Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
27-9-2006
¿Minería contaminando también en Lima?
En Cocachacra, Huarochirí, en el km. 53.5 de la Carretera Central, la
empresa Mi Mina SAC se va a dedicar al procesamiento de plomo y zinc.
Sin embargo, y tal como denuncian múltiples ciudadanos de la zona: ¡no
va a haber extracción de mineral, estos van a ser traídos desde
Huancayo, La Oroya y Huancavelica! ¿Minería contaminando también en
Lima?
A muchos citadinos la contaminación ambiental, el envenamiento de
aguas que son parte fundamental de la ingesta de las poblaciones
ribereñas, son temas ajenos, extraños y que "solo ocurren en el
interior del país". Como cuando la época del aciago terrorismo, la
indiferencia cultural o política, sólo dio paso a la comprobación real
que sí existía el violentismo a posteriori de la explosión en el jirón
Tarata de Miraflores. Si esto no hubiera ocurrido, los muertos
anónimos, los del Perú profundo, los reales herederos y dueños de este
país milenario, habrían seguido siendo ciudadanos sin rostro y sin
derechos de ninguna especie. ¡Lo mismo ocurre con la contaminación
minera que emplea sicarios que disimulan y atenúan sus impactos a
través de medios envilecidos e inmorales!
En la documentacion –dicen las fuentes- que entrega Mi Mina SAC al
ministerio de Energía y Minas ofrece sellar los relaves totales que
produzca el procesamiento, sin tratamiento alguno previo, aduciendo
que el cerro es de roca volcánica y que esto no va a sufrir ninguna
filtración. Las experiencias similares indican que esta desfachatez no
es más que una mentira más o menos clásica.
El 7 de octubre a las 10 am. se realizará la primera audiencia pública
convocada por la mina. Sin embargo, la opinión mayoritaria e inmensa
de los pobladores de Cocachacra ya está muy firme en su oposición a la
puesta en marcha de estas plantas de procesamiento de plomo.
Mi Mina SAC, ante el ministerio miente que en Cocachacra no existe
agricultura y que la mina se encuentra a 8 km de la Plaza de Armas.
Pero la distancia no supera los mil metros, es decir, un kilómetro.
Mal informan también que el poblado más cercano está a 5 km, otra gran
mentira: dos poblados se encuentran en la falda del cerro donde se
procesará el plomo, no hay ni 300 metros. El frontis del cerro da al
río Rímac. ¿Podra Sedapal emitir un informe técnico y absolutamente
imparcial que descarte la contaminación de estas aguas? De ocurrir el
envenenamiento del río ¿cuánto tendría que gastar Sedapal para su
limpieza? Amén que los pueblos que están antes del kilómetro 51 de la
Carretera Central no podrían usar sus aguas, ya que estos relaves
deberían ser procesados para no contaminar. Sin embargo todo hace
prever que van a ser echados directamente al hueco de la antigua mina
Helenita, que tiene una profundidad aproximada de 180 mts.
La pregunta recurrente es ¿minería contaminando también en Lima?
Algunas consideraciones importantes y de cuya seriedad expositiva es
imposible dudar:
1) El reciente informe de la Defensoría del Pueblo señala que los
conflictos sociales motivados por aspectos socioambientales están en
aumento, lo cual en realidad no es ninguna novedad, pues los choques
de ese tipo en Cajamarca, por ejemplo, se remontan a fines de los 90.
2) En Cocachacra, está escalando un conflicto socioambiental entre una
empresa minera, Mi Mina SAC y la sociedad local, sin que ninguna
entidad del Estado tome seriamente cartas en el asunto para impedirlo
o, mejor dicho, resolverlo. Así tenemos una constatación macro y otra
micro, pero ambas aluden a lo mismo: algo está pasando en la relación
minería-comunidades, para que sea cada vez más conflictiva, para pesar
del Estado y de las empresas involucradas, sin que en realidad esté
claro quienes se están beneficiando de esta escalada de conflictos, si
es que alguien se está beneficiando de verdad de ellos (¿curas,
dirigentes comunales o agitadores pagados para magnificar el
problema?). Y es que siempre es más fácil culpar a los demás de las
desgracias sufridas, que hacer un balance honesto para descubrir las
incómodas responsabilidades compartidas, o las meramente propias.
