Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
13-12-2006
Leyes y corazón del pueblo*
Una bizantina discusión
pareció amainar su presencia: ¿volvemos a la Constitución de 1979
o mantenemos la actual? Yo opondría con especulativa y muy dudosa apreciación
lo siguiente: ¿pueden las leyes, frías como son, cambiar el horizonte de un
pueblo al que no le interesan, precisamente, estos instrumentos jurídicos? ¡No
hay ley válida, si no está inscrita en el corazón del pueblo!
Los empresarios, más bien
empleaditos bien rentados, siempre pobres diablos, están bramando por el
capítulo económico. Sólo eso les preocupa ha señalado, sempiterno agudo, Javier
Valle Riestra. ¡Cómo si no se supiera que a ellos interesa en exclusiva ganar
aunque el pueblo llano no disfrute ni una pizca, no goce de un proyecto de vida
–dicen los huachafos- predecible y el horizonte del país no sea sino
dependencia, periferia y estupidización masiva que pagan estos palafreneros de
las transnacionales.
Los políticos y los que
están en el intríngulis no se preguntan por causa de qué a pocos interesa que
ésta o aquella Constitución concite interés popular. Vagan en la idiotez que
presume que la ley sirve para algo en Perú. ¡Cómo si no fuese verídico que al
costado de la ley, siempre está hecha la trampa por quienes no pueden ni desean
cumplir la rectitud de sus preceptos porque así no obtienen rentabilidad! La
abyecta corrupción no la hacen los que carecen de influencia, sino los grandes
estudios, los tiburones de saco y corbata y los podridos que han
institucionalizado la monra y coima en reemplazo total y nefasto de cualquier
ordenanza civilizada. ¡Tomar a lo serio las cosas del Perú! admonizaba Manuel
González Prada.
Cuando una ley, un
derecho, un deseo masivo e intocable de justicia, se inscribe en el orgulloso
corazón digno de un pueblo, entonces, éste los defiende hasta la misma muerte,
frente a los pelotones de fusilamiento o contra los tribunales que sentencian
con “predictibilidad” porque aquí no hay duda posible que la justicia se compra
con dólares. Y en los últimos tiempos, también con euros.
Tarea ineludible del
Congreso, establo que cada día se revuelve en la impotencia incompetente de no
saber que existe, de los miedos de comunicación, de los políticos, debía ser
forjar, construir, levantar, las banderas del humor sencillo pero honesto; del
ahínco para involucrar, por dar un ejemplo, al hombre común y corriente en la
defensa de sus derechos a vivir sin ambientes contaminados que envenenan todos
los días las empresas mineras que obtienen licencias al peso de su corrupción y
a través del complot de pandillas mercenarias que invaden los medios, compran
burócratas e imbecilizan, como hacía el conquistador con el regnícola, con
migajas y vituallas de poca monta.
En ningún país del mundo,
incluido Perú, una Constitución logrará por arte de birlibirloque o
declamatoria escrita, eliminar la pobreza, restituir el país a sus genuinos
dueños, reivindicar a los peruanos legítimos, retornar al Perú lo que siempre
fue peruano, hoy concesionado o privatizado, es decir, regalado en contratos
leoninos y pestíferos y que ¡hoy nadie quiere revisar o auscultar! Porque se
malogran negocios y descubren trampas al por mayor. En cambio, ¡qué dulce tarea
pedagógica instruir en el orgullo de ser peruano y en la posibilidad cierta que
nuestras instituciones sirvan para levantar la autoestima y el conocimiento de
la gloriosa historia nacional con sus bemoles y sostenidos, con sus altas y sus
bajas, con sus momentos cenitales y caídas en nadires que son parte del
colectivo llamado Perú!
¿No es acaso cierto que lo
sencillo del texto contienen verdades, como decía Luis E. Heysen, de a puño?
¿Quién nos desmiente?
¡Atentos a la historia;
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto
infame y tácito de hablar a media voz!
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica
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*Publicado originalmente
en la Red Voltaire el 13-12-2006 http://www.voltairenet.org/article144361.html