Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
17-11-2015
Perú y ¡abajo los
grilletes!
El país no es en definitiva lo que Luis Alberto Sánchez
definiera para título de uno de sus libros más amenos cuanto que imprecisos: Perú,
retrato de un país adolescente. Una nación no puede ser cuerpo púber
cuando exhibe, sin pena ni gloria, las taras centenarias que se remontan al
mismo momento en que el porquerizo de Trujillo de Extremadura, Francisco
Pizarro; el cura ¡cuando no! Hernando de Luque; y el aventurero por antonomasia,
Diego de Almagro, afincaran pie en Perú para inaugurar la conquista y posterior
expoliación del Imperio Incaico.
Sintiendo y practicando el racismo como blasón de gobierno,
la Nación siempre ha constituido el símbolo de minorías descendientes de los
españoles americanos o de los que inventaron alcurnia, apellidos, formas y
retoques de una nobleza feudal cuasi retrógada, conservadora a ultranza y
pusilánime para adentrarse en el reto contemporáneo de desarrollar un progreso
integral para todos los peruanos. Hasta hoy se escuchan esos vocativos que
nominan al "joven" o "niño" tal o cual. Cierto que esos
"jóvenes" o "niños", no pocas veces son sesentones que se
engríen con semejantes ridiculeces.
Si se leen las críticas demoledoras del prócer civil Manuel
González Prada en sus numerosos libros editados por la devoción filial de
Alfredo, su hijo, lustros después de la guerra entre 1879-1883, y se
prescindiera del nombre del autor, cualquier persona podría imaginar que se
trata del Perú de nuestros días.
Alguna vez, escribí lo siguiente:
"¿Existen
los partidos políticos? Son clubes electorales. Usinas que proporcionan
técnicos o panzones funcionales al Estado, pero en modo alguno, alfiles de la
revolución constructiva de que hablaba hace más de 50 años Manuel Seoane y que
empezó tempranamente una prédica hoy olvidada por quienes se reclaman sus
alumnos. Hay una diferencia enorme entre las tribus caníbales que abundan en la
cosa pública, esperpentos fagocitadores y cancerosos de cualquier esfuerzo y
las fraternidades calurosas que construyen naciones al amparo de los fueros de
la decencia, dignidad y solemne virtud para forjar un país. No son lo mismo
tropas de capituleros angurrientos que combatientes de insobornable decisión y
ansias de victoria. ¿Hay que refundarlos? Pero ¡si no existen! Verbi gracia:
hay que crearlos superando a González Prada que admonizaba que no era bueno
“tomar a lo serio cosas del Perú”. ¡Superemos
a González Prada! http://www.voltairenet.org/Superemos-a-Gonzalez-Prada,158488
Nótese que
las agrupaciones políticas son colectividades caza-votos y con tal propósito
ofrecen de todo. Hay un idiota que hasta habla de ser parte de una "raza
distinta" cuando apenas es un logrero pícaro, renovador del viejo
civilismo que compraba conciencias, entonces con pisco y butifarra, hoy con
celulares, televisores, becas, viajes, sueldos fastuosos, diplomas sin estudio.
Y los miedos de comunicación dan cabida a estos esperpentos.
¿Qué cambió
en el Perú? Hasta la esperanza y optimismo trocaron en letanías: "así es
el Perú; así es la política; qué vamos a hacer", estaciones de un
pesimismo abisal sumamente peligroso porque ataja cualquier reacción y
"predica" mentiras disfrazadas de "reflexiones".
El profesor Jorge
Rendón Vásquez tuvo la generosa amabilidad de remitir un comentario aludiendo a
un viejo artículo que aún mantiene alguna vigencia y en que criticaba miserias
electorales. Afirmó Rendón que la ética es un parapeto y la reflexión un
instrumento válido en estos tiempos. Me permití agregar -y lo ratifico- que eso
no era suficiente. Se trata de iluminar el pavimiento para que los ciudadanos
comprendan que tienen conciencia y capacidad de escoger y ejercer su dignidad.
Si la mayoría de hombres públicos no son sino pandilleros de bandas
exaccionadoras, que sea la protesta sincera, la oposición cívica, el amanecer
juvenil, los frenos a tales inmundicias. He allí el camino y la ruta hacia la
victoria de nuestros ideales justicieros de pan y libertad.
En Perú las
críticas sociales de hace 80-100 años, mutadas y empeoradas en el tiempo,
siguen conservando su savia directa y álgida. Poco es lo que se ha hecho y la
última esperanza que comenzó el 2011, está acabando en los añicos desastrosos
de ineptitud monstruosa. Los mediocres nunca podrán escalar el peldaño de su oscuridad
consuetudinaria. La mona aunque se vista de seda, mona se queda.
¿Qué hacer?
Mucho, muy mucho. Entre otras cosas, re-pensar al Perú. Verbi gracia y estoy
armando la propuesta, el peruano debe declinar su visión tridimensional: Costa,
Sierra y Montaña, para adentrarse en los interesantes caminos de la
pentadimensionalidad, agregando el Océano Pacífico y la tecnología, como
viveros fértiles de un ejercicio de inteligencia geopolítica, creativa y
emancipadora de los actuales y muy oxidados grilletes mentales.