Como somos un país en que la fruición discurre por los diagnósticos
(muchos serios y responsables) y tenemos cientos de miles o millones
de estas formalidades ya hay estudios adelantados, Red Muqui, Banco
Mundial, Defensoría del Pueblo, ONG, mineras, consultorías, con
diversos matices o énfasis acerca de sus causas. Al margen de esos
hallazgos, una de las frecuentes razones de dichos conflictos es el
déficit y los vicios en el proceso de participación ciudadana y
consulta en la implementación de proyectos mineros. Es decir, la
población del área de influencia de un proyecto minero, debido a una
serie de prácticas escamoteadoras de una auténtica participación, en
principio ya legitimada por ley, no se siente por lo general
suficientemente involucrada como ciudadana desde el inicio hasta el
fin del proyecto, y menos que esté siendo "consultada" debidamente
respecto a éste. Además, la gente siente que el Estado difícilmente
toma o tomará partido por ella, pues usualmente lo percibe en
connivencia con las mineras, al igual que a las diversas empresas
consultoras, responsables de los estudios ambientales (Estudios de
Impacto Ambiental, ante todo), supuestamente infalibles en sus
fundamentos técnicos. Lo más triste (y sublevante) de todo es que esa
parece ser la "realidad objetiva": hay una fuerte relación simbiótica
entre Estado, empresas mineras y empresas consultoras, pretendidamente
en aras del crecimiento económico y el desarrollo locales y
nacionales.
Tenemos, pues, que las falencias en la participación y consulta
ciudadana para los proyectos mineros y la simbiosis mencionada son dos
caras de una misma moneda de baja ley, que ha tendido y tenderá a ser
cambiada por conflictos socioambientales en función de la cantidad de
proyectos mineros en ejecución, bajo ciertas condiciones (existencia
de un liderazgo ecologista o afín y percepción social de sufrir o
poder sufrir daño ecológico). Tal es el resultado de una relación
social desequilibrada, que es el invisibilizado problema-causa de
fondo: mineras, consultoras y Estado, por un lado, y comunidades y sus
eventuales y ocasionales aliados (ONG y consultores o líderes
informados externos), por el otro, convertidos en los dos bandos de
una sutil guerra no declarada. Guerra que, finalmente, suele
traducirse en los medios de (des)información en la lucha de los que
están a favor y en contra de la vital actividad minera.
Como suele ocurrir, basta que las empresas coloquen avisos pagados y
¡sanseacabó! cualquier versión desde las bases mismas, es decir, las
comunidades o pueblos y sus organizaciones, tienen vetado el ingreso a
exponer sus puntos de vista. En buena cuenta, el Estado, las empresas
mineras y sus aliados cómplices ¡aplastan a los pueblos y les imponen
sus prácticas no siempre en las mejores condiciones de salud ambiente
y preservación del proyecto de vida local o comunal!
¿Qué hacer ante este panorama?. Para empezar, el déficit y los vicios
de la participación y consulta ciudadana se pueden empezar a corregir
con un adecuado marco legal, y ya hay iniciativas al respecto: la red
Muqui ha elaborado una propuesta de modificación a la Ley de
participación y control ciudadano, que debería ser más difundida y
discutida públicamente, al igual que otras propuestas similares. Un
nuevo Congreso es una oportunidad para conseguir una mejor ley en ese
sentido. Además, ya existen instrumentos legales y orientadores del
ministerio de Energía y Minas, que contemplan el proceso de consulta y
participación ciudadana en su sector, los cuales deberían ser
aplicados correctamente por mineras y consultoras.
Esto nos lleva al otro lado de la moneda, la simbiosis tripartita, que
debe ser de una vez cuestionada, también públicamente, para empezar a
romperla. En ese sentido, una manera rotunda de hacerlo es terminar
legalmente con el sistema de "empresa minera contrata a empresa
consultora para elaborar estudio ambiental que aprueba el Ministerio".
Para conseguir esto, en primer lugar, se debe legislar para que ya no
sean más las empresas mineras las que contraten directamente a una
empresa consultora, de la que es su cliente y razón de ser.
En segundo lugar, debe legislarse para encausar o minimizar la
relación consultoras-Estado, cuyos acercamientos se dan hoy con toda
libertad. Obviamente, para se que dicten leyes en esos dos aspectos
debe hacerse una constante campaña de incidencia política hacia el
Congreso, que involucre a la mayor cantidad de actores sociales (ONG,
organizaciones sociales, CONACAMI, prensa, etc). El posterior
cumplimiento de esas leyes dependerá de la existencia de una sociedad,
local y nacional, capaz de concitar amplio respaldo ciudadano y
vigilante a perpetuidad, lo cual se conseguirá con ayuda de quienes
desarrollen ese tipo de capacitación.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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