Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
28-2-2022
El efímero “encanto” de Palacio
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¿Qué embrujo o sortilegio extraño posee la sede del
gobierno, Palacio, para convertir a los hombres y mujeres, con rarísimas
excepciones, en aprovechadores del recurso público, componendas y cuchipandas a
cual más denigrante por el mal uso de los dineros del pueblo?
Perú posee la vergüenza de exhibir a ex presidentes todos
enjuiciados por los presuntos delitos de peculado, malversación, negociación
incompatible, robos y raterías de alto y bajo calibre. Uno, pusilánime y
farsante, se autoejecutó para no tener que lidiar con la responsabilidad de sus
actos.
¿Es que los políticos, aparte de pronunciar naderías en
cantidades industriales, no poseen como habilidad otro “arte” que esquilmar la
caja pública, favorecer a compadres, amigotes, queridas o coterráneos de
ignorancia más o menos notable y habilísimos en la monra y la exacción de la
caja fiscal?
La galería de ex mandatarios enjuiciados y su modus vivendi
cómodo, dan cuenta suficiente que en Perú la vergüenza no es un atributo, mucho
menos una virtud, sino que simplemente ¡no existe! Roba el arriba y roba el de
abajo, con ese “ejemplo” hurta a su modo y volumen, pero transita también por
el fango vicioso.
¿Por qué los mal llamados partidos políticos, en realidad
vulgares clubes electorales, no tienen una escuela eficiente, rigurosa que
entrene y adiestre a sus militantes más calificados ante una posible opción de
integrar el cuerpo burocrático de cualquier gobierno? ¿No son o debieran ser
los partidos, las fuentes originarias de gente honrada, rectilínea, para ocupar
los puestos por cierto tiempo, si ganan las elecciones?
Nuestra oprobiosa realidad es más desastrosa. Los llamados
partidos no entrenan a gente para la función gubernamental. Pícaros, monreros
de saco y corbata, estafadores profesionales y picabolsos de toda laya, se infiltran
y logran las primeras opciones entre los ganadores. Hace 35-40 años que Perú
reconoce a rateros profesionales que fungen de parlamentarios o ex legisladores
pero que han tenido puestos claves y aún poseen influencia para dirigir vía
testaferros, de cómo se elaboran los grandes asaltos al erario público.
Esta carencia de salud mental y cívica nos arruina y la
crónica de la historia del Perú es el registro de riquezas mal obtenidas,
contratos claudicantes con naciones foráneas y descarados que lucieron a vista
y paciencia de cualquier opinión pública, los signos exteriores de riqueza en
casas, autos, propiedades de toda índole, viajes al por mayor y diplomas de
conveniencia emitidos por dudosas casas de estudios que no han hesitado en
agasajar a genuinos débiles mentales con tal de obtener ventajismos a troche y
moche.
Valgan verdades el poder es de corta vida y en eso estriba
la desesperación de los pirañitas que llegan en los diferentes gobiernos: hay
que robar antes que la fiesta se acabe y se corte el suministro de dineros
fáciles, escondibles y disimulables en la fiesta de cómo esquilmar un país sin
tener problemas de ninguna índole.
En 1929, Jorge Basadre escribió: “Según esta leyenda, la
República fue una cueva de bandoleros. No sentenciemos tan fácilmente a
desórdenes y errores que no dejaron de estar acompañados de esfuerzos
meritorios y sinceros”.
¿Y qué podemos denunciar en 2022?
Bien decía González Prada: tomar a lo serio cosas del Perú,
esto no es república, es mojiganga.