por Herbert Mujica Rojas
16-9-2008
Intelectuales "mermeleros"
Se suele generalizar, para satisfacción y respiro de otros vivos, que
sólo los periodistas ostentan el dudoso privilegio de poder ser o
desempeñarse como "mermeleros" (este peruanismo alude a la coima o al
trabajo por encargo, casi siempre con fines innobles y sucios). Si eso
fuera cierto ¿cómo calificamos y en qué lugar del escalafón de miasma
se ubica al intelectual que sabiendo, calla; que teniendo los
elementos para el análisis y el juicio terminante, edulcora, disimula,
tamiza, contribuye a la idiotización integral de la sociedad
silenciosa y desmemoriada? ¿no es que recibe, también, por la comisión
de su tarea, estipendio, pago, cheque, soborno disimulado bajo mil
formas por el envilecido lenguaje que el alquiler vulgar de talentos
llama proyecto o plan de contingencia o cualquier adefesio similar?
Para el ingenioso creador del respetuoso título San Dionisio,
refiriéndose al banquero de los banqueros, Romero Seminario, y
brillante periodista y lingüista, Ricardo Ramos Tremolada, no es
apropiado hablar del onanismo de la palabra, sino más bien, en sentido
de elan o impulso vigoroso, es mejor aludir a la refundación de la
palabra. Veamos. Por decir verdades que él consideraba como tales y en
plena convicción de sus asertos, Ramos Tremolada perdió su muy leída
columna semanal en un diario limeño. Sus investigaciones y señales de
alerta, a la postre, le costaron la aparición regular. Habló como debe
hablar cualquiera que se precie de periodista: claro y preciso. Su
opinión la defendió aún a costa de la guillotina. Más claro, al
refundar la palabra por él expresada de modo escrito, atisbaba parte
de lo que será materia de uno de sus próximos libros.
Otro parecer el de Pedro Flecha. El afirma que no hay sistema,
entendiéndose como tal a un todo armónico o engarzado que funciona
cual maquinaria. Dice el colega que aquí las dinámicas compiten entre
sí, son disímiles, carecen de cualquier compás orgánico y que cada
quien baila con su pañuelo y que eso no garantiza sinfonía y, mucho
menos, empaque o solidez. El Perú son muchas naciones a la vez y hasta
encontradas entre sí. Flecha escribe con responsabilidad a sus dichos
y lo hace a la muerte de un obispo, como éstos no se mueren con la
frecuencia que algunos esperarían con fruición, entonces, nos priva de
sus análisis la mayor parte del tiempo.
¿Qué tiene que ver la refundación de la palabra con la sociedad
silenciosa y desmemoriada y la orfandad de un sistema lógico y de un
todo social en marcha cual dicen Ramos y Flecha? Mi modesta impresión
es que en la sociedad silenciosa se cumple la premisa de no
recordación, es decir de falta de memoria, por tanto, lo que ayer se
dijo hoy ya no tiene validez porque se ha "olvidado", en consecuencia
no hay referencia ni pasado, sólo presente volátil y efímero. La
palabra no es palabra sino cacareo o rebuzno zoológico. La sociedad
silenciosa no le otorga ninguna respetabilidad. Por eso exige la
confección de contratos, cláusulas leoninas y engañifas generalizadas.
La estafa a la orden del día. La sociedad desmemoriada deja de
recordar a sus fautores y los vuelve a encaramar en puestos de
responsabilidad. De algún modo las piezas del rompecabezas armonizan,
esta vez sí, un todo.
¿Qué hace el intelectual mermelero? Recibe pago para no hablar
demasiado y callar bastante. Morigera sus investigaciones porque
pueden cruzar los peligrosos linderos de lo políticamente correcto. Y
esto hay que leerlo así ¡no se puede cuestionar a los patrones, sean
estos provenientes de Gringolandia y sus múltiples agencias de
cooperación/dominación o de Europa o llámense como se llamen verdes,
violetas, azules, etc. Si los periodistas que están en la coyuntura, a
veces dicen "tonterías" que "coinciden" con las verdades empresariales
de alguna carretera y el "beneficio" para las poblaciones aledañas y
los modos de producción pro domo sua los requerimientos específicos de
esa obra y de sus contratistas, ¿de qué longitud y volumen devienen
las responsabilidades de los intelectuales que barnizan, dan cuerpo y
ciencia a discutibles tesis que engrilletan en corsés modernísimos la
forma de pensar del movimiento social o empresarial y las concepciones
geopolíticas de un desarrollo sustentable, antimperialista y con la
inclusión mayoritaria del pueblo laboral en su forja, mantenimiento y
evolución? Tan culpable es el que calla y recibe sueldo, local o
foráneo, y de modo mensual vía las organizaciones de nuevos gánsgteres
como aquél que se premune de fondos periódicamente en algún medio de
comunicación.
Hay periodistas que se creen intelectuales e intelectuales que se
reputan periodistas. Y a ellos, y a sus egos elefantiásicos, basta con
aparecer, por ejemplo, en el diario de la antipatria, el sub-decano de
la calle La Rifa, para comprender que ya están "consagrados". Unos y
otros pueden incurrir en pecadillos para callar o hablar en demasía.
La mermelada como se ve ¡jamás fue patrimonio exclusivo de los hombres
de prensa! Pero la sociedad silenciosa no se lo va a cuestionar porque
perdería su más precioso bien que es simplemente no decir nada.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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