Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
19-4-2016
Querellas y bola de
cristal
Cuando uno es querellado se transita exclusivamente por el
ámbito penal judicial. El juez recaba manifestaciones, exige documentos, pide
rectificaciones, evalúa y su parecer se llama sentencia. Esta puede ser
absolutoria, condenatoria con pena suspendida o efectiva y también existe la
figura de reserva de fallo condenatorio.
Importante decir que el juez mantiene en secreto, hasta el
día de lectura de sentencia, su opinión y ninguno de los protagonistas:
querellado o querellante, conoce el resultado. Si así fuere, hay fuga de
información a favor de uno en contra del otro.
En las querellas hay el derecho a defensa y ésta se ejerce
con profesionales idóneos que marran los golpes, anulan la embestida y dejan
sin piso a los ofendidos si no hay reales y valederas razones para su querella.
De otro modo, sólo resta el camino de disculparse, desdecirse por escrito,
pedir disculpas o allanarse al castigo.
El trabajo de los augures, videntes, adivinos o magos,
consiste en mirar su bola de cristal y cantar con anticipación de birlibirloque
lo que ocurrirá. Siendo que este campo es permitido en sociedades como la
peruana, su ejercicio no tiene mayor significado en el campo penal. ¿Cómo puede
saber un querellado que será condenado, aprisionado con esposas y llevado a
prisión, amén del pago de una reparación civil abultada? Parece poco serio que
alguien se porte así. No obstante, la estupidez se contagia, como se dice en
estos días, viralmente.
Un caso penal es terreno delicado. Si se transita, casi
siempre por voluntad ajena, en estos carriles, hay que saber afrontar la
materia. Los lloriqueos, firmas, manifestaciones públicas, gimoteos penosos,
están en otras áreas lúdicas, publicitarias, ociosas, mañosas y timadoras. El
caso lo resuelve el juez y si hay disconformidad, se apela hasta la última
instancia.
Los procesos duran meses de meses, hasta años.
Luego de haber escrito Estafa al Perú. Cómo robarse aeropuertos y
vivir sin problemas, afronté numerosos juicios penales que juntos
sumaban exigencias de reparación por más de millón y medio de dólares. La
divertida expresión escrita por mi ilustre defensor, el notable penalista
Guillermo Olivera Díaz: “A Mujica no le van a sacar un puto cobre”, grafica la
pobreza de recursos materiales con que lidié estas peleas que me llevaban, sin
ambages -así fue la exigencia de la demandante Lima Airport Partners, LAP, y sus
abogados mediocres- a la cárcel. Pero vencimos. Bueno subrayar que la sabiduría
del ilustre defensor patrocinó victorias relevantes sobre las que ¡ninguna de
las vociferantes entidades de prensa vigentes se pronunció en absoluto!
Y hasta donde he podido, he procurado hacer periodismo
vibrante, denunciador, con la verdad por delante y en defensa del interés
público. Cuando apelé a la solidaridad cívica, lo hice para recaudar fondos
para honrar las tasas criminales que impone el Poder Judicial cuando hay que
cursar documentos en los procesos.
Pero ¡nada de llantos, quejidos o bolas de cristal! En
cambio, mucho coraje sí y ganas de pelear en la tarima judicial y también en el
escenario periodístico y así publiqué cómo iban los procesos, sus etapas y
denuncié a jueces inmorales y convenidos.
No dejarse sorprender por situaciones muy mal armadas y que
colisionan con la lógica penal también es tarea de los inteligentes y
talentosos que, a veces, por frivolidad culposa, expresan solidaridades por
inercia. Y en Perú hay idiotas que pasan por comunicadores cuando más bien son
exaccionadores de entidades públicas y privadas con el cuento del periodismo.
Las bolas de cristal no pueden adivinar fallos penales. Hay
que aguardarlos, luchar como varones o mujeres y asumir las consecuencias de
actos erróneos, si así fuere el caso.
Así de simple.