Figari
Como sea. El asunto es que, en diciembre del año pasado Figari renunció al cargo de superior general del Sodalitium "por motivos de salud", y hasta donde sabemos no está con ninguna enfermedad terminal ni es –todavía– un viejito chocho. Para nada. Más todavía. El propio LFF anunció que, "iba a dedicarse por entero, en la medida de sus posibilidades, a sus responsabilidades como fundador de la familia sodálite". O sea, energías tiene, digamos. Por lo menos las tenía hasta hace muy poco.
Empero, a las cortas semanas de dicho anuncio explotó la primera bomba atómica sobre su Hiroshima eclesial. Gracias a Diario16 se supo que, el proceso de beatificación de Germán Doig, ex vicario del Sodalicio, fallecido diez años atrás, se canceló. Y se canceló no porque Doig carecía de "virtudes heroicas", como se le dijo a muchos, que también, sino porque llevaba una doble vida.
El Sodalitium entonces divulgó un comunicado institucional. Un comunicado bastante críptico y contradictorio, por cierto. En el que reconoce la información propalada por Diario16, pero a la vez deja en el limbo que en la "inconducta sexual" de Doig quizás hubo cabida a relaciones con mujeres, eludiendo especificar si fue solamente con hombres. En el que sugiere que su principal preocupación institucional se centró en las víctimas, pero no señala si las va a indemnizar. En el que detalla que "en ningún caso se trató de niños", pero no aclara si las víctimas fueron abusadas siendo menores de edad. En el que confiesa que el primer caso se conoció en el 2008 pero no dijo nada por respeto a las víctimas, y sin embargo luego concluye que este tipo de conductas "deben ser denunciadas" con "claridad y transparencia". Y así.
En fin. La verdad es que el comunicado en lugar de despejar dudas, qué quieren que les diga, abrió un sinfín de interrogantes. Todas inquietantes. Porque Germán Doig no era un sodálite cualquiera. Era el delfín de Figari. Y su discípulo preferido. Y el modelo a seguir. Y el que, en parte, diseñó la espiritualidad que anima a la familia sodálite. Y era el santo, vamos. Y nunca nos enteramos si la investigación iba a proseguir o no. Y si esta comprendía también a Figari, a todos los superiores y directores espirituales. Porque, ya saben, el caso de Germán no es el único que se ha destapado. Y si hay más de dos, como se ha visto en otras instituciones similares, podría haber replicantes. Pero no. No nos enteramos de nada más porque a los sodálites les dio por proteger el fósforo con el hueco de las manos, y dieron el capítulo por cerrado.
Y bueno. Ya conocen la historia. A Hiroshima le siguió Nagasaki. Y el mismo diario que dio a conocer lo de Doig, publicó el testimonio de un ex sodálite que habría denunciado a Figari por abusos sexuales y psicológicos. Una cosa muy fuerte. Y escabrosa.
En esta oportunidad, el Sodalitium reaccionó de forma diferente. Y algo peculiar, debo añadir. "No han sido notificados". "Consultado el señor Figari, dice que no es cierto". "Tomarán acciones legales contra el diario". O algo así. ¡¿Cómo?! ¿En este caso no va a haber indagación? ¿No le conviene al propio Figari, para limpiar su nombre, que se haga una investigación seria e independiente? Para no dejarle sitio a la sospecha o a la suspicacia. Y acabar de tajo con el sainete. Digo.
Increíble. No se dan cuenta –o no quieren verlo, que esa es otra- que amenazando a la prensa, en lugar de conjurar el problema, alientan la incertidumbre. Diario16 les pidió públicamente una entrevista con Figari. No respondieron. Otros periodistas les recomendaron lo mismo. Nada. Niente. Nichts. Manan. No se oye, padre.
La cuestión es que, como apunta Eduardo Dargent, "si optan por la confrontación y el silencio, y luego se descubren más casos, quedará la idea de que todos, sin distinción, fueron cómplices de encubrir hechos aberrantes. Que toda la obra de la organización se construyó sobre una mentira". Pues eso.