Perú y Francia: ¿países hermanos o primos lejanos?
por Jorge
Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
8-3-2021
Perú y
Francia han sido siempre dos países que se atraen mutuamente. A los peruanos
Francia siempre les atrajó como un faro cultural que aunque ya no es el único,
mantiene un lugar preferencial. Su espléndida literatura tiene obras de Balzac,
Dumas y Hugo que las conocemos desde nuestra infancia. Su exquisita
gastronomía, con sus complicadas y variadas salsas son para los peruanos que
tenemos también una exquisita y variada gastronomía, en realidad, más un
referente teórico que real. En lo cual no tienen rival los franceses es en los
quesos y en los vinos y el maridaje de ambos para los que amamos estos últimos,
es para degustarlos con una reverencia casi eucarística. Es algo novedoso y
placentero por lo demás, que gracias al esfuerzo de muchos viticultores
peruanos que el vino se haya ido asentando en nuestras mesas y aunque en forma
limitada todavía, le esté robando un espacio a la democrática cerveza.
Al igual
que a nosotros, a los franceses les encanta hablar de política y de comida y
con ese dejo tan francés, que tienen al hablar nuestro idioma, pues nunca
pierden su típico acento. Su idioma es de una sutileza sin límites y permite
expresar el pensamiento de una forma muy clara y precisa. Dudo mucho que
Descartes, hubiese podido escribir “El Discurso del Método” en otra lengua que
no fuera el francés. Además, como pocas, es una lengua que permite decir las
cosas solo sugiriéndolas, como también permite el arte de hablar sobre muchas
cosas sin decir nada. Su idioma es una de las muestras absolutas del
refinamiento francés. Su idioma refleja su cultura, y si lo hablas como lo hablan
ellos, sin que uno se dé cuenta, muchas puertas se le abren a uno. En suma
Francia es un país que nos atrae y atraerá todavía por buen tiempo, aunque
Francia ya no es el país que imaginamos y que incluso para los mismos franceses
ha dejado de ser el país que hubiesen querido que continuara siendo.
Algunas
situaciones grotescas de las cuales hablaremos, ligadas a la función pública,
muestran que la inmaculada Francia que durante tanto tiempo tuvo funcionarios
públicos caracterizados por su eficiencia y probidad, signo de una verdadera
“vocación de servicio al Estado”, ya no es lo que era. En Francia todo se hace
con una extrema discreción. La misma distinción que premia los servicios a la
nación o se da a los ciudadanos franceses o extranjeros que han hecho algo
relevante, no son pesados medallones, como los que a veces sin ningún criterio
regala el Estado peruano y terminan vendidos en casa de antigüedades o
empeñados en otros negocios. La Legion d´Honneur francesa es una distinción
pequeñísima, que se pone en la solapa de cualquier vestimenta. La gente sabe
quién la amerita.
Es una
lástima, pues, que para nosotros se haya ido perdiendo ese referente que era la
forma eficiente y fluida cómo funcionaba administrativamente el Estado francés.
Durante los últimos decenios se nos ha vendido el cuento de que el Estado debe
funcionar como una empresa. Los pillos que en algún momento han ascendido al
poder, como el ex presidente Kuckynsky, ahora en detención domiciliaria,
tomaron eso al pie de la letra y utilizaron al Estado peruano como una más de
sus empresas, no haciendo ninguna distinción entre los intereses nacionales y
sus negocios privados.
Francia era
y en mucho continúa siendo, un buen ejemplo de una independencia de poderes, no
contaminada por las contingencias de los cambios de gobierno. Así, Miterrand
pudo gobernar con un primer ministro de la oposición y luego el presidente
Chirac con un primer ministro también de la oposición. Esa rara “cohabitación”,
fue en su momento un ejemplo inédito de madurez política, incomprehensible e
impensable en otros países, pero que lamentablemente se fue perdiendo.
Al
ciudadano francés promedio, quizás menos hoy pero todavía en una gran
proporción, venir a Perú ha sido siempre una de las primeras opciones, si uno
quisiese visitar un país lejano. La frase, aunque menos utilizada por los
jóvenes franceses hoy en día: “¡C´est pas le Perou!” (¡Esto no es el Perú!) es
una frase utilizada en una acepción muy positiva. Al decir eso, uno quiere
significar que lo que me estás dando o proponiendo, aún con lo magnifico que
es, no tiene equivalente, con los tesoros maravillosos, que tiene ese país
lejano llamado Perú, donde el oro existía en cantidades inimaginables. Pocos
países por otro lado, tienen en su élite universitaria, tan creativa y erudita,
sobre todo entre los historiadores, un grupo que se denomina los “peruanistes”,
que son los expertos en Perú, sobre cualquiera de las fases de nuestra historia
o aspectos de nuestra cultura. No hay que yo sepa “chilenistas” o “argentinistas”
o “colombianistas”, pero “peruanistas”, definitivamente sí que los hay. Los
llamados peruanistas tienen incluso congresos cada cierto número de años.
