Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
24-9-2024
¡Perú necesita una revolución moral!*
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24
años atrás se publicó este texto en Liberación, sus asertos siguen en pie, los
retos también. Leamos.
El intríngulis borrascoso del Perú de nuestros días es, qué duda
cabe, moral y no político. No hay país que pueda impulsar una velocidad de
crucero en su devenir como colectivo social si carece de líderes y ejemplos.
Hoy tenemos un jefe de Estado ilegítimo, prófugo y delincuente.
Socio de hampones como Vladimiro Montesinos y en connivencia con rufianes de
saco y corbata, uniforme y traje, en las Fuerzas Armadas, en el Congreso, en
las municipalidades, en la administración pública.
Organismo purulento, la administración fujimorista arrasó con
todos los límites posibles de una irrefrenable carrera suicida hacia los fondos
más tenebrosos. Desde el palaciego impostado por la engañifa y fraude hasta el
más humilde funcionario, todos han hecho del robo un credo, un catecismo, una
repugnante forma de vida.
Desde 1930 cuando el país amaneció esperanzado ante la noticia del
derrumbe leguiísta y la epopeya social que aconteció después con la
incorporación del pueblo en la lucha por la conquista de sus ideales, hemos
venido discurriendo de tumbo en tumbo, de un lado a otro, en el tránsito de los
clásicos movimientos pendulares de las sociedades latinoamericanas.
Pero con una diferencia espectacular: el equipo dirigente de
entonces tenía personalidades excepcionales que lideraron la lucha social hacia
metas mediatas e inmediatas. Probablemente muchas de sus propuestas doctrinarias
no fueron entendidas del todo, pero había garra, emotividad, pasión, entereza
y, sobre todo, moralidad a prueba de balas.
Han pasado 70 años, innumerables huelgas, levantamientos,
crímenes, alegrías y tristezas y el espectáculo no puede ser más despreciable:
dirigentes que venden sus honras por puestos parlamentarios y por sueldos
abultados, ministros bocatanes que ni siquiera saben por dónde huye su jefe
pandillero, gorilas de uniforme enlodados en la miasma de complicidades
evidentes e inequívocas, opositores profundamente idiotas que no entienden al
país y menos sueñan con una nación.
Medios de comunicación aherrojados a sus profundas cobardías y
autocensuras, poderes públicos infestados de malandrines uno peor que el otro,
abogados dispuestos a poner al demonio de testigo con tal de ganar juicios
amañados, partidos políticos envilecidos que no dejan paso a la eclosión y
remozamiento de cuadros dirigentes. ¿Qué más? La lista es interminable.
Mientras tanto, los llamados a unirse en una gran concertación
política con candidatos absolutamente calificados e inmáculos, se dividen y
atomizan. Resulta que la dictadura y su juego siniestro alienta la formación de
más y más candidaturas y ello promueve que el fifí soplón Francisco Tudela,
vergonzoso parlamentario que bailó en las tarimas junto al delincuente Fujimori,
gastándose la plata del pueblo, aparezca como una opción electoral para el
futuro cercanísimo.
¿Cómo puede ser posible esto? ¡Gracias a la inacción opositora,
por causa de esta maldición sempiterna de ser siempre una diáspora de opciones
y no una sola, fuerte, integrada y extraordinaria!
¡Hay que dignificar la política y su ejercicio serio y a cargo de
hombres y mujeres limpios! Los que han estado inmersos en los enjuages de la
mesa dialoguera, en el vergonzante Congreso que hoy se maquilla en el rostro de
Valentín Paniagua, todos los que han ocupado puestos, deberían irse de la cosa
pública y retirarse a sus negocios y permitir que el relevo, a cargo de gente
moral, sea una alternativa de auténtica raigambre popular.
Pero no. Allí están, como perros merodeando las migajas. Como
cacos al acecho del viandante que no barrunta siquiera su porvenir asaltable.
Como hienas dispuestas a carroñear los resabios de un país llamado Perú. ¡Esto
es inmoral, a todas luces!
El Perú necesita una revolución moral. Hombres y mujeres de todos
los partidos, de la multitud de colectivos, de las diferentes congregaciones
religiosas y laicas, de todas las edades, de todos los confines, de todas las
sangres, tienen el imperativo imperioso de pelear por la unidad y presentar una
faz depurada como sólida frente a los fantasmones que quiere imponer la
dictadura fujimorista.
¡Basta de candidaturas presidenciales! ¡Hagamos una sola que
garantice el éxito! ¡Paremos a los esquiroles amantes de la figuración
enfermiza! ¡Seamos dignos de nuestra historia haciendo historia y no pesadilla
diaria que averguence a las próximas generaciones!
Si no entendemos que podemos empezar a levantar el edificio de la
revolución moral a través de la unidad política, estamos simplemente en el
despeñadero más suicida y estúpido que pueblo alguno pueda padecer.
Seamos el país que desciende de las culturas preíncas. Renovemos
el pacto justiciero de igualdad que alentaron los jefes incas. Hagámonos
portaestandartes de un país posible y juremos, hoy y siempre, extirpar del
país, a la basura convertida en seres humanos que nos ha llevado a donde
estamos.
¿Es mucho pedir que cuidemos el futuro de nuestros hijos? ¿O que
el Perú sea madre y no madrastra de sus hijos por voluntad integérrima y libre
de sus habitantes?
*Liberación,
dirigido por César Hildebrandt, 17-11-2000,
Red
Voltaire, 26-10-2005 http://www.voltairenet.org/article130208.html