Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
29-8-2024
Hipocresía y ayuno de memoria
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¿Deviene
lícito para un país “olvidar”, cómo una parte de su territorio volvió a su
heredad, Tacna, luego de un cautiverio de casi 50 años? ¡Vergonzoso que una
inmensa mayoría periodística sea muda y camine por los atajos de la falta de
memoria!
Fue en
1929 que Perú recuperó Tacna y perdió Arica como figura en el tratado bilateral
con Chile, del 3 de junio de ese año y su protocolo complementario.
Los
países que eluden el recuerdo de su memoria, son presas apetecibles para la
repetición de yerros fatales, traiciones de nuevo cuño e hipocresías
condenables.
Aquí en
este asunto de historia hay quienes desean el olvido y el manto de supuesto
perdón que otorgan los años sobre las barbaridades en que incurrieron en esa
época. Hay “historiadores” que “trabajan” para hacer libros escolares conjuntos
que “complejicen” (es decir, que borren el paso de los hunos) y digan que no
ocurrió lo que testimonios dan como acontecido.
Nótese,
con claridad meridiana que el problema nunca fueron Chile o los chilenos. Ellos
hacen lo que en su concepción geopolítica les parece su tarea. Obvio es que las
demostraciones de que no pararon en mientes, está en 1836-39 y 1879-83 y en
adelante, porque simplemente actuaron por la razón o la fuerza.
La
imbecilidad aquí cultivada y ambiente, no comprendió esa actitud y se hundió en
la mediocridad contemplativa y en la muelle observancia que a la postre arruinó
al Perú. Dentro de esas taras, qué duda cabe, la hipocresía constituyó una de
las más aberrantes dolencias, pasada y presente.
Perú, por
su espectacular ubicación geopolítica, siempre será una presa apetecible, no un
remanso de paz. Es decir en momentos que el país se aproxima a capitanear los
esfuerzos comerciales y financieros en el Pacífico y con destino al Asia, es
cuando hay que mostrar entidad, ejercer estrategia y preparar a la sociedad
para la preservación de la paz con sólidos fundamentos modernos defensivos.
Y la
soberanía nacional basada en la soberanía popular, vale decir con la
partipación del pueblo en todos sus niveles, es tarea imprescindible o bitácora
de navegación de todo el país. El 95% de los que están en la cosa pública, han
dado prueba convincente e irremediable de su mediocridad deshonesta y egoísmo
suicida.
¡Necesitamos
una Cancillería ágil, audaz, valiente, dispuesta a dar cabida a sus mejores
cuadros, alejada por completo de líos tribales entre argollas signadas por
apellidos y entornos familiares que no den la talla para responder al reto mundial
de ser excelentes o morir enfangados! ¡Cada embajador o cónsul o funcionario
debe pelear por y para el Perú, sin excusas ni pretextos!
Los
clubes electorales, alias partidos políticos, debieran ser escuelas de gobierno
con una primera y fundamental promesa: ¡No robar! Se llega a la cosa pública a
construir un país justo, limpio, culto y digno. No -de ninguna manera- para
solucionar el tema de vagos, traidores y rateros que se resisten al cambio
generacional y quieren ser diputados y senadores ¡otra vez!
En Perú
hay empresarios gestores de oferta masiva de trabajo, capaces de impulsar
negocios al compás de las modernas tecnologías mundiales. Probos y
equilibrados, son pocos pero los hay. Los tramposos, delincuentes,
acostumbrados a vivir robándole al Estado, deben ser expulsados de sus muelles
ubicaciones y reemplazados con mucha urgencia.
“Olvidarse”
de la historia es un crimen. Al Perú le falta el relato genuino de qué y cómo
pasó la historia nacional. Disimularla hipócritamente, crear bustos de bronce a
genuinos miserables cuyos nombres están en avenidas y calles ¡un disparate!
¿Será
fácil aceptar décadas de oprobio cuyo relato desnudará la falsedad de historias
de abolengo, poder y robos y asesinatos en nombre de la libertad?
La
hipocresía, madre y maestra inconveniente y hasta enemiga, recaló en Perú, se
metió en su alma colectiva y no hay organismo que pueda escaparse a su influjo
nocivo, canceroso, auto-destructor. Se es tan hipócrita en Perú que ni siquiera
se admite la peligrosidad involutiva a que nos está llevando el fenómeno
disolvente. Y, por cierto, para alegría de otros que adquieren barato, muy
barato a los indignos que siempre ruegan porque los compren. ¡Allá ellos!
Recordemos
con González Prada:
“Porque
en todas las instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración
pública sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los
excelentísimos, los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los
honorables. Aquí ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la
gran farsa. El sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe;
el católico, tal católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los
hombres no son tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no
faltan personas graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas
del Perú!
Esto no
es república sino mojiganga.”