Para un
país como Francia que siempre tuvo una vocación y una curiosidad universal, que
dio lugar justamente a los enciclopedistas,
ese grupo de genios que quisieron ya en su tiempo, en el siglo XVIII,
comprenderlo y codificarlo todo, Perú siempre les pareció un país
fascinante. Los franceses cuando vienen
al Perú se adaptan muy bien y si se van recuerdan su estadía en este país con
una infinita nostalgia, por no decir explícita ternura. Cuando en un café
parisino o en un restaurante de Marsella, los encuentras y te hablan del Perú,
critican con blandura nuestros defectos, que definitivamente son muchos, pero
también ensalzan nuestras virtudes, que no son pocas. Los franceses que viven
en el Perú no dejan de tener la misma actitud. Muchas veces les he oído decir
con éstas u otras palabras: “Ustedes los peruanos son desconcertantes. Cuando
hacen las cosas bien, las hacen no solo bien, sino con un toque de creatividad
inesperado. Pero cuando las hacen mal, como en el manejo de la pandemia, no sólo
hacen las cosas mal, sino inventan formas de empeorarlas. Para hacer las cosas
mal, en cualquier olimpiada que premiaría, la forma de proceder hacia la
pandemia, como la del actual gobierno y peor aún el anterior, definitivamente,
el Perú ganaría de lejos las tres medallas, la de oro, la de plata y la de
bronce.”
No es, sin
embargo, de ese interés positivo por Perú, por parte de los franceses de lo
cual voy a escribir, sino sobre una situación más sórdida y que termina
hermanando a nuestros países en las peores circunstancias y sobre temas, en
torno a los cuales, no hubiésemos querido coincidir. Me refiero a la condena
recibida el lunes 1ro. de marzo por el ex presidente de Francia, Nicolas
Sarkozy, a tres años de prisión por corrupción y por abuso de poder. Uno de
esos tres años, se supone que debe ser prisión cerrada. Sus abogados apelarán
dicha condena y sin duda el año de prisión efectiva que Sarkozy tendría que
cumplir en prisión, se convertirá en un cumplimiento de condena en su
residencia o a tener que llevar grilletes, como cualquier prisionero común.
Está por demás decirlo, pero la situación ha traumatizado a Francia que no sale
de su estupor y no oculta su vergüenza. Sorpresa no la hubo tanto, pues ya se
veía venir. Sorpresa la hubo cuando, recuerdo hace algunos años, un día ya
siendo Sarkozy, presidente de Francia, apareció en la prensa, una foto a cuerpo
entero, totalmente desnuda, de su esposa la modelo italiana Carla Bruni, con
quien él se acababa de casar. Ella, hermosa, refinada y talentosa, fue por
mucho tiempo más popular que Sarkozy en Francia y atenuaba los continuos
pleitos en los cuales caía, por su personalidad vehemente y contradictoria, el
ex presidente francés. Antes de ser presidente, Sarkozy había sido alcalde de
Neuilly, el distrito pituco de la región parisina. Antes que con Carla Bruni,
cabe agregar que había estado casado con Cecile Ziganer, pianista, premio
Marguerite Long de piano, la mas alta distinción por concurso, que se da en
Francia a los pianistas más talentosos. Sarkozy tuvo el talento para atrapar a
estas talentosas mujeres. Su buen gusto en ese campo, el de la seducción, está
fuera de duda.
En sus años
de gobierno Sarkozy se caracterizó por querer entrometerse en el funcionamiento
de los otros poderes del Estado, queriendo incluso politizar el funcionamiento
del poder judicial lo cual fue el origen de la desgracia que hoy afronta. En
eso el francés, se asemejó mucho a Trump. Actuando siempre en forma impulsiva,
presionando abierta e insistentemente sobre los otros poderes del Estado,
terminó fragilizando las instituciones. Nunca, por otro lado, Sarkozy tocó los
privilegios casi monárquicos de la clase política francesa, mas bien usó y
abusó de ellos, pero fue aún mas lejos, contaminando y abriendo la puerta
grande a los financiamientos ilícitos para su campaña política. Su
comportamiento impulsivo lo llevó a hacer buenas migas con las satrapías de
medio oriente, la mas visible siendo su relación con Kadafy, el ex dictador de
Libia.
