigos de fuera y dentro del Perú.
La resistencia que hasta el último instante hacen los pueblos por
salvar la integridad y el honor nacional, merecerá lugar en las
páginas brillantes de la historia del Perú, así como ha merecido ya el
aplauso y la admiración sincera del mundo, cuyo alto criterio no juzga
de las cosas humanas por el éxito que obtienen sino por la justicia
que defienden.
En el trágico poema de nuestra guerra de cuatro años, los que
mantenemos nuestra mente y nuestro corazón, tenemos forzosamente que
desprender esta verdad que implica el remedio de nuestra regeneración
en el porvenir.
Dos clases de elementos ha contado el Perú en la lucha sangrienta a
que Chile lo provocara. El elemento de los capitalistas y el de los
audaces; compuesto el primero de negociantes enriquecidos con la
fortuna pública, y el segundo de empleados civiles y militares sin
talento y sin carácter, encumbrados por su propia miseria a la sombra
de revoluciones injustificadas que han desmoralizado a la república.
Con bases tan efímeras, con medios de acción tan nulos, el resultado
de la contienda tenía que ser finalmente el que ha sido, una serie de
derrotas ignominiosas, y de estériles sacrificios individuales que
sirven como puntos luminosos en la oscura noche de nuestros
infortunios sin ejemplo.
Más, cuando el vigor del patriotismo parecía haberse extinguido por
completo; cuando el hundimiento del Perú amenazaba revestir los
oprobiosos caracteres de la cobardía; entonces, las grandes virtudes
cívicas que no existían en las clases directoras de la sociedad,
reaparecen con más prestigio y esplendor que nunca en el corazón
generoso de los pueblos, de esos mismos pueblos a quienes se titulaba
de masas inconcientes haciendo gravitar sobre ellos, en la época de la
paz, los horrores del pauperismo y la ignorancia, y en la de la
guerra, los del sacrificio y la sangre.
Por mi parte, jamás olvidaré esta lección que puede calificarse de
providencial, y desde cualquier punto en que me arroje el destino,
tendré una palabra de aplauso y un sentimiento de admiración para los
pueblos del centro, y especialmente para el distrito de Acostambo que
tantas pruebas de grandeza y de valor ha dado en estos últimos años.
Reciba, el honorable cabildo, la expresión de mis respetos y del
profundo dolor que experimento por las nuevas víctimas de la guerra en
esa comunidad, y tenga en todo caso presente que el sacrificio de hoy
ha de ser la gloria del mañana.
Andrés A. Cáceres
PL, martes 1 de enero de 1884
*Campaña de La Breña, Colección de Documentos Inéditos: 1881-1884;
Luis Guzmán Palomino, Lima 1990