Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
14-5-2018
Congreso y el caballo
de Calígula
Refiriéndose al Congreso, Manuel González Prada en su filudo
artículo Los honorables (Bajo
el oprobio 1914), produjo una definición lapidaria que el tiempo no ha
podido borrar:
“Hasta el caballo de Calígula rabiaría de ser enrolado
en semejante corporación.”
La semana que pasó registró el
archivamiento de un proyecto de ley contra la reelección parlamentaria. Nadie
habría podido imaginar que los legisladores votantes se comportaran de modo
distinto. El Congreso, sus honores, protocolos, papeleos, sueldos, tropas de
asesores y pelotones de secretarias, amén que prensa turiferaria, conforman el
margesí de privilegios de que son avituallados estos ciudadanos.
Cualquier reelección política es
un cáncer.
Los reeleccionistas afirman, sin
vergüenza ni sangre en la cara, que el país necesita experiencia y que esa
virtud es patrimonio de aquellos que ya tienen 15, 20, 25 años apoltronados en
la curul. ¡Como si la mediocridad pudiera ocultarse en cada uno de sus rebuznos
o apariciones ante los miedos de comunicación a quienes transmiten sus
elocuentes naderías!
Si se juntara a todos aquellos
veteranos en el Parlamento y se hiciera auditoría de la calidad de leyes que
alguna vez –en los raros momentos en que decidieron trabajar- impulsaron, se
comprobaría que el balance es pobre, paupérrimo. En 20 ó 30 años no hay ¡ni 100
propuestas gravitantes en la vida de las mayorías nacionales!
La superficialidad brota de los
legisladores de modo espontáneo y sus alocuciones navegan en la epidermis pero
¡eso sí! el rostro grave, el gesto teatral, la voz engolada, la promesa de
cumplimiento endosada al asesor que toma nota atenta para olvidarse del asunto
a los 5 minutos. Más aún, se refocilan cuando les llaman doctores o el chofer abre
las puertas del vehículo asignado para su uso. La gran mayoría no descifra aún
los códices elementales del manual de Carreño pero en la tarima legislativa son
sabios civiles, dueños de la ciencia infusa que sólo ellos entienden.
La reelección por una vez o
indefinida atenta contra la renovación política o ciudadana, yugula cualquier
recambio y entroniza a genuinos idiotas con saco y corbata o traje en puestos
para los que son absolutamente ineptos.
Hay temas candentes sobre soberanía
aérea, marítima, terrestre que debieran ser discutidos por el Congreso. ¡Nada
de nada! No sólo es ignorancia y desatención, también es falta de civismo y
conocimiento. La minucia despreciable, los 5 minutos de fama, la miopía
monumental, caracterizan a un Parlamento desastroso. De 130 integrantes, casi
ni 10 lograrían protagonizar un papel fundamental en los destinos del país.
¡Pero tóquenles el tema de la
reelección y allí todos son uno! El espíritu de cuerpo y la solidaridad
jactanciosa produjo pocos días atrás una morisqueta típica contra cualquier
eliminación del tejido necrosado.
Decía González Prada en el
artículo citado:
“Porque en todas las instituciones nacionales y en
todos los ramos de la administración pública sucede lo mismo que en el
Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos, los ilustrísimos y los
useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí ninguno vive su vida
verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El sabio no es tal sabio;
el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal católico; ni el
librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son tales hombres ni las
mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas graves que toman a
lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!
Esto no es república sino mojiganga.”