El
nepotismo, por ejemplo, que siempre fue tolerado en Francia, es un rezago
monárquico, que todavía goza de buena salud, pero comienza a ser cuestionado.
Los monarcas franceses, tenían sus “favoritos”, los cuales ostentaban muchos
privilegios, a veces implícitos u otras veces explícitos. La discreción y el
poder del favorito, era también el arte de no explicitar sus privilegios a cada
rato, pero sí que la gente a quien le interesaba influenciar, supiese de su
cercanía, a la fuente misma del poder, o sea al rey. Hoy en día, el nepotismo
existe en el Estado y sobre todo en el parlamento francés, en proporciones que
incluso a los peruanos nos llevaría a escándalo, pues más del 20% de los
elegidos franceses tiene contratados a uno o varios miembros de su entorno
familiar en sus despachos o en asesorías directas. Nadie se queja al respecto.
Todos saben que eso es algo inmoral, aunque no ilegal. Las más recientes
regulaciones, indican incluso, para dorar la píldora, que cada parlamentario
debe hacer la lista completa de todos sus colaboradores, pero no está obligado
de explicitar el grado de parentesco que tiene con ellos. Así, la esposa de un
diputado puede ser la jefa de su despacho y su hijo, el asesor.
Todo eso ha
sido tolerado y lo continúa siendo. A favor de este sistema de nepotismo puro y
bastante criticable podemos decir que los parlamentarios franceses se han
cuidado de contratar familiares que sean personas eficientes, sean sus hijas,
esposas o amantes y se han cuidado también de nunca ponerles salarios
excesivos. Esa especie de discreta invisibilidad ha permitido que el sistema
perdure. La caja de Pandora se abrió hace algunos años cuando se descubrió que
Francois Fillon, que había sido más de treinta años congresista, estando al
borde de ser nominado el candidato a la presidencia por la derecha y con
muchísimas posibilidades de ganar, había, de alguna manera, ocultado que tuvo
bajo contrato a su esposa y su hijo y que ambos le habían costado al Estado
francés alrededor de 1 millón de euros. Toda discreción voló en pedazos Era
demasiado. Su generosidad había sido excesiva con la familia. Le costó su carrera política.
En Perú es
nepotismo y el arte de meter amigos a trabajar en la administración pública ha
llegado en los últimos años a proporciones escandalosas, no solo por la cantidad
de gente que se mete a laborar en diferentes instancias del Estado, sino por la
incompetencia calificada de aquellos que se contrata. Francia, es un país donde
casi el 95% de los altos funcionarios públicos son graduados de la ENA, (Escuela
Nacional de Administración), y son ellos el esqueleto y los músculos de la alta
administración del Estado francés, que garantizan su funcionamiento al margen
de las contingencias de cambio de gobierno o de presidencia. El resto son
asesorías o puestos de confianza, pero que no tienen mayor injerencia en la
administración del Estado.
En Perú,
suicidariamente el nepotismo lleva a muchos congresistas a rodearse de gente
inepta. En sus despachos hay personal que no tiene un mínimo de formación
jurídica y de allí que salgan proyectos de ley que no tienen ni pies ni cabeza,
sin un mínimo de realismo, pertinencia o urgencia y, sobre todo, de costo
beneficio para la comunidad. Peor es cuando los congresistas terminan presionando
para que “su gente” logre ocupar puestos en la alta administración del Estado.
Gracias a un impulso constante e irresponsable terminan apoyando y legitimando
a gente incompetente en puestos en la alta administración del Estado, a
personas que no tienen ni calificación ni experiencia en la gestión pública y a
veces ni un mínimo de solvencia intelectual o criterio moral.
Eso genera
caos y parálisis, cada vez que hay cambio de funcionarios, sobre todo en
instancias, en las cuales, la acción del Estado no se puede detener como lo es
en seguridad, salud y otras. De alguna manera esa es nuestra desgracia, pues
con la increíble rotación de ministros en Perú, prácticamente uno nuevo cada 25
días en la época de Vizcarra, donde cada equipo viene con sus viceministros y
directores, eso lleva que cada cambio de titular de un ministerio, hace que la
acción administrativa se detenga o ralentice por varias semanas, mientras los
nuevos “recomendados” asumen sus funciones. En Perú los cargos públicos, fuera
de ser fuente de presión para consultorías o contratar para “capacitaciones”
sobre los temas mas extravagantes (tipo Richard Swing), para suscitar “espíritu
de colaboración en los empleados”, emprendedurismo de todo tipo y la más
variada gama de talleres y charlas motivadoras para suscitar comportamientos
motivadores que se organizan sin criterio, objetivo ni justificación alguna,
para distraer a los aburridos funcionarios públicos, a costa del dinero de los
contribuyentes. El ecosistema empleocrático que ha generado el mundo caviar,
siempre tiene bajo la manga algunas sesiones de coaching o técnicas de
relajación laboral, para vendérselas a un Estado que gasta dinero que no es
suyo, sin ningún criterio.
El caso de
ex presidente Vizcarra, que con una habilidad sin límites, ha practicado a
diestra y siniestra el nepotismo desde hace mas de 30 años, en que comenzó a
trabajar y contratar con el Estado, acarreando a todo un grupito que le tapaba
sus dudosos procedimientos e irregularidades en el gobierno regional de Moquegua,
luego en diversos ministerios pero sobre todo en el Ministerio de Transportes y
también en el Ministerio de Vivienda, donde puso a toda su gente, “por la cuota
de poder que le correspondía”, como también en otras instancias del Estado. Ya
cuando era presidente la cosa se desbordó. Para Vizcarra, ser presidente era el
derecho de hacer lo que le daba la gana, era administrar una chacra.
No nos
extraña que se encuentre envuelto en una maraña de problemas legales donde la
corrupción es un mero sucedáneo del abuso de poder. Al igual que Sarkozy lo
hizo en Francia, o Trump en los Estados Unidos, en el poco tiempo que Vizcarra
ejerció la presidencia, ha dejado las ya débiles instituciones del Estado
peruano literalmente destrozadas, utilizando todos los privilegios de un poder
monárquico, sin cortapisas ni mecanismos de contención, como lo son los
privilegios sin límites que en el Perú tiene un presidente. Lamentablemente nuestro
fallido sistema político no tiene barreras de contención. No solo permite una
discrecionalidad casi absoluta en la toma de decisiones, no solo permite
acumular todos los poderes, sino que en aras de un mínimo de eficacia, no te
obliga a la distribución del poder. Así, un país termina estando sometido a un
hijo de vecino, que evidentemente en el plano personal no está capacitado para
decidir sobre todos los temas, pero que sí puede inmiscuirse, y
desgraciadamente termina haciéndolo, en cualquiera de ellos o puede bloquear lo
que le dé la gana.
Así porque
sí, porque le da la gana o porque quiere que las decisiones del Estado vayan en
dirección de sus protervos intereses personales. Tal parece haber sido el
triste caso de Vizcarra. Las acusaciones sobre temas específicos, que ya
configuran esquemas de corrupción muy claros y con suficientes pruebas para ser
judicializados, son una cuestión de tiempo pero terminarán llevando a la cárcel
a Vizcarra. Comparativamente los temas por los cuales ha sido procesado y
condenado a prisión Sarkozy, son de menor envergadura, pero han sido
suficientes para una decisión que ha realmente traumatizado a la clase política
francesa. Ya antes había sido condenado el ex presidente Chirac, pero por
acusaciones ligadas a temas ocurridos, cuando él era alcalde de París y no
cuando era presidente de Francia. La carrera política de Sarkozy se encuentra
mellada para siempre y la judicialización del caso de Vizcarra, a cuyos
latrocinios se agrega ahora el caso de las vacunas utilizadas con criterio
regalón, a él, su esposa, su hermano y sin duda a los amiguísimos, no solo
puede conducirlo a la prisión sino a inhabilitarlo a ejercer cualquier función
pública.
Sabemos,
sin embargo, la piel de chancho que tienen los políticos peruanos y sería muy
posible que Vizcarra vuelva al ruedo político después de los diez años de
inhabilitación. La desfachatez y la desvergüenza en nuestro país no tienen
límites. Una de las últimas palabras que le escuché decir a Armando Villanueva
del Campo, pocos meses antes de morir, con su ya debilitada voz fueron: “La
historia política de nuestro país es la historia de la vergüenza”. Esas
palabras viniendo de alguien que por convicción política había sufrido los
sinsabores de la persecución, la clandestinidad, el exilio y el destierro, las
recuerdo todavía en su penosa claridad.
Lo cierto
es que casos como el de Sarkozy en Francia y Vizcarra en Perú, directa e
indirectamente han exacerbado los populismos en ambos países, en el caso de
Francia con ribetes algo anárquicos, como el movimiento de los “Gilets jaunes”,
los chalecos amarillos. El hartazgo que siente la población es evidente hacia
la política en general, hacia los políticos, hacia instituciones como el poder
judicial u otros. En Francia estos escándalos están fortaleciendo cada vez mas,
la opción de la extrema derecha como una alternativa de poder. La extrema
derecha en Francia tiene opciones radicales y contradictorias sobre muchos
temas, pero al no haber estado nunca en el poder no puede ser criticada por el
uso y abuso de los privilegios y la frivolidad que han caracterizado a la
derecha tradicional en el poder.
En Perú,
está mas claro que el agua, que la gente votará por una opción de extrema
derecha o de extrema izquierda en las elecciones del 11 de abril. Los electores
están rabiosos y llanos a cualquier opción que desaparezca para siempre una
clase política inepta que en el caso peruano, solo ha consolidado un Estado
fallido que camina a la deriva y que en los buenos tiempos de alza de materias
primas, en el mejor caso ha funcionado con piloto automático, generando, es
cierto, ingresos, pero un despilfarro sin nombre sumado a una corrupción sin
límites como la que generó Odebrecht. Ni la izquierda ni la derecha peruana han
desarrollado un proyecto viable de país y quizás por eso lo mas penoso es que
en este año del Bicentenario, nos encontremos huérfanos de un proyecto en el
cual todos nos sintamos reflejados, con élites flojas que nunca elaboraron un
proyecto de país, cuando pudieron hacerlo.
Frente a la
pandemia justamente, la sociedad civil peruana se ha organizado casi por
instinto de supervivencia, frente a la inoperancia genocida del Estado peruano,
frente al inmovilismo cobarde de los burócratas miedosos de firmar licencias
para el funcionamiento de las plantas de oxígeno a sabiendas que cada hora o
cada día esas carencias mandaban al otro mundo a muchas vidas.
A
diferencia de Francia, nuestra burocracia nunca fue eficiente. Muy por el
contrario, en nuestro país, ésta ha sido siempre una herramienta usada
perversamente para poner trabas a los que no son los favoritos del entorno del
poder. Aunque se dice que los burócratas se vuelven hasta inteligentes cuando
están entre la espada y la pared.
La condena
de Sarkozy, ex presidente de Francia, sin embargo es un buen referente para
alertar de poner en uso lo poco que queda de probidad y equidad en el poder
judicial peruano. Ojalá que nos sirva de ejemplo, el tomar conciencia de que
todos deben ser iguales frente a la ley. “Dura lex, sed lex” (dura es la ley,
pero es la ley) decía con premonitoria sapiencia el derecho romano. Lo cierto
es que los populismos actuales, están cuestionando, los ya débiles cimientos en
que se sustentan o sustentaban los sistemas formalmente democráticos.
Me enteré
de lo de Sarkozy este lunes, en una semana que deseaba dedicar muchas horas a
releer la poesía de Neruda, para salir un poco de la cantaleta llena de
desgracias, escándalos políticos de todo tipo y delirantes propuestas con las
que a lo largo del día, nos envenena la prensa peruana, la televisión sobre
todo.
Las
plataformas que nos dan la poesía o la música, nos ayudan muchas veces a
aclarar el panorama de lo contingente, de lo cotidiano, por más confuso y
amorfo que éste parezca. Le dan un referente también a nuestras a veces
caóticas producciones mentales, por muy difusas que estas parezcan. Recordé que
Neruda era embajador de Chile en París, cuando recibió el premio Nobel en 1971.
Dos años antes de morir, ya su obra poética estaba totalmente consolidada y su
aceptación era universal. A veces pienso en la simplicidad de sus versos, que
nos ayudan a comprender cómo cambian las cosas y cómo cambia nuestra percepción
de las mismas. Pensaba cómo el populismo de hoy en día, está modificando
nuestra percepción de las cosas y de la democracia misma. En su nunca igualado
poemario “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, en solo una línea
Neruda nos muestra lo que es la conciencia del cambio: “Nosotros los de antes
ya no somos los mismos”, pero nunca es más perfecto el eximio poeta, como
cuando en una sola línea, con solo 10 palabras, nos cuenta cómo los afectos
hacia todo, tanto nuestras pasiones políticas como afectivas, se confrontan al
final con esas palabras, tan duras y definitivas, que cuando las recordamos nos
caen como un epitafio: “Es tan corto el amor, es tan largo el olvido.”