por Herbert Mujica Rojas
18-11-2004
Perú: reino de la taradocracia
Tengo pocas dudas que exista un país latinoamericano que se nos
compare: aquí tenemos miles de analistas, escritores, poetas,
artistas, ensayistas, estrategas, literatos, periodistas,
especialistas y demás istas de toda índole y pelaje. El 90% basa su
hoja de vida en jirones, piltrafas, menciones ad hoc que se hacen
entre sí, alimentando un incienso frágil, incierto, anémico, pero rico
en "artículos, tesis, libros" y demás tonteras que engordan egos,
superlativizan mediocridades y endiosan a tarados doctos en la media
ciencia. ¡En el país de los ciegos, el tuerto es rey!
¡Haga la prueba! Siéntese a leer los diarios, vea televisión y los
programas políticos y comprobará que el menú de soluciones para
arreglar el país está servido. Los tecnócratas entonan su himno
vendepatria sin nadie que les salga al frente. Los oficialistas de
turno y de todo régimen que los beneficie, cantan loas y salmodias.
Los empresarios, esos aprovechadores que nunca ponen de la suya sino
la del Estado, lloran por menos impuestos cuando nunca los pagan y los
palafreneros de las transnacionales en los ministerios, en la
burocracia estatal y privada, ONGs y demás pandillas, sólo se hacen
dar leyes para sus respectivos cotos de caza. Por eso están gordos,
llenos de propiedades, con varios pasaportes y con un conocimiento
mundano en los cinco continentes.
Con travesura llamé a ese conjunto de seres como los célebres
integrantes de la taradocracia peruana. ¡Y por cierto, ahora todos son
demócratas y luchadores sociales! ¡E íntegros y leales! ¡Qué importa
que hayan cobrado del régimen delincuencial de Fujimori! ¡O que hayan
mal usado el dinero de la cooperación internacional en sus autos,
casas de playa, viajes de todo tipo y en uno que otro folleto soso y
engañabobos! Como tienen prensa, se prodigan elogios entre ellos con
un concepto de escogidos mafiosos que no admite a nadie más. ¡Porque
ellos son y punto!
Me suscitan estos modestos comentarios los bombos que truenan en la
televisión, prensa y radio en torno a las excelsas competencias de
narradores, animadores, dirigentes de programas, varios. Ahora
resultan el compendio máximo del non plus ultra del periodismo
nacional. Las cimas más altas de la virtud investigadora. Y la
pregunta es simple: ¿si quitamos el ruido, queda algo?
El inventar personajes sólo conduce a un inevitable cometido: falsear,
torcer, distorsionar la realidad monda y lironda como es. Y basta con
ver a los políticos, gran parte de ellos dice una cosa, pero hace
otra. El resultado es un Perú como el que conocemos, con una
taradocracia que lo gobierna y que no reconoce derechas o izquierdas,
todos sus integrantes son zafios, egoístas, rufianes. ¡Y qué decir de
nuestros intelectuales! ¡Gran parte son de juguete! ¡Ventrílocuos
hábiles, copiadores sinverguenzas, escritores mediocres!
Pero creo que han agotado ya su deleznable presencia y los vientos de
fronda de la renovación aparecen en el Perú por todos lados. Y los
conservadores se niegan a aceptar que ya empezaron su inevitable
declive. ¡Hay que ayudarlos a que entierren el pico de una buena vez!
¡La taradocracia debe morir!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!