¿Qué es un alanista?
por Jesús Guzmán Gallardo; Augusto Valqui Malpica; Herbert
Mujica Rojas
16-5-2016
Básicamente un logrero. Dice el diccionario Larousse:
“Persona que procura lucrarse por cualquier medio”.
Infiérese inequívocamente que ser inescrupuloso es ser
alanista y viceversa. Una manifestación temprana de este cinismo lo constituye
la foto que acompaña a este trabajo: la burda falsificación que “muestra” a
Alan García Pérez al pie del lecho de enfermo de Víctor Raúl Haya de la Torre
en Villa Mercedes, Vitarte, lugar al que tenía prohibido entrar. Si el jefe de
la pandilla era capaz de mentir trucando fotos, ¿por qué no el resto?
El alanista está alejado de la ética, no comulga con aquella
porque la mentira es su blasón y la demagogia su estandarte. Al estilo de
Goebbels: “miente, miente, que algo queda”, esta deformación social depredó el
inmenso capital político forjado en las calles, con héroes y mártires, yerros,
giros y volteretas polémicas, por la generación que a partir de los años 20 y
que saliendo de la escuela del anarcosindicalismo, formó luego el Partido
Aprista, cuya historia se encargaron de vomitar los fautores del reciente y
catastrófico 10 de abril.
La fauna alanista no argumenta, insulta y apostrofa sin
medida y con fanatismo ridículo. Es tanta la majestad inversa de estos
individuos que pretenden encontrar explicaciones emotivas o históricas a la
monumental derrota que canceló el alanismo en abril. Verbi gracia: resulta
divertido y abyecto ver cómo los alanistas ensayan llevar a cabo un congreso
partidario en julio cuyo resultado hemos previsto sin mayor dificultad:
¡fraude!
¿Cómo explican los alanistas esos descarados signos
exteriores de riqueza, propiedad patrimonial, vehicular, viajes al por mayor,
maestrías y cursos urbi et orbi, de sus principales capituleros? Como son
ignorantes desconocen que Haya de la Torre murió el 2 de agosto de 1979 en casa
familiar y fraterna pero prestada. Su única propiedad, los cientos y miles de
libros que eran su fuente cotidiana de consulta y aprendizaje y renovación
constante, tenía precio simbólico. La limpia autoridad moral de Víctor Raúl
contrasta con la desverguenza millonaria de quienes le invocan pero que le
niegan con cada delito que acometen.
Si se trata de ideas, los alanistas carecen de aquellas. No
suscriben el antimperialismo y menos hablan de la construcción del Estado con
base en el frente único de trabajadores manuales e intelectuales. Desclasados,
defienden una pseudo posición que lo único que pretende es disimular las
continuas y clamorosas claudicaciones al ideario y doctrina apristas. Y por
toda solución aluden a García Pérez, persona insospechable de honestidad o
coherencia porque sus signos distintivos siempre han sido su falta de
escrúpulos de cualquier índole. Sembró tanta insidia y mediocridad que el 10 de
abril desapareció al Partido Aprista aunque “salvó” gracias a los amigotes, al cancelado
alanismo con algo más del 5%.
Sociológicamente el alanismo no va más allá de un club de
amigos o una taifa de depredadores políticos. Pocos se explican cómo es que aún
haya quienes persisten alineados alrededor del dos veces ex presidente. ¡He
allí la clave! La lectura debe discurrir por el frío análisis que lleva a la
conclusión que hay quien conoce de múltiples delitos y guarda la documentación
precisa. Los que no quieren irse a la cárcel o a juicios penales con el mismo
destino, tienen que poner fondos y emprender caminos conjuntos con el mandón.
¿O no es así?
Con sus errores múltiples, al aprismo se reputaba como a una
fuerza política siempre con el tercio presencial en las elecciones. El alanismo
pulverizó esa potente porción. Aún más, a los de ese partido se les conocía
como gente honrada. A partir de 1985, el pueblo empezó a tildar a todos los
apristas como rateros y delincuentes. Justos han pagado por pecadores.
¿Amainó luego del 2011 y a posteriori de terminado el
segundo gobierno de García Pérez, esa sensación en la conciencia del pueblo
peruano? ¡De ninguna manera, se acentuó y los malabares del alanismo en el
Poder Judicial consiguen “victorias” que son derrotas flagrantes en el
sentimiento popular! El 5.7 % así lo testimonia y los ladridos pueden poco o
nada frente a realidades concretas e imbatibles.
¿Cómo es que los apristas de base, los que siempre son
usados y aprovechados, no botan y expulsan a los alanistas? Cuestionamiento que
pasa por una interrogante, también dolorosa: ¿murió el aprismo como respuesta
al reto y como capacidad de lucha espiritual y doctrinaria por un Perú libre,
justo y culto?
El tiempo lo dirá.