Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
28-9-2024
Partidos S.A.
https://senaldealerta.pe/partidos-s-a/
“¿A quién
sirven los partidos políticos latinoamericanos? ¿A los ciudadanos? Rara vez.
Más bien a sí mismos y a los grupos económicos que los amparan.
En
cualquier sistema político, los participantes compiten por el poder y son
capaces de hacer cualquier cosa con tal de preservarlo –Maquiavelo dixit- pero,
al menos en teoría, la democracia representativa debería contar con recursos
que obliguen a los contendientes a someterse al escrutinio público.
Pero cuando
los partidos se hallan desconectados del resto de la sociedad, su competencia
se reduce a una simple batalla por el poder (y el dinero), ajena al bienestar
común.
Si a ello
se suman opiniones públicas débiles y medios de comunicación poco dispuestos a
proteger el interés general, las democracias latinoamericanas se transforman en
jugosas arenas donde los distintos grupos económicos y políticos, tanto legales
como ilegales, defienden sus propios intereses a través de los partidos. Y nada
más.” El insomnio de Bolívar, Jorge
Volpi, pp. 118-121, Editorial Sudamericana 2009 http://www.voltairenet.org/article164972.html
Leamos otro
párrafo polémico:
“Aplaudamos,
celebremos, acumulemos brindis, lancemos fuegos de artificio y entonemos
himnos: la democracia ha llegado a América Latina. Y, luego, una vez pasada la
ebriedad, analicemos con cuidado lo que significa: la democracia
latinoamericana del siglo XX es, en esencia, una democracia de partidos.
Sin el
apoyo de éstos resulta prácticamente imposible que un candidato tenga
posibilidades de ganar una elección (e incluso hay países, como México, que lo
prohíben). Son los partidos, pues, quienes compiten y se reparten el poder.
Pero una
auténtica democracia no sólo debería regular la competencia entre los partidos,
sino la vida interna de éstos, así como los mecanismos que emplean para elegir
a sus candidatos. Y es aquí donde América Latina enfrenta un desafío
monumental: una cosa es que, después de tantas décadas de autoritarismo, los
ciudadanos al fin puedan votar –y confiar en que su voto se respete-, y otra es
que sepan la forma como han sido seleccionados los hombres que figuran en las
boletas o a qué intereses sirven”.
En Perú,
una vez más o menos consentida que la fecha del recambio presidencial ocurra en
el 2026, multitud de facciones en los clubes electorales, recorren con sus
portátiles (ayayeros pagados) por todo el país. Aunque carezcan del 1% de
esperanza, proclaman candidatos presidenciales.
La
irrealidad que atosiga a nuestros clubes electorales es patética. Hoy han
despertado de su letargo, decenas de “líderes” fabricados y cosméticos y
sienten como que “tienen derecho” a ser diputados o senadores. Hay otros que
son más angurrientos: se sienten “presidenciables”.
La fantasía
es solo eso: artificio y construcción imaginativa. ¡Nada más! Los clubes
electorales gozan del aborrecimiento total de la ciudadanía. Uno en particular,
de la censura inmensamente mayoritaria de la ciudadanía que califica a sus
militantes como ¡ladrones!
En la
lectura del interesante libro de Volpi, encontramos otro párrafo sugestivo:
“A
diferencia de quienes aspiran a convertirse en presidentes, gobernadores o
alcaldes, cuyos méritos y defectos resultan inocultables ante el escrutinio
público, quienes figuran en las listas para diputados, senadores o regidores
rara vez son conocidos por los votantes.
En esta
medida, no constituyen un auténtico contrapeso al Ejecutivo y, más que
representar los intereses de los ciudadanos, protegen los de sus respectivos
grupos.
La
democracia deviene, así, partidocracia: el gobierno de los partidos para los
partidos y por los partidos, que rara vez se sienten obligados a rendir cuentas
frente a los ciudadanos”.
Con
crudeza, otro párrafo sentencia algo cuasi irrefutable:
“De hecho,
buena parte de los partidos latinoamericanos no son sino negocios. Excelentes
negocios. Alimentados con los recursos de los contribuyentes y las prebendas
que obtienen gracias a apoyar tal o cual proyecto de ley, muchos partidos
prosperan aun si carecen de programas o ideas claras sobre los asuntos
públicos.
Insisto:
basta observar de dónde provienen sus votos, la manera como apoyan ora la
iniciativa de un partido, ora la de su rival, para apreciar su condición de
empresas electorales”. (ob. cit)
Hundidos en
la ciénaga del desconcierto, ajenos a los grandes temas que laceran un
comportamiento nacional, ignorantes escandalosos de cualquier barrunto
geopolítico, los clubes electorales peruanos carece hasta de las más mínimas
respuestas que exige la sociedad, por eso su perdición es terminal. El asunto
es que los “reemplazos” son peores que la enfermedad.
¿Alea jacta
est?