Friday, June 10, 2022

El fútbol y el país

 


El fútbol y el país

por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com

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10-6-2022

 

El lunes trece de junio, once compatriotas se jugarán la clasificación al mundial de Qatar. Once connacionales bregarán en el césped de Ahmad Bin Ali de Doha con el deseo de estar presentes en la máxima competencia del balompié universal. Once de los nuestros saldrán al gramado otra vez y como hace cuatro años, a jugar el llamado “repechaje”, aquello que viene a ser casi sinónimo de oportunidad para los coleros o colistas.

 

Entonces, una vez más, el país no sólo se paralizará, sino también se teñirá de blanco y rojo, de rojo y blanco se coloreará. La mayoría vestirá polos de Gamarra. Los más acomodados lucirán vinchas de seda y camisetas Adidas. Y los más pobres, por enésima vez volverán a ponerse sus descoloridas prendas de pasadas eliminatorias.

 

Pues, el lunes trece, todos estaremos embriagados de fútbol, ebrios del deseo mundialista, achispados por ver los goles de la blanquirroja. Incluso, nos olvidaremos de nuestras diferencias. No recordaremos de izquierdas ni de derechas. Tampoco estarán en nuestras mentes, los comunistas ni los caviares. Y, si de pronto vomita el gol de Cueva, ese cajón electrónico que mantendrá atrapada a nuestras ansiosas pupilas, es posible que hasta Porky y Bermejo terminen estrechándose sus temulentas humanidades, y la Alva y Castillo, celebren abrazados.

 

Y, no tendría nada de raro ni de extraño. Al fin y al cabo, estamos hechos de pequeños contentamientos, de insignificantes alegrías, de minúsculas satisfacciones, puesto que el verdadero dulzor de la gloria aún nos sigue siendo lejano, esquivo e inalcanzable casi en todo. 

 

Aunque claro está, cuando a media tarde de este lunes trece, pase la embriaguez colectiva, se diluya la histeria social y se despierte la sobriedad urbana, volveremos a nuestra realidad futbolera y a nuestra doliente verdad de país.

 

En el fútbol, sabremos que en el mejor de los casos y para la alegría de muchos, los muchachos irán al mundial, pero no con las convicciones de llegar a los cuartos de final, ni con la confianza de arañar por lo menos el tercer lugar, sino, para ser eliminados en la primera vuelta y regresar como siempre sin goles ni proezas, pero con la idea de “la misión cumplida” para el consuelo de los optimistas. Ya que, después de todo, la máxima aspiración del equipo nacional, es simplemente llegar al mundial.

 

Aunque esta vez, me temo que el repechaje no les sonría como hace cuatro años. Entonces sí, hasta el entrenador de suertes y repechajes tendrá que hacer las maletas al ritmo del tango Adiós muchachos de Carlitos Gardel. Muchos dicen que es un gran técnico, aunque hasta ahora, los resultados no han reflejado la sostenida ascendencia del equipo. Salvo algunos chispazos, sigue siendo una oncena sin clara osadía, carente de definición, lenta y vulnerable. Precisamente por eso, quedó relegado para el repechaje.

 

Y en tanto que, en nuestra doliente realidad de país, que no quepa duda, de que despertaremos con el mismo amargor de los últimos meses. Difuminada la embriaguez por el fútbol, volveremos al agrio trago de la cotidianidad, a seguir abrumados por la incompetencia, hastiados por los vicios, agobiados por los desatinos, horrorizados por los audios y preocupados por la inseguridad.

 

De modo que, al margen del triunfo o el fracaso de los once muchachos, al siguiente día de la fiebre del repechaje, en el país no habrá cambiado nada. El Perú seguirá sumido en sus males. Los desempleados continuarán buscando una vacante, las amas de casa volverán del mercado con menos compras, los ambulantes seguirán desgañitándose por vender sus mercaderías, las madres de los comedores continuarán buscando que llenar sus ollas vacías, los “niños” del parlamento seguirán negociando, los malhechores no pararán de fugar, y esas multitudinarias voces descontentas seguirán haciéndose escuchar: “¡Perú te amo, por eso te defiendo